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Temporada de huelgas

Desde hace más de un año, mientras la campaña presidencial monopoliza las ondas sonoras, las pantallas y la red, un rumor sordo se hace escuchar, nunca lo suficientemente lejos, siempre de fondo. El clamor, que se reconoce entre todos los demás, es el de los eslóganes coreados en los piquetes de huelga por los trabajadores furiosos. Suena desde las ciudades portuarias del este y el sur hasta las fábricas aeronáuticas del noroeste pacífico, desde los grandes hoteles de Nueva Inglaterra y California hasta los complejos de balnearios de Hawai. En todas partes, las mismas reivindicaciones: terminar con más de una década de estancamiento salarial y abusos patronales.

Huelga en los puertos

A principios de octubre, 45.000 estibadores interrumpieron su trabajo en unos cuarenta puertos de las costas este y sur, en Nueva York, Baltimore, Savannah, Nueva Orleans o incluso Houston, entre otros lugares. Hacía cerca de cincuenta años que los obreros del sector, representados por la International Longshoremen’s Association (ILA), no hacían una huelga. El movimiento duró apenas tres días, pero hizo temblar al poder. La capacidad de la ILA de bloquear todo un segmento de la actividad portuaria amenazó con poner fin a un largo período de buena salud económica. “Sin nosotros, nada se puede mover, ¡nada!”, tronó Harold J. Daggett, el presidente del sindicato, frente a varias decenas de trabajadores en Elizabeth, New Jersey. En plena campaña presidencial, el alcance político del acontecimiento no se le escapó a nadie. Contrariamente a la International Longshoremen’s and Warehousemen’s Union (ILWU) –que representa a los trabajadores portuarios de la costa oeste y que tiene un fuerte sesgo de izquierda–, la ILA se cuenta desde hace largo tiempo entre las organizaciones sindicales más conservadoras del país. La administración Biden hizo saber de inmediato que no activaría la ley Taft-Hartley. Este texto, que data del 23 de junio de 1947, permite al presidente solicitar a un juez que suspenda la huelga por 80 días si considera que pone en peligro la “seguridad nacional”. Mientras tanto, la secretaria de trabajo en funciones se apuró a reunir alrededor de la mesa de negociaciones a los representantes de la ILA y a los de la Alianza Marítima de Estados Unidos, que agrupa a los empleadores, para encontrar una salida a la crisis.

Los estibadores, ¿obtuvieron lo que querían? Sí en lo que concierne a los salarios, puesto que el acuerdo de principio que cerraron con la patronal prevé un aumento de 62% de acá a seis años, fecha de expiración del convenio colectivo –sabiendo que las remuneraciones del sector son ya bastante holgadas. En cambio, habrá que esperar al 15 de enero de 2025 para que se reinicien las discusiones sobre la cuestión, mucho más espinosa, de la automatización de las terminales portuarias, que la profesión identifica desde hace ya bastante tiempo como un peligro existencial. En efecto, las empresas buscan, y por todos los medios, liberarse de la mano de obra humana, sea generalizando el transporte y la distribución mediante contenedores, sea estandarizando los procesos, o bien instalando sistemas informatizados para hacer un seguimiento y contabilizar todo lo que transita por los puertos. Hasta ahora, la ILA aceptó la introducción de máquinas “semiautomatizadas”, pero se opuso a la introducción de equipamientos totalmente autónomos que eliminasen toda intervención humana. Ahora bien, las negociaciones de enero discutirán precisamente dichas disposiciones.

Huelga en los aires

Representantes de los trabajadores y de la dirección llegaron a un acuerdo de principio el 19 de octubre. Se sometería a votación el 23 de octubre. Desde el 13 de septiembre, alrededor de 33.000 obreros en huelga paralizaron varias fábricas Boeing en el estado de Washington y Oregon. El movimiento, que pareció tomar a la compañía por sorpresa, estalló en el contexto de la renovación del convenio (…)

Artículo completo: 1 663 palabras.

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Rick Fantasia

Profesor de Sociología en Smith College de Northampton, Massachusetts.

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