Ciclos de malestares

Las desigualdades en todos los ámbitos de la vida diaria, los abusos de poder cotidianos, la codicia de los especuladores, la impunidad histórica y la nueva de quienes cometen delitos de cuello y corbata, la mala calidad de vida, los salarios que no alcanzan, la postergación de los más pobres, la discriminación de clases y género, y una lista aún más larga de distintas formas de opresión fueron las causas de raíz del levantamiento popular de octubre de 2019. Un hecho histórico que, más allá de las salidas políticas que fueron experimentadas, ha marcado al país. Y seguirá haciéndolo.

La revuelta social no se explica sin sumar a los malestares la amplia y multifacética movilización popular previa a octubre. En el ciclo corto de organización y movilización se inscriben los estudiantes, trabajadores (sobre todo los movilizados contra las AFP) y el muy potente despliegue del feminismo, que se constituye en uno de los pilares más fuertes desde el punto de vista ideológico, organizativo autónomo y creatividad.

La sociedad chilena, sobre todo aquella parte que apoyó, participó o miró con esperanzas esos momentos, todavía no tiene una mirada común de esas semanas y meses que parecieron colocar el país al revés y en una ruta de cambios hacia una mejor vida. Un cambio de esos que Chile suele registrar cada tres o cuatro décadas. Las enseñanzas y experiencias que ha dejado el 18-O todavía están por desentrañar y sintetizar como patrimonio de los movimientos sociales y de los sectores que buscan la prosperidad, la equidad y el término de las desigualdades.

El proceso de cambio constitucional, que buscaba resumir y conducir la demanda social, se vio frustrado o interrumpido por un error en la apreciación sobre el estado de la relación de fuerzas. Las fuerzas en juego no eran estables, la revuelta no dejó mayorías instaladas, quizás por la ausencia de conducción política del proceso, como se apreció durante las semanas de copamiento de las calles e (…)