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2025 Una vendimia en el ojo del huracán. Por Sebastián Fuentes Germany

Ya finalizada la cosecha 2025 en nuestro país, es posible para los productores de uva, sacar cuentas alegres, debido a los altos precios. En la otra cara de la moneda, el alto precio de la uva deja a los compradores, con un sabor amargo y estimamos con seguridad que existe una baja en la compra de kilogramos de uva, respecto del año 2024.

Esta noticia, respecto de la baja en la compra de kilos que se traduce en menor producción de vinos, lo cual nos lleva a presumir de un alza en el valor de los vinos a granel. Esto unido a existencia y stock actual de vinos del año 2024, lo que es otra buena noticia para quienes hicieron vino el año anterior por el bajo precio de la uva durante la vendimia 2024.

Todo esto podría ser esperanzador si no fuera por el reporte elaborado por el director general de la Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV), John Barker, quien señala que “el consumo de vino en 2024 cayó a cifras de 1961 con 214 millones de hectolitros, un 3,3% menor que en 2023, en un escenario de cosecha corta con 226 millones de hectolitros, un 4,8% menos que el año anterior”. En palabras simples se consume menos vino y se produce menos vino, según el último informe de la OIV.

La baja del consumo se atribuye a un cambio del consumidor, una generación nueva la cual consume poco alcohol, unido a los precios elevados por efectos externos, como por ejemplo el aumento del valor de los insumos, costos de transporte marítimos y actualmente la amenaza de aumento de aranceles en EEUU.

Para nuestro país, con vocación exportadora de vinos, son malas noticas en muchos sentidos, dado que los altos consumos per cápita se dan en general en países productores de vino como Portugal, Italia, Francia, Suiza, Austria, Australia, Alemania y España. Se abre una ventana oportunidad en el arranque de viñedos en estos países para buscar un equilibrio entre la oferta y la demanda, en ese contexto en lo que va del año 2025 hemos exportado como país 6% menos de volumen y 0,3% de valor respecto a marzo 2024 según ODEPA. Esto puede ser interpretado como una valorización del vino chileno para amortiguar la baja de litros.

Lo anteriormente analizado, estimamos, que se debe en parte a la reducción de la producción en países como Australia, España y Francia, que buscan así aumentar el precio de la uva y por consiguiente de los vinos.

Creemos además, que la disminución de consumo se apunta a un cambio generacional, Se estima que la llamada “generación Z”, adultos de entre 20 y 30 años, según diversos estudios y encuestas consumen un 15% del volumen de alcohol de lo que consumía la generación anterior, los llamados “millenials”. Lo anterior se une a los precios elevados de los vinos respectos a competidores como la cerveza, alta competencia o diversidad de países productores de vinos como Uruguay, considerada la novedad de Sud América o la fuerte arremetida de Perú en la materia, que si bien no es un país de conocida tradición vitivinícola, la política estatal ha llevado a revitalizar una antigua industria de vino asociada al pisco. El diario Perú 21 en su cuerpo gastronómico anuncia “La norma crea el Consejo Nacional de Vitivinicultura (Conavit), encargado de formular políticas y estrategias para el fomento del cultivo de la vid y la elaboración de vinos de calidad.”, la apuesta es aprovechar la creciente oferta de gastronomía de vanguardia en Perú. Es decir, se unen los factores de un mercado en reducción con nuevos actores buscando su lugar en el mercado mundial.

En nuestro país, se ha buscado dinamizar las ventas con ferias de vinos en varias ciudades, ventas directas en bodegas, ofertas en supermercados y tiendas especializadas. El problema radica en la fuerte vocación de exportación enfocada en el volumen y el bajo consumo interno que estructura el mundo del vino nacional.

Retomando temas productivos de uva y vino en Chile, la crisis hídrica en la zona central ha obligado a arrancar viñedos, como ha sido el caso de Casablanca, en la Región de Valparaíso. Además existen casos en que los viñedos dan paso al uso urbano o habitacional, o turístico, como el caso del Valle de Colchagua, o el caso de la silvicultura, que implica plantaciones forestales en zonas que antiguamente eran de viñedos, como en Maule o Ñuble, que han ido haciendo desaparecer viñedos antiguos en pro del desarrollo de actividades económicas extractivas más rentables que la viñatera y vitivinícola.

En todo este proceso, además, se ha ido perdiendo la cultura campesina, que ha tenido nuevos exponentes que buscan rescatar este patrimonio intangible. Un ejemplo clásico serían los viñedos de Ñuble reducidos frente a al uso forestal, su uva hasta hace 20 años era considerada “mala”, y los viñedos fueron abandonados por la migración hacia centros urbanos en busca de oportunidades en la ciudad. Esto se traduce en viñedos “botados” sin trabajar hace años, una población viñatera con un promedio de 50 años o más que en general no tienen recambio en el método de cultivo de la vid en “Secano”. Paradójicamente este 2025 un crítico inglés, Tim Adkin, eligió como el mejor vino de su reporte un vino producido en estas zonas de rezago con viñedos viejos de cepas antiguas despreciadas desde el siglo XIX , momento en el que se decidió girar hacia cepas francesas. Se ha intentado cambiar esta situación, de disminución de exportación, mediante la creación de rutas de enoturismo para ventas directas, genera dinamismo en zonas de rezago entre otras iniciativas donde el vino es considerado un embajador, articulador pero sobre todo un agente movilizador hacia territorios olvidados del Chile profundo.

El problema y motivo de esta columna es analizar y hacer presente la ausencia de un diagnóstico global del descenso sistemático y sostenido de consumo de vino a nivel mundial en países productores, mercados maduros como China (actualmente productores) y el consumo interno como un mal necesario para muchos.

Quisiera plantear ciertos caminos para problematizar la baja del consumo, iniciar por la transición poco estudiada del vino como un alimento cotidiano en la generación de nuestros abuelos y bisabuelos, a pasar a ser un objeto de lujo y apreciación actualmente. Las dinámicas sociales pausadas como sobre mesa o comidas extendidas donde el vino era sinónimo de conversación están en retirada a nivel generalizado. La irrupción de bebidas energéticas como objeto que viste al consumidor por lo masivo y conocido de estas marcas entre los jóvenes, finalmente un rol de la industria del vino de promover el conocimiento excesivo de los vinos, cepas, suelos, regiones y demás para recién poder “apreciar” el real valor del vino.

Las cuentas alegres obtenidas por los productores de uva en esta vendimia 2025, quizás sólo sean el ojo del huracán de una crisis sin tregua que amenaza al vino desde varios flancos, pero sobre todo destruye el negocio que fue prometedor a principios del siglo XXI.

`` Sebastián Fuentes Germany
Geólogo y Master en Vino, Viña, Terroir

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