En esta noche de mayo de 2024, el Palais des Congrès, ubicado en el noroeste de París, abre su telón negro para descubrir un escenario lleno de bailarinas, monjes budistas con túnicas color azafrán y guardias imperiales. En una pantalla gigante aparece un ser rodeado de un halo de luz, presentado como el “Creador”: “Síganme a la Tierra para salvar toda vida”, les ordena.
A lo largo del espectáculo, se suceden escenas sin coherencia cronológica ni narrativa: cuentos de hadas celestiales, monjes y dragones alternan con escenas contemporáneas. Un cuadro central titulado “Los crímenes de los últimos días” denuncia la persecución de los practicantes en la China comunista. De repente, algunos adeptos del Falun Gong que leen un libro de Li Hongzhi –fundador de este movimiento espiritual– son atacados por hombres de camisa negra, con un brazalete rojo y el símbolo de la hoz y el martillo en la espalda: policías del régimen. Una practicante es arrestada, luego asesinada antes de que sus órganos sean extraídos.
“Esta escena está basada en hechos reales que todavía ocurren hoy en China”, comenta la presentadora del espectáculo. A la salida, en unos kakemonos aparece, en varios idiomas, el viejo eslogan del espectáculo que ha desaparecido de las campañas publicitarias: “China antes del comunismo”. Un stand ofrece los libros del “maestro”, mientras que una vendedora recomienda a los clientes su “libro principal”, Zhuan Falun (1). “Fue traducido a más de cincuenta idiomas”, precisa antes de agregar: “Li Hongzhi vive en Estados Unidos porque en China es perseguido”.
Sin embargo, la hostilidad no siempre ha caracterizado las relaciones entre el Falun Gong y Pekín. Si bien la versión moderna del Qi Gong, una disciplina ancestral compuesta de ejercicios de gimnasia y meditación, nació con la República Popular China en la década de 1950, la Revolución Cultural (1966-1976) le reprochó promover “supersticiones feudales” (2). En los años 1980, gracias a la política de apertura de Deng Xiaoping, el Qi Gong salió de la clandestinidad y buscó obtener legitimidad científica. Parte de las élites lo vieron como una herramienta terapéutica eficaz y un recurso en la reducción de los gastos públicos en salud.
Cuando en 1992, Li Hongzhi presentó públicamente el Falun Gong –que significa, literalmente, “método de la rueda de la Ley”–, no era más que uno de los miles de maestros de esta disciplina que prosperaba en todo el país. Li sustituyó la entonces dominante pretensión científica del Qi Gong por una doctrina milenarista inspirada en el budismo, en consonancia con una miríada de sectas populares que habían sobrevivido a lo largo de los siglos. En solo unos pocos años, el movimiento ganó decenas de millones de adeptos y apoyos, incluso dentro de la policía y el ejército.
La popularidad de este nuevo tipo de Qi Gong preocupó al gobierno. “El poder está muy atento. En la historia de China, muchas revueltas han nacido de movimientos escatológicos”, nos explica Marc Lebranchu, doctor en Historia de las religiones. En 1996, al sentirse amenazado, Li Hongzhi se exilió a Nueva York. El 25 de abril de 1999, durante una breve estadía del “maestro” en Pekín, cerca de 10.000 adeptos se reunieron alrededor de Zhongnanhai, la sede central del gobierno. Tres meses más tarde, se calificó el Falun Gong como “secta perversa anticientífica, antisocial y antihumana” y se lo prohibió en China (3). A partir de entonces, sus miembros fueron encarcelados. Desde esta ruptura brutal con el PCC, el Falun Gong se ha internacionalizado, sobre todo en los países anglosajones, desde donde despliega su propaganda anticomunista.
Rechazo a vacunas
El movimiento se estableció en Francia en 1995, cuando Li Hongzhi fue invitado por la embajada de Pekín en París a dar un seminario. La madre de Florent (4), un estudiante franco-vietnamita en París, comenzó a practicar el Falun Gong hace cinco años, y arrastró con ella a buena parte de sus amigos y familiares. El contacto con este movimiento milenarista fue cambiando poco a poco su comportamiento, sobre todo, incitándola a rechazar las vacunas, entre otras cosas. En 2022, se fue a Polonia, por su propia cuenta, para hablar sobre el Falun Gong. Según las enseñanzas de Zhuan Falun, la “Biblia” del movimiento, los practicantes, incluso los experimentados, deben seguir siendo estrictamente voluntarios y limitarse a repetir los preceptos del fundador. Según explica Heather Kavan, investigadora de la Universidad Massey en Nueva Zelanda, “Los miembros más instruidos piensan que Li Hongzhi tiene una conciencia infinita de todos sus pensamientos y que es muy fácil caer en desgracia ante él”.
Durante un curso online, una practicante quebequense explica que el Falun (…)
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