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¿Razonable o popular?

Irlanda: Los dilemas del Sinn Féin

En febrero de 2015, el entonces presidente del Sinn Féin (“Nosotros mismos” en gaélico) Declan Kearney celebraba la llegada al poder de Syriza en Grecia y los éxitos electorales de Podemos en España. Para él, se trataba de manifestaciones de una “guerra ideológica que se propaga por toda Europa occidental y América, y que repercute en la sociedad irlandesa” (1). Sin embargo, para 2020, hacía mucho tiempo que Syriza había sido expulsado del poder sin haber logrado poner fin a los planes de austeridad que devastaban a la sociedad griega, mientras que Podemos había formado una alianza con un socio más poderoso que él –el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) de Pedro Sánchez– y había renunciado a convertirse en la fuerza dominante de la izquierda española.

Por su parte, el Sinn Féin no perdía la esperanza. En las elecciones generales de febrero de 2020, obtuvo casi una cuarta parte de los votos y superó a los dos partidos tradicionales de centroderecha, Fianna Fáil (“Soldados del Destino”) y Fine Gael (“Familia de los Irlandeses”), que formaron una gran coalición con los Verdes para mantener al Sinn Féin al margen del gobierno. El partido continuó su trayectoria ascendente a lo largo de los años 2022 y 2023, y se consolidó como la formación más popular con un promedio del 33 % de opiniones positivas en las encuestas. En resumen, mientras sus aliados del sur de Europa enfrentaban un futuro sombrío, el Sinn Féin disfrutaba del viento a su favor.

No obstante, el partido afrontó las elecciones anticipadas del pasado 29 de noviembre tras un acuerdo entre los tres partidos gobernantes en una posición mucho menos favorable, ya que venía de muchos meses de caída en las encuestas. Aunque el Sinn Féin perdió 5,5 puntos de votos de primera preferencia respecto del año 2020, de todas formas logró obtener dos bancas adicionales (2). Si bien tanto el Fianna Fáil como el Fine Gael registraron los peores resultados de su historia, es probable que logren formar un nuevo gobierno, posiblemente con el apoyo de los representantes independientes de derecha.

Dos velocidades

Al hacer zoom a la circunscripción del centro de Dublín, en donde se presentaba la líder del Sinn Féin Mary Lou McDonald, se puede tener una mejor comprensión de la repentina caída del partido. En esta circunscripción de la capital, con cuatro bancas a ocupar, el Sinn Féin perdió más de diez puntos respecto de 2020: una derrota humillante.

Entre los adversarios de McDonald figuraban, por el Fine Gael, Paschal Donohoe, presidente desde 2020 del Eurogrupo –la reunión mensual de ministros de finanzas de la Zona Euro– y Gerry Hutch, barón del crimen organizado que competía de forma independiente. Cada uno de estos candidatos representaba una de las dos Irlandas, de trayectorias radicalmente opuestas desde que la crisis sacudió al país en 2009, y constituían dos figuras políticas entre las que el Sinn Féin tenía dificultades para posicionarse.

En 2010, Dublín relanzó su economía y se transformó en paraíso fiscal: bajó las tasas del impuesto sobre sociedades a un 10 %, el nivel más bajo de la Unión Europea hasta ese momento (luego fue aumentado al 12,5 % contra el 9 % que, hoy en día, establece Hungría). Asimismo, la República autorizó a las sociedades a que declararan allí mismo las ganancias obtenidas en otros lados. El dispositivo tuvo tanto éxito entre las multinacionales que los economistas tuvieron que empezar a medir la actividad irlandesa sobre la base del producto bruto nacional –la riqueza producida por los residentes del país en el mercado doméstico o afuera– más que sobre la del producto bruto interno (PBI) – el valor total de la producción de un país–.

De este modo, se desarrolló una economía a dos velocidades. Por un lado, los ejecutivos empleados por las grandes empresas internacionales –en especial en sus desmesurados servicios financieros– particularmente bien remunerados que impulsan al alza los precios del mercado inmobiliario. Por el otro lado, los trabajadores excluidos del maravilloso mundo de la ingeniería fiscal, para quienes la vida se parece más a un cielo irlandés: entre gris claro y gris oscuro (3).

Donohoe representa a la Irlanda próspera. Fue ministro de Finanzas entre 2017 y 2022 y en la actualidad es ministro de Gasto Público y Plan Nacional de Desarrollo. Durante un tiempo, aspiró a que la presidencia del Eurogrupo le abriera el camino hacia la dirección general del Fondo Monetario Internacional (FMI), hasta que la búlgara Kristalina Goergieva fue elegida una vez más para un segundo mandato. No obstante, estas ambiciones internacionales no le impidieron (…)

Artículo completo: 2 368 palabras.

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Daniel Finn

Autor de One Man’s Terrorist: A Political History of the IRA, Verso, Londres, 2019.

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