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Tensiones geopolíticas en el Polo Norte

El Ártico amenazado por la guerra en Ucrania

kilómetros, el Ártico padece los impactos de la guerra en Ucrania. Desde el comienzo del conflicto, el órgano encargado de su gestión se ha paralizado por las diferencias entre la mayoría de los países que lo conducen y Rusia. La valiosa información provista por la investigación científica, indispensable para su preservación, también se ha visto afectada.

La región ártica figura entre las víctimas colaterales del conflicto provocado por Moscú el 24 de febrero de 2022. No tanto a causa de la creciente militarización de la zona, sino por la parálisis de la gestión de toda la región polar desde hace ya dos años. Esta reconsideración afecta la estabilidad política de un espacio muy sensible, pero también a la investigación científica indispensable para la comprensión de los fenómenos climáticos y la preservación de esta región. La guerra también ha invertido el flujo de los hidrocarburos por mar y consolidado el uso de la Ruta Marítima del Norte (RMN), que atraviesa un entorno muy vulnerable. Como consecuencia imprevista, Estados Unidos cambió sus planes de reclamar 500.000 km² de plataforma continental en los mares de Chukchi y Beaufort.

El disfuncionamiento del Consejo

El fin de la Guerra Fría permitió establecer una forma única de gobierno de esta región. Desde 1996, el Consejo del Ártico reúne a los ocho Estados de la zona ártica (Canadá, Dinamarca en representación de Groenlandia, Estados Unidos, Finlandia, Islandia, Noruega, Rusia y Suecia), a representantes de las seis comunidades autóctonas de la región, así como a trece Estados observadores, entre ellos Francia, que participan en los grupos de trabajo. Este foro intergubernamental trabaja temáticas comunes en forma colaborativa, particularmente la protección del medioambiente. Solo los Estados participan en las decisiones y ejercen por turnos la presidencia durante dos años. La Federación de Rusia asumió la presidencia en 2021 y debía ejercerla hasta 2023.

A raíz de la invasión de Ucrania en febrero de 2022, los otros siete miembros decidieron suspender su cooperación con Moscú y solo continuar trabajando en los proyectos que no implicaran una participación de Rusia. Nunca se trató de excluirla definitivamente, porque sola representa la mitad de las costas implicadas y de las poblaciones que viven más allá del círculo polar. Moscú tampoco quería retirarse del Consejo, destacando así el valor otorgado a la cooperación en un espacio considerado estratégico.

A pesar de la ausencia de los otros siete Estados, la presidencia rusa continuó con la implementación de su programa, con la colaboración de países observadores amigos como China e India. Esta situación algo absurda se extendió hasta mayo de 2023, fecha en la cual Rusia entregó oficialmente la presidencia a Noruega por videoconferencia, dado que ninguno de los otros países miembros aceptó ir a la reunión ministerial convocada por Moscú. Significativamente, esta entrega fue objeto de un comunicado, firmado por los ocho países miembros, que destacaba “el rol histórico y único del Consejo para la implementación de colaboraciones constructivas, la estabilidad y el diálogo entre los pueblos de la región”. En ese mismo documento, los firmantes también se comprometían a trabajar por el fortalecimiento del Consejo y por la aplicación de su plan estratégico adoptado en 2021. Asimismo, admitían su interdependencia en la zona ártica, a la vez que evaluaban la profundidad de sus divergencias en la escena internacional. El primer ministro noruego, Jonas Gahr Støre, recientemente expresó la sensación general al afirmar que no había que “cerrar las puertas del Consejo y tirar las llaves. Algún día, tal vez las abramos nuevamente y nos encontremos todos alrededor de la mesa del Ártico”.

La diplomacia noruega, acostumbrada a negociar con su incómodo vecino, lleva el timón en aguas particularmente turbias. En febrero pasado, el Embajador ruso para la cooperación internacional en la región ártica, Nikolay Korchunov, declaró estar estudiando todas las opciones, incluso retirarse del Consejo, previo a anunciar la suspensión de la contribución rusa al secretariado de esta institución “hasta que el Consejo retome la totalidad de sus actividades”. Sin embargo, esta medida parece más bien simbólica, porque el pequeño secretariado del Consejo, con base en Tromsø, Noruega, no financia proyectos, y el contacto con Moscú sigue existiendo: cada cual está esperando días mejores.

La actividad del Consejo también se apoya en los seis grupos de trabajo esencialmente dedicados a la protección de la naturaleza. Uno está concentrado en la preservación del ambiente marino; otro, en la preservación de la fauna y de la flora, y un tercero, en la lucha contra la (…)

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Didier Ortolland

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