Hace unos días, la biblioteca del Congreso acogió a diversos actores del mundo de la educación superior para discutir sobre un nuevo sistema de financiamiento estudiantil y sobre la reorganización de la deuda en educación superior, jornada que finalizó con la aprobación de la idea de legislar, dando puntapié a una conversación que para el mundo de las y los estudiantes significa años de acumulación de fuerza, instalando mediante movilizaciones y banderas, que estudiar es un derecho que debe ser garantizado por el Estado en todas sus dimensiones. Cuando observamos la evolución del Movimiento Estudiantil, ineludiblemente recordamos periodos históricos que permitieron disputar el relato común y conseguir la adhesión de un país entero, que con mucha fuerza supo ver en las luchas estudiantiles, demandas compartidas para el pueblo de Chile.
La pandemia y las crisis políticas de los últimos años, han generado repliegues en la participación, movilizando nuevas formas de vincularse con la colectividad y abriendo discusiones sobre principios y valores como la equidad, el género y la inclusión que parecieran haber estado resueltos como mínimos civilizatorios. El individuo versus lo colectivo gana posiciones y en ello, la organización estudiantil se ve influenciada por este fenómeno global, que lejos de aminorar las convicciones, nos presenta el reto de buscar con más audacia la presencia de las y los jóvenes en la orgánica universitaria.
Crisis del sistema
Los espacios de intercambio entre comunidades estudiantiles, evidencian que las crisis que sostuvimos hace más de una década respecto de un modelo de financiamiento agotado, incapaz de autofinanciarse y captor del grueso del 1,2% del PIB que se invierte en Educación Superior, siguen vigentes. En nuestras universidades públicas como la Universidad Austral o la Universidad de la Frontera, detrás de los hermosos campus verdes inundados de naturaleza, vive la crisis del sistema de financiamiento. Los mismos edificios centrales que han visto egresar a miles de profesionales que contribuyen al desarrollo del país, hoy se encuentran tomados por estudiantes y trabajadores, quienes se han visto obligados a paralizar sus actividades para visibilizar las condiciones de precariedad.
La organización del presupuesto y los mecanismos de gestión financiera en educación superior están lejos de ser una discusión sólo técnica. Requerimos mirar los problemas cotidianos del mundo estudiantil, los cuales tienen múltiples expresiones ligadas al (…)
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