Tres mujeres están de guardia en un rancho construido en la banquina de la ruta que pasa por el medio del pueblo de Krivelj, en el centro de la zona minera de Bor, al este de Serbia. Un brasero calienta el aire aún fresco del comienzo de primavera, y estiraron un cable eléctrico para conectar un televisor. Un vecino trae de su casa tazas de café turco, alertando: “¡Un auto! ¡Salgan, son hermanos chinos!”, así denominados irónicamente, dado que el gobierno de Belgrado quiere destacar la amistad del “hermano” Xi Jinping. Inmediatamente, las tres mujeres bloquean el paso, obligando al vehículo de los “hermanos chinos” a dar media vuelta.
Esas escenas se repiten varias veces por día desde el 29 de enero, cuando los habitantes montaron una barrera como filtro, rematada con el cartel “No son bienvenidos”. Las excavaciones de las minas de cobre a cielo abierto rodean a Krivelj. La desaparición del pueblo está programada desde los años 70. Sucesora de la Compañía Francesa de Minas de Bor, creada en 1904, la Zona Minera y Fundición de Bor (RTB Bor) pertenecía al Estado serbio, hasta que en el 2018 cedió el 63% del capital al gigante chino Zijin Mining Group.
Sin interlocutores
En ese entonces, los chinos prometieron hacerse cargo de los 200 millones de dólares de deuda de la empresa pública, conservar 5.000 empleos e invertir mil millones de euros en seis años. Desde entonces, la explotación progresa a un ritmo sostenido, y secciones enteras de montaña fueron destruidas por los explosivos. “Han encontrado oro y cobre en nuestra región desde la Antigüedad”, explica Jasna Tomić, quien dirige el Consejo de Vecinos de Krivelj. “Desde la llegada de los chinos, la vida se tornó imposible para las 44 familias aún presentes. El aire es irrespirable y las paredes se fisuran. Zijin quiere construir una represa para producir su propia electricidad. En enero, a cada minuto pasaba un semirremolque por el pueblo”.
Al bloquear la única vía de acceso al pozo de Novo Cerovo, los lugareños lograron suspender durante dos semanas la explotación del cobre, antes de que Zijin hiciera pasar sus vehículos por un camino en la montaña. Las obras de la represa, por su parte, no fueron retomadas. La obra abandonada está abierta a los cuatro vientos, a trescientos metros del centro de Krivelj. Sobre los esqueletos de los edificios a medio destruir hay carteles que lanzan mensajes de advertencia en chino, mal traducidos al serbio: “La seguridad viene de la alerta, la desgracia se paraliza”. “Esto es lo que arroja como resultado el cruce entre la propaganda comunista y Google Traductor”, dice sonriendo el exminero que nos sirve de guía.
Tomić afirma no haber encontrado “ningún interlocutor serio” ni en la compañía china ni en las autoridades serbias. Sin embargo, al ser interrogado por correo electrónico, el Ministerio de Minas y de Energía afirma que “la planificación del desplazamiento y de la reubicación del pueblo de Krivelj está comprometida desde el 2014, conforme a las más altas normas internacionales”, y que “dos tercios de los habitantes” dieron su consentimiento, punto que no cuestionan en absoluto ni Tomić ni sus compañeros de barricada. El desafío no es solamente financiero: se trata de obtener la garantía de que otros proyectos mineros no amenazarán el emplazamiento de sus nuevas casas. Según los habitantes de Krivelj, doce pueblos situados alrededor de la ciudad de Bor estarían condenados, pero es imposible verificar esta información, dado que los planes de desarrollo de Zijin Bor Copper y de Serbia Zijin Mining, las dos filiales serbias de Zijin Mining Group, no son públicos.
