El pasado 7 de julio, el Nuevo Frente Popular francés, compuesto por cuatro partidos de izquierda y ecologistas ganó 182 bancas de diputados sobre 577, superando a la coalición presidencial (168 bancas) y a la Agrupación Nacional y a su aliado de derecha (143). Dos meses más tarde, el presidente de la República designó a un primer ministro, Michel Barnier, proveniente de una formación neoliberal y conservadora, Los Republicanos (LR), que acababa de obtener aproximadamente el 5% de los votos en primera vuelta y de hacer elegir a 47 diputados al final de la segunda. Deberá gobernar con el consentimiento de la extrema derecha, contra la cual las grandes formaciones (salvo LR) habían formado una coalición el 7 de julio, y con el apoyo parlamentario del partido presidencial, indiscutido perdedor de las elecciones. Esta disonancia entre el voto de los franceses y su representación política se convirtió en habitual: en efecto, Barnier, tal como sus predecesores, tendrá que seguir la hoja de ruta europea rechazada en el 2005 por el 54,7% de los votantes.
El golpe de fuerza de Emmanuel Macron fue posible por la imposición de una mentira transmitida por gran parte del mundo político y por todos los principales medios de comunicación: Jean-Luc Mélenchon y Francia Insumisa (LFI) serían “antisemitas”. La acusación –el mismo tipo de falsa información que las autoridades francesas combaten cuando proviene de Moscú o de la Torre Trump– permitió que el poder apartara al principal grupo parlamentario de izquierda, rehabilitara a la extrema derecha (que, por su parte, habría dejado de ser antisemita) y justificara así la marginación de la coalición que contaba con el mayor número de representantes al concluir unas elecciones marcadas por una tasa de participación (66,7%) muy superior a la de las elecciones anteriores.
La violencia del ataque contra LFI, sumada a la ausencia de elementos probatorios capaces de justificarla, generan vértigo. “¿Qué piensa la banda de Mélenchon?”, exclamó Philippe Val en Europe 1 (2 de septiembre de 2024), “¡Que vamos a mirar cómo los antisemitas y amigos de antisemitas se instalan en los ministerios como las vacas miran pasar el tren!”. Para impedir ese peligro, el exdirector de Charlie Hebdo y de France Inter instó a “todos los franceses que se respetan a sí mismos” a que los “echen de los ministerios de la República”. Y luego amenazó: “Les prometemos que van a vivir un infierno, porque no aflojaremos hasta que sea el momento de que se vayan!”.
En Le Figaro (5 de julio de 2024), una fila de intelectuales, entre ellos Pascal Perrineau, profesor en Science Po, cuyo Centro de Investigaciones Políticas (CEVIPOF) dirigió durante más de veinte años, doctor de Estado, titular de cátedra, llamó “a bloquear al Nuevo Frente Popular, coalición que consideramos que constituye hoy la principal amenaza para los franceses judíos y, más ampliamente, para Francia”. Los firmantes apuntaron más particularmente a “Francia Insumisa, ese partido que hizo del odio antijudío una estrategia electoral”.
Una fuerte campaña
El mismo diario conservador publicó el 20 de junio de 2024 las reflexiones de Alain Finkielkraut, de la Academia Francesa, que calificó a Mélenchon de “jefe de filas de la judeofobia contemporánea”. “Aymeric Caron, David Guiraud, Danièle Obono, Sébastien Delogu, Mathilde Panot, Rachel Keke, Thomas Portes, Louis Boyard, esos candidatos investidos por el Nuevo Frente Popular juegan la carta de Pétain, de Maurras, incluso de Adolf Hitler”, agregó quien también es productor de un programa en France Culture. Y adivinen cuál fue la primera pregunta que atravesó la mente de Apolline de Malherbe cuando recibió a la diputada de izquierda Clémentine Autain en BFM-RMC el 14 de noviembre de 2023: “¿Es Jean-Luc Mélenchon antisemita?”. La formulación del periodista Benjamin Sportouch en Arte (“28 minutos”, 24 de junio de 2024) fue apenas diferente: “Raphaël Enthoven, una pregunta muy simple: ¿es el LFI un partido antisemita?”; “LFI es el principal partido antisemita de Francia”, respondió sin dudar el editorialista en Franc Tireur.
“Francia Insumisa es un partido antisemita. Ese partido antisemita está en una posición dominante en el Nuevo Frente Popular”, consideró también Bernard Henri Lévy en Le Point (27 de junio de 2024). El semanario multiplicó las portadas sobre los supuestos hechos dañosos de LFI (“Islamismo y antisemitismo. Cómo se rompieron los diques”, sobre el fondo de un retrato de Mélenchon, 2 de noviembre de 2023), sin dudas inspirado por su editorialista estrella Franz-Olivier Giesbert, cuya capacidad de discernimiento merece ser cuestionada: “Hoy hay una ‘izquierda iraní’ encarnada por Jean-Luc Mélenchon y sus seguidores. [...] Hoy, como en tiempos del Führer, la Internacional Antisemita, hoy por hoy bajo el yugo de Teherán, pretende hacer desaparecer a los judíos de la superficie de la Tierra. El plan debería ser evidente para todos: se trata de favorecer la multiplicación de los actos antisemitas con el fin de presionar a los judíos para que se vayan del país y se refugien en Israel, donde está previsto, llegado el momento, cortarles el cuello” (Le Point, 29 de agosto de 2024). En lo sucesivo, la violación de una niña judía o el incendio de una sinagoga incitan inmediatamente a los dirigentes editoriales a imputar la inspiración de esos crímenes a los Insumisos, a tal punto que una diputada macronista, Caroline Yadan, sugirió “la disolución de LFI para luchar contra el antisemitismo” (X, 8 de agosto). Disolver un gran partido de la oposición, ¿por qué demonios no lo pensamos antes?
Semejante desmesura —el término ultraje está reservado a Mélenchon— sería sin dudas menos concebible sin la implícita luz verde otorgada al resto de la manada por los medios de comunicación llamados de referencia, los que (…)
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