¿Sobre qué estrategia descansaba la victoria, en 2017, del candidato Emmanuel Macron y de su partido ¡En marcha!? Explotar y luego acentuar la división entre los bloques de izquierda y derecha: esto permitió reunir a las fracciones acomodadas y educadas en torno a la profundización de la transformación neoliberal y la búsqueda de la integración europea (1). La principal ventaja de este bloque burgués era su homogeneidad sociológica y política; su talón de Aquiles era su debilidad numérica, lo que exigía convocar a otros sectores sociales.
Ampliación por derecha
El contenido del proyecto –cuya esencia eran una serie de reformas que debilitaban el Estado de bienestar– hacía ilusoria una ampliación hacia la izquierda. La única posibilidad era reforzar a los grupos del viejo bloque de derecha. Así, un Primer Ministro procedente de los republicanos formó un gobierno cuyas carteras más importantes fueron a parar a figuras conservadoras. El número de personas provenientes de la izquierda no ha dejado de disminuir. Hasta el punto de no incluir más que figuras de segundo orden en posiciones subalternas, o algunas otras de identidad política ambigua después de un breve pasaje por el Partido Socialista (PS), como Gabriel Attal.
Esta táctica ha determinado las políticas llevadas adelante –el desmantelamiento del derecho laboral, las reformas de las jubilaciones o de la indemnización por desempleo, la represión brutal a los movimientos sociales– pero también las recomposiciones en curso. Esta situación ha profundizado la fractura dentro de la derecha entre los neoliberales adscriptos a la estrategia del bloque burgués y los defensores de un programa cercano al de la extrema derecha. El Frente Nacional, luego Agrupación Nacional (RN), y la tendencia más radical de los Republicanos (LR) llegarían a considerar una alianza alternativa, cada vez más dominada por los partidarios de la ruptura con el modelo social e incluso con la democracia. Macron es seguramente responsable de esta dinámica: sus esfuerzos por enfrentarse a Marine Le Pen en segunda vuelta en 2017 y 2022 han consagrado a la extrema derecha como la verdadera oposición.
La conformación del bloque burgués también significaba que las clases populares del bloque de derecha, ahora dividido, quedaban fuera de la alianza social dominante. Desarrollar una estrategia política para recuperarlas tenía sentido. El partido de Le Pen parecía el mejor preparado para liderarla, pues su base social ya estaba compuesta en gran medida por personas de derecha. Del lado de los conservadores que no podían o no querían unirse a Macron, la necesidad de distinguirse los animaba igualmente a poner en primer plano los temas favoritos de la extrema derecha –la inmigración, la inseguridad– y, eventualmente, a ser ambiguos en lo que respecta a la economía o la sociedad. Así ha aparecido una línea política capaz de competir con la del bloque burgués, que combina temas tradicionales comunes a la derecha dura y a la extrema derecha en busca de la transformación de la economía francesa.
El neoliberalismo residual de tal estrategia no se opone al objetivo de incorporar a una parte de las clases populares. A pesar de su declive desde la crisis de 2008, esta ideología sigue siendo dominante, en el sentido de que constituye la referencia cuando se trata de definir las políticas económicas consideradas realistas o razonables: la necesidad de buscar el equilibrio presupuestario y de reducir la deuda pública, de bajar los impuestos y de recortar el gasto público, de darle más lugar al sector privado, etc. Además, en cuanto a la ausencia de alternativa, los gobiernos dirigidos por el PS lo han demostrado de alguna manera con su práctica, en especial bajo la presidencia de François Hollande.
Incluso cuando ciertas reformas, como la de las jubilaciones, fueron objeto de una larga protesta, las restricciones puestas de relieve por la ideología neoliberal subsisten en el sentimiento dominante de gran parte de las clases populares de derecha. La aversión que experimentan por los “planeros”, que supuestamente viven a expensas de la sociedad, ¿no es la cruda expresión del lenguaje más depurado que mantienen los economistas ortodoxos cuando pregonan diversas medidas para exhortar a (…)
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