Apenas aterrizaron en la pista del aeropuerto internacional Toussaint-Louverture de Puerto Príncipe, el 25 de junio de 2024, los doscientos policías en uniforme dieron unos pasos de baile. La escena tiene todos los condimentos de un clásico drama colonial: un ejército extranjero llega para salvar un país tropical sumido en el caos. Pero estas tropas tienen una cara nueva: embarcaron el día anterior en Nairobi, a 12.000 kilómetros de distancia, como el primer contingente keniano de la Misión Multinacional de Apoyo a la Seguridad (MMAS), enviado para “combatir las bandas”, y “restaurar la seguridad” en Haití. Desde el asesinato del presidente Jovenel Moïse el 7 de julio de 2021, las organizaciones criminales, que controlan el 80% de la capital, han asesinado a 12.000 personas y obligado a otras 600.000 a huir de sus hogares (1).
Una resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas del 2 de octubre de 2023 creó la MMAS y decidió su despliegue. Estados Unidos, con el apoyo de Francia, ejerció toda su influencia para que se creara. Es el principal patrocinador, a través del aporte de 300 millones de dólares en fondos para apoyo logístico, inteligencia, personal y equipamiento militar (2). Rusia y China se abstuvieron en la votación de la resolución, subrayando los peligros de cualquier forma de injerencia extranjera en el país y la necesidad de respetar su soberanía. Como explicó ante la Asamblea General de las Naciones Unidas el 14 de octubre de 2023 el presidente de Kenia, William Ruto, el despliegue de esta fuerza es un acto “histórico”, un “compromiso panafricano” y una expresión de la necesaria “solidaridad con el pueblo haitiano que ha sufrido el peso del saqueo y la represión coloniales, las represalias y la explotación poscoloniales”.
Esbirro de Estados Unidos
Sin embargo, en África, el Caribe y Estados Unidos se alzan voces para denunciar una “invasión militar tercerizada” por la Casa Blanca, “el imperialismo occidental de rostro negro” (3). En mayo de 2024, con motivo de una visita de Estado de Ruto a Washington, el presidente estadounidense Joseph Biden elevó a Kenia al rango de “principal aliado no miembro” de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), un honor hasta entonces reservado a veinte países, ninguno de ellos del África subsahariana. Nairobi y Washington ya cooperan en la lucha “contra el terrorismo”, en particular el de los shebab somalíes. Los estadounidenses ven en el país de África Oriental –que alberga bases militares estadounidenses y británicas (4)– un polo de estabilidad y dinamismo económico regional. En una carta abierta, el escritor keniano Ngũgĩ wa Thiong’o interpeló a su presidente: “Mientras usted estaba en la Casa Blanca, los haitianos se manifestaban en las calles y lo trataban de esclavo. (…) ¿Cuándo aceptó convertirse en el esbirro de la OTAN en la lucha de Estados Unidos contra Rusia y China por el acceso a los recursos del continente?” (5).
Durante su reunión, Joseph Biden prometió a su homólogo enormes inversiones en el sector de las nuevas tecnologías. Gigantes como Google y Microsoft ya han establecido sus sedes africanas en Nairobi –apodada ya la Silicon Savannah– y tienen previsto inyectar otros 20.000 millones de dólares. También se prevén asociaciones en el sector de las energías renovables y en la lucha contra la malaria y el VIH. Pero, en particular, el presidente estadounidense aseguró a Kenia su apoyo para obtener nuevos préstamos del Fondo Monetario Internacional (FMI). Por su parte, Ruto ha impulsado un presupuesto de austeridad para ganarse a la institución financiera. Los fuertes aumentos de los impuestos en el combustible y los alimentos desencadenaron manifestaciones masivas en todo el país. El día en que las fuerzas kenianas llegaron a Haití, la policía mató a cinco manifestantes e hirió a más de treinta personas en Nairobi. Al día siguiente, una multitud enfurecida incendió parte del Parlamento. Entre el 18 de junio y el 1° de julio de 2024, la represión dejó al menos 39 muertos. Las organizaciones no gubernamentales de Kenia llevan varios años denunciando desapariciones forzadas y ejecuciones extrajudiciales, sobre todo de jóvenes de los barrios pobres.
Estos atropellos de las fuerzas de seguridad kenianas llevaron a Amnistía Internacional a alertar al Consejo de Seguridad de la ONU en una carta abierta el 18 de agosto de 2023 y a pedir que se establecieran salvaguardias con vistas al despliegue de la MMAS (6). La resolución del 2 de octubre de 2023 por la que se autoriza la MMAS se adoptó en virtud del Capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas, destinado en general a países en guerra. El texto precisa que esta fuerza responde a la responsabilidad exclusiva de los países participantes, a diferencia de las operaciones de mantenimiento de la paz (OMP) desplegadas por la ONU bajo supervisión internacional. Esta elección se explica por el desastre de la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas (…)
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