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Pragmatismo antes que ideología

La geopolítica de Donald Trump

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Carolina Muñoz, Squeeze (Óleo sobre tela), 2024
(Gentileza Galería I. Croxatto - Exposición en Sala de Arte CCU a partir del 7 de enero)

Al desautorizar la decisión del presidente Joseph Biden de entregar misiles de largo alcance a Ucrania, Donald Trump ha confirmado que pretende romper con las prioridades de su predecesor. En otras partes del mundo, “Estados Unidos primero” significará extraer concesiones y recursos de otros Estados, acuerdos indiferentes a la ideología y las alianzas.

El orden mundial que el presidente electo Donald Trump tendrá el deber de supervisar en nombre de los Estados Unidos a partir del 20 de enero será el mismo que conoció el presidente Joseph Biden al final de su mandato. Sin embargo, el nuevo presidente abordará los asuntos exteriores de una manera muy diferente a la de su antecesor: su preocupación por poner a “Estados Unidos primero” modificará profundamente las relaciones de Washington con el resto del mundo.

Mientras que el presidente Biden y sus asociados ven el mundo como un gran tablero de ajedrez, en el que bloques amigos y bloques hostiles buscan obtener ventajas geopolíticas en regiones en disputa, Trump considera que el planeta es un gran Monopoly, en el que múltiples rivales luchan por tener el control de bienes preciados, ya sea propiedades inmobiliarias, mercados o recursos. Durante el mandato de Biden, lo que primó fue la ideología: la “democracia”, el “respeto por el Estado de derecho” y la adhesión a los “valores occidentales” se suponían los cimientos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y de otros sistemas de alianzas liderados por Estados Unidos. En cambio, con Trump, la política exterior debe regirse por la búsqueda desenfrenada de ventajas económicas y estratégicas.

Giro ultranacionalista

El 6 de noviembre, en la red social X, el senador Marco Rubio, elegido por Trump para el cargo de secretario de Estado, publicó un resumen conciso de la visión del mundo del próximo presidente: “En la configuración actual de los asuntos mundiales, una política exterior responsable por parte de Estados Unidos no debe basarse en fantasías idealistas, sino en decisiones pragmáticas cuyo objetivo sea priorizar los intereses nacionales esenciales de Estados Unidos”. ¿Qué entiende exactamente el senador Rubio por “intereses nacionales esenciales”? Resulta difícil decirlo, ya que tanto él como Trump han hablado sobre el tema de formas diversas, incluso a veces mutuamente contradictorias. Sin embargo, se pueden deducir cuatro principios fundamentales: perpetuar la preeminencia mundial del país, contener a China, flexibilizar las alianzas y poner el acento en la extracción de recursos. Estos objetivos resumen la política exterior de la próxima gestión.

Desde el fin de la Guerra Fría, el principal objetivo de la política exterior y militar de Estados Unidos ha sido el mantenimiento de la preeminencia mundial. En 1992, el Departamento de Defensa afirmó en un documento secreto, más tarde publicado por The New York Times, que: “Nuestro principal objetivo es impedir la reaparición de un nuevo rival. Para lograrlo, debemos procurar evitar que una potencia hostil domine una región cuyos recursos serían suficientes para convertirla en una potencia mundial si ese control se consolidara” (1). Cuando este texto –atribuido a Paul Wolfowitz, entonces subsecretario de Defensa– se hizo público, los responsables estadounidenses se apresuraron a condenar su contenido y ninguno de ellos sostuvo este tipo de posturas desde entonces. No obstante, resume las intenciones de una parte del entorno de Trump: Washington tiene que dedicarse a que Estados Unidos siga siendo la principal potencia mundial.

En la época en que Wolfowitz formuló este posicionamiento, Estados Unidos era más poderoso que sus potenciales competidores. China aún no había iniciado su meteórica trayectoria hacia el éxito económico, Rusia no había reconstruido sus ejércitos, y otros posibles rivales, como la India, no amenazaban la predominancia estadounidense. Con el paso del tiempo, la ventaja de Estados Unidos sobre esos países empezó a menguar. Para corregir el rumbo, el presidente Biden buscó estrechar los lazos con los países europeos y asiáticos que compartían las orientaciones de Washington y explicó que esas alianzas permitirían acrecentar el poder de los participantes. Los seguidores de Trump ven en este enfoque un signo de debilidad y no de fortaleza. Para “hacer a Estados Unidos grande de nuevo”, como dicen ellos, tendrán que saber librarse del abrazo de los países amigos y aliados. Además, no serán neoconservadores, como en el primer mandato de Donald Trump, quienes estarán a cargo de implementar esta política, sino los fervientes conversos –como Rubio y el vicepresidente electo James David Vance– al lema de la nueva versión de Trump: America First –“Estados Unidos primero”–.

Desde su punto de vista, preservar esa preeminencia global implica recuperar el rendimiento económico: con la globalización y el libre comercio, al trasladar actividades industriales esenciales al extranjero, se ha debilitado la economía nacional. Para ellos, la imposición de impuestos aduaneros exorbitantes logrará disminuir el volumen de importaciones –incluidas aquellas provenientes de países aliados y miembros de la OTAN– y con ello el país recuperará su (…)

Artículo completo: 2 650 palabras.

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Michael Klare

Profesor en el Hampshire College, Amherst (Massachusetts). Autor del libro The Race for What’s Left. The Global Scramble for the World’s Last Resources, Metropolitan Books, Nueva York, 2012.

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