La disputa por la memoria reciente

Sin embargo, la batalla continúa. Y es que este terremoto que hoy vive el poder político y judicial, deja en evidencia el desprecio que tiene la élite hacia los pueblos: somos las rotas de mierda, los patéticos, los peligrosos cuando tienen poder. Asimismo devela los abusos, la corruptela y la impunidad contra la que nos movilizamos cinco años atrás. Y bueno, también nuestra inocencia respecto de la magnitud de las tenazas del monstruo del poder.

Pensar hoy en octubre es pensar en todo lo que puede un pueblo, los pueblos, cuando se levantan ante la precarización, el despojo y la indolencia. Es hacer memoria para no olvidar lo que fuimos y lo que podemos ser.

Fuimos parte de un proceso de insurrección popular que abrió un nuevo momento político. Chile y el mundo entero supo nuestras reivindicaciones, anhelos e indignaciones acumuladas tras décadas de violencia, pero también tras años de organización y lucha. En octubre se multiplicaron colectivas, asambleas territoriales y espacios de cuidados y sostenimiento de la vida. Se derribaron monumentos coloniales y durante meses se tuvo al poder político contra las cuerdas. Fuimos las organizadas y las que no. Fuimos transfronterizas, euforia, potencia, radicalidad, pero también humildad de reconocer lo pequeño que son nuestros esfuerzos en la marea de las multitudes.

Apuesta constituyente

El acuerdo de noviembre fue, indudablemente, el inicio del fin de la revuelta. Entre gallos y medianoche la élite hizo un pacto que salvó el gobierno de Piñera y que abrió un proceso constitucional sobre el que gran parte del mundo social tenía dudas. La pandemia, la desmovilización en curso y la necesidad de dar la disputa programática fueron clave para que algunas organizaciones decidieran estar. Desde ese momento se abrió una grieta entre quienes apostaron por participar y quienes no. Ambos con razones legítimas para hacerlo.

La mayoría del mundo social y popular que fue parte del proceso estaba consciente de que las transformaciones sociales no pasarían por la disputa institucional ni por la creación de una nueva Constitución. Sin (…)