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La industria automotriz en ruinas

El fin de “la Detroit italiana”

La baja del poder adquisitivo, el alza de los precios de la energía y las materias primas, la competencia china y la transición hacia los automóviles eléctricos golpean con fuerza a lo que supo ser la floreciente industria automotriz italiana. Sin apoyo del Estado, el sector se va pinchando lentamente pese a los reclamos de sus trabajadores.

Se la llamaba “la Detroit italiana”. Durante décadas, Turín fue uno de los corazones que daban vida a la industria automotriz europea. En esta ciudad del Piamonte, en el noroeste del país, nació Fiat –Fábrica Italiana de Automóviles de Turín– hace 125 años, antes de convertirse en la mayor empresa a escala nacional. En 1967, en el punto más alto del milagro económico italiano, la fábrica de Mirafiori, en el sur de la ciudad, producía 5.000 automóviles por día y empleaba a 52.000 personas. Sin embargo, hoy reina el silencio en una gran parte del lugar: con una producción que está en sus cotas más bajas, la mitad de los tres millones de metros cuadrados de superficie está abandonada, y la mayor parte de los treinta y tres portones que recibían en otros tiempos un flujo continuo de obreros y materiales está cerrada.

Lenta agonía

“Es una agonía lenta”, sintetiza Giacomo Zulianello, recepcionista en la Carrozzeria, el taller de ensamblaje de los automóviles dentro de la fábrica. Desde sus inicios en la cadena de montaje en 1985, vivió al ritmo de las sucesivas transformaciones de la empresa: las compras de Kancia, Abarth, Alfa Romeo y Maserati, la fusión con Chrysler en 2014 y, en 2021, el acuerdo con el grupo Peugeot- Citroën, que dio origen a Stellantis. Nos encontramos con él frente al portón 2 después de una extraña jornada de trabajo: Zulianello forma parte de los más de 2.000 obreros de la Carrozzeria que está parcialmente sin trabajo desde 2008. Según la Federación Italiana de Obreros Metalúrgicos (FIM-CISL), apenas pudieron trabajar catorce días entre julio y septiembre pasados. “De casi 1.700 euros que yo debería ganar, sólo cobro 1.150. Nos cuesta mucho llegar a fin de mes, tengo que dar vuelta la alcancía para pagar el dentista; algunos de mis colegas se endeudaron para financiar los estudios de sus hijos”.

Hoy Mirafiori produce, y de a rachas, apenas tres modelos: el Fiat 500 eléctrico y dos Maserati de lujo. En el transcurso de los nueve primeros meses de este año, se ensamblaron 22.240 vehículos, es decir, una baja del 70% en relación con el mismo período de 2023. La fábrica de Turín sufre la crisis que atraviesa a Stellantis y al conjunto de la industria automotriz europea bajo el efecto conjugado de diversos factores: la baja del poder adquisitivo de los consumidores, el alza de los precios de la energía y las materias primas, la competencia china en aumento, la compleja transición hacia el funcionamiento en base a la electricidad impuesto por la Unión Europea, que decretó, en marzo de 2023, la prohibición de la producción de vehículos térmicos a partir de 2035.

Pero el abandono de Mirafiori también pone el sello al fracaso de la política industrial de Roma: desde octubre de 2016, el Estado pagó, primero a Fiat Chrysler Automobiles (FCA), y después a Stellantis, 100 millones de euros en ayudas para sostener la producción y evitar la pérdida de puestos de trabajo en los distintos centros italianos del grupo, sin contar los préstamos garantizados y los 900 millones de euros desembolsados para financiar el trabajo part-time (1). A pesar de eso, la empresa siguió concentrando sus inversiones fuera de Italia mientras que la producción en el país continuaba disminuyendo, al igual que el número de empleados: de 71.000 hace veinte años, se pasó a 42.000 en la actualidad. En Mirafiori quedan 12.000, o sea, la mitad de hace quince años, de los cuales 6.000 son obreros.

Falta de visión política

“Lo que le faltó y le sigue faltando a (…)

Artículo completo: 1 851 palabras.

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Paolo Valenti

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