Lógica extractivista
Irena Živković, representante en el Parlamento de Serbia en diciembre de 2023 en nombre de la coalición opositora “Serbia contra la Violencia”, lamenta “la opacidad” de los proyectos chinos. “El Parlamento aprobó la cesión de RTB Bor, pero la versión del acuerdo publicada mucho más tarde en el sitio web del Ministerio está incompleta. En el Consejo Municipal de Bor, donde sesioné por mucho tiempo, no tuvimos más que fragmentos de información”, explica. La diputada denuncia una lógica extractivista, “como en el Congo”. Para ella, “Serbia cuenta con las inversiones de las empresas chinas más que con los fondos europeos, porque hay menos controles”. El grupo Zijin, que afirma haber invertido un total de 2,89 mil millones de euros en Serbia, se alegra de “la estabilidad social del país”, “su posición geográfica”, “su mano de obra abundante y bien formada” y el “buen clima de negocios” (1).
Es cierto que los chinos tienen todas las razones para alegrarse de su alianza con Belgrado: entre el 2014 y el 2023, las inversiones chinas habrían alcanzado 5,5 mil millones de euros (2) en el país, y las empresas que se instalan gozan del apoyo inquebrantable de las autoridades. “Las decisiones que conciernen a China se toman en la oficina del presidente Vučić”, confirma Hristina Vojvodić, abogada en el seno del Renewables and Environmental Regulatory Institute (RERI), quien lucha por que se aplique la legislación serbia en materia de medioambiente, en particular la ley sobre investigación minera y geológica. “Los chinos no se preocupan por respetar ninguna norma medioambiental, excavan y luego piden los permisos, que se les otorgan, obviamente. Llegaron a un suelo fértil para la corrupción y no hacen más que seguir las reglas que el propio Estado serbio estableció”.
En los suburbios de Smederevo, última capital del despotado serbio antes de la conquista otomana del siglo XV, en las orillas del Danubio, hace mucho tiempo que la humareda de la siderúrgica envenena a los pueblos cercanos. Fundado en 1921 y nacionalizado en 1945, el complejo industrial fue recomprado en el 2003 por la estadounidense US Steel, previo a que este lo restituyera al Estado serbio en el 2012 por un dólar simbólico. En el 2016, haciéndose cargo de cerca de 500 millones de euros de deudas, Belgrado finalmente revendió el 98% de sus partes al grupo chino HBIS —segundo productor de acero en el mundo—, por la módica suma de 46 millones de euros (3).
Protegen inversiones
“Los estadounidenses modernizaron un poco la tecnología, instalaron algunos filtros, pero desde la llegada de los chinos, no se hizo nada, y la Inspección para la Protección del Medioambiente no puede entrar en la fábrica”, se lamenta Nikola Krstić, organizador de una asociación ciudadana que denuncia la contaminación generada por la siderúrgica. Al pie de las imponentes chimeneas del complejo, en el pueblo de Radinac, las casas y los campos están cubiertos por una espesa capa de polvo rojo: basta tender la ropa unos minutos para que esté sucia. Varias familias presentaron denuncias, pero muchas prefieren callarse, porque la fábrica sigue siendo el principal empleador de la región. Cientos de personas también intentaron bloquear el puerto fluvial en el 2020, cedido en concesión enfitéutica a la empresa china.
Las manifestaciones de los habitantes de Smederevo tienen pocas chances de dar frutos: en el 2020, el Parlamento serbio votó una ley sobre procedimientos especiales, que otorga al gobierno el poder de declarar “urgente” un proyecto de infraestructura, eludiendo los procedimientos para los mercados públicos y protegiendo a los inversores de las investigaciones. El gobierno serbio también eximió a las empresas chinas de aplicar el derecho laboral serbio. El número de empleados chinos presentes en el país alimenta todas las especulaciones. Solo en la región de Bor, oficialmente eran 9.000 en el 2022, y los rumores dicen que hoy son muchos más; algunos de ellos serían conducidos directamente desde la pista del aeropuerto de Belgrado hacia su futuro lugar de trabajo, sin ser sometidos a los procedimientos de inmigración. Se alojan en viviendas prefabricadas, cerca de los pozos de la mina de Bor, en las inmediaciones de la siderúrgica de Smederevo, y el acceso a ellas está prohibido.
En el 2021, el fabricante de neumáticos Shandong Linglong Tire Co. trajo a 500 vietnamitas para construir una fábrica en Zrenjanin, en el norte de Serbia. Contratados por la empresa China Energy Engineering Group Tianjin Electric Power Construction Co. (Tepco), privados de sus (…)
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