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Un reguero de muerte deja conflicto palestino-israelí

La guerra más larga

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Carlos Araya Vargas, de la serie No Man’s Land (Díptico, Óleo sobre tela), 2019
(Exposición en Galería 3.14 hasta el 15 de septiembre)

Desde hace varias semanas, el mundo está en suspenso por las negociaciones para detener la guerra en Gaza. Con anuncios optimistas —“nunca estuvimos tan cerca de un acuerdo”—, pero conclusiones decepcionantes —“nos volveremos a ver la semana que viene”—. Bajo el pretexto de las negociaciones que mantienen a los observadores en vilo, la destrucción del enclave se intensifica, al igual que las violentas acciones de los colonos en Cisjordania. No obstante, a fines de julio, por las amenazas de una guerra regional, en Washington aumentó la sensación de urgencia: en Beirut, el asesinato por parte de Israel de un importante jefe militar de Hezbollah, Fouad Chokr, y, en Teherán, el de Ismaïl Haniyeh, jefe de la sección política de Hamas, fueron muestra de haber cruzado todas las “líneas rojas”. La promesa de represalias por parte de Irán, así como por el secretario general de Hezbollah, Hassan Nasrallah, empujó al presidente Joe Biden, preocupado por que lo arrastren hacia una aventura incontrolable en pleno año electoral, a intentar salir del punto muerto, protegiendo al mismo tiempo los intereses de Tel Aviv.

Territorio reducido

Ese es el sentido de su plan en tres fases. La primera consta de un cese el fuego de seis semanas, la retirada de Israel de todas las zonas pobladas de Gaza, la liberación de algunos rehenes —en primer lugar, los ancianos, las mujeres y los heridos— y la restitución de los cuerpos de aquellos que sucumbieron durante los combates, en intercambio de varios cientos de detenidos palestinos; los civiles palestinos podrían volver a sus hogares, incluso en el norte del enclave. La ayuda humanitaria sería considerablemente aumentada. Durante este período, Israel y Hamas negociarían los acuerdos necesarios para preparar el final definitivo de los combates. La segunda fase incluye la liberación de todos los rehenes, incluso los soldados, y la retirada total de las fuerzas israelíes del enclave, y conduciría a “el cese permanente de las hostilidades”. Por último, durante la tercera etapa se definiría un plan masivo de reconstrucción del territorio palestino.

Dos elementos hicieron que Hamas apoyara ese plan —la interrupción definitiva de la guerra y la retirada total del ejército israelí de Gaza—, previo a que Israel fijara nuevas exigencias, que fueron aceptadas por Estados Unidos: mantener su control sobre el corredor Filadelfia, una franja de 14 kilómetros que corre a lo largo de la frontera con Egipto, y sobre el corredor Netzarim, que corta a Gaza entre el Norte y el Sur, para “supervisar” el retorno de los palestinos a sus hogares. Por otra parte, que el compromiso sobre un cese el fuego duradero sea lo suficientemente impreciso como para que los combates se puedan reanudar cuando Israel lo decida.

Porque Benjamín Netanyahu quiere seguir con la guerra, y no solamente en Gaza. Desde mediados de agosto multiplicó los ataques contra el Líbano. Un raid contra un depósito de la ciudad de Nabatieh, el más mortífero desde el comienzo del conflicto, produjo diez muertes durante la noche del 16 de agosto, entre ellas una familia siria de seis personas, en plenas negociaciones para un cese el fuego. Así, espera llevar a Hezbollah a una escalada fuera de control. Sin embargo, todas las señales provenientes de Teherán confirman que “el eje de la resistencia” no quiere un conflicto regional. En cambio, como señala el periodista Nahoum Barnea en el diario Yedioth Ahronoth, el objetivo del primer ministro “es arrastrar al gobierno estadounidense a una guerra contra Irán, como lo viene intentando desde el 2010. Es su misión en la vida, que podrá garantizarle su lugar en la historia —y ‘su victoria total’—” (1).

Por el momento, Netanyahu ganó su lugar en la historia asumiendo la responsabilidad de una de las guerras más mortíferas del siglo XXI. En el momento en que se superó el número de 40.000 muertes en Gaza —ya nadie lo cuestiona, si no es para decir que está subestimado—, es decir, el 2% de la población total, el diario israelí Haaretz (…)

Artículo completo: 2 053 palabras.

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Alain Gresh

Director de la revista en línea Orient XXI.

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