Hace un año, el 7 de octubre de 2023, el sangriento ataque contra Israel que perpetraron Hamás y sus aliados desde Gaza hizo entrar a Medio Oriente en un ciclo de violencia de gran envergadura por la respuesta y después la venganza devastadoras de Tel Aviv. Lejos de atenuarse, este conflicto, apenas suspendido por un alto del fuego de algunos días en diciembre, abre el camino a una guerra regional que involucraría a Siria, a Irán y sobre todo al Líbano. Mientras que sigue habiendo combates en la región palestina, donde la cifra de muertos supera los 40000, el primer ministro Benyamin Netanyahu, su gobierno y el estado mayor militar parecen decididos a abrir un frente importante en el norte a fin de desguazar a Hezbollah. Ya un objetivo desde hace varios meses como respuesta a sus disparos de cohetes en Galilea (1), el partido-milicia acaba de sufrir dos reveses en el lapso de pocos días. Primero, el 17 y 18 de septiembre, cuando en múltiples lugares de Beirut y sus suburbios del sur explotaron distintos aparatos de transmisión (beepers, walkies-talkies) de manera casi simultánea. Este ataque de un nuevo tipo fue atribuido a los servicios secretos israelíes y costó la vida a alrededor de 40 personas, además de dejar 3000 heridos. Muchas de estas víctimas eran miembros de Hezbollah, pero también se cuentan civiles, entre ellos niños y personal sanitario (2).
Dos respuestas
Después, un bombardeo de la aviación israelí costó la vida a varios responsables de la formación libanesa, entre ellos a Ibrahim Aqil, comandante de las operaciones y figura emblemática de la lucha armada que lleva adelante dicho partido contra Israel. Denunciando que Tel Aviv había cruzado “todas las líneas rojas”, el sheik Hassan Nasrallah, secretario general y guía religiosa de Hezbollah prometió “un terrible castigo” para Israel (3). ¿Nos estamos dirigiendo entonces hacia una nueva guerra comparable con la de los “treinta y tres días” de 2006 (4)? En el momento en que entregamos este artículo, existen dos posibles respuestas antagónicas para esta pregunta. La primera se fundamenta en un statu quo relacionado con la obstinada voluntad de Hezbollah de no avanzar más allá de su estrategia de hostigar a Israel. Así, los ataques cotidianos llevados adelante contra objetivos militares no tendrían como finalidad más que hacer presión sobre Israel para que por fin se acuerde un alto del fuego en Gaza. Al constituir una amenaza permanente, el partido libanés obliga a Tel Aviv a movilizar tropas en el norte, lo que hace algo más laxa la presión que sufre Hamás. Más importante todavía, al obligar a miles de civiles israelíes a evacuar sus hogares, Hezbollah le crea un problema político nodal a Netanyahu, quien tiene que lidiar con la ira (…)
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