
El movimiento estudiantil del 2006 fue uno de los más importantes desde el retorno a la democracia, principalmente, porque estudiantes de colegios de escasos recursos pusimos en el debate público los problemas de desigualdad que aquejaban a nuestro sistema educativo. La fuerza y transversalidad que tuvo el movimiento hizo que la agenda educativa se transformara en una prioridad no solo del gobierno, sino de toda la sociedad.
El movimiento del 2006 surgió en un contexto en que la Educación Media había tenido una masificación inédita en su cobertura, como resultado de la presión de las familias por ingresar al nivel y diversas políticas públicas que consagraron este esfuerzo, el año 2003, declarando la Enseñanza Media parte de nuestra educación obligatoria. Sin embargo, esta masificación convivía con un sistema escolar heterogéneo en su calidad y segregado socialmente. Si bien en esa época se habían impulsado distintos programas centralizados de mejoramiento escolar para revertir estas desigualdades, estos programas se veían limitados en sus efectos por un marco institucional que entregaba oportunidades educativas inequitativas y fuertemente condicionadas por el origen social.
El movimiento tuvo enormes logros en su agenda de corto plazo (extensión de pase escolar gratuito, mejoras en las becas de alimentos, entre otras); y, también, en su agenda de largo plazo. Entre el 2008 y 2009 se creó la Ley General de Educación, la Subvención Escolar Preferencial y el Programa de Integración Escolar que terminó con la subvención plana, entregando recursos adicionales a los establecimientos que atendían a los estudiantes que más lo necesitan. Con esas políticas comenzó un ajuste estructural de nuestro sistema escolar.
La pregunta que debemos hacernos ahora, casi 20 años después, es si las injusticias que movilizaron a los estudiantes han cambiado.
Sin duda, hemos avanzado en materia de acceso a diversas oportunidades educativas, siendo tal vez la más sensible, la democratización de la educación superior. Las brechas de aprendizajes por origen socioeconómico han disminuido, aunque siguen siendo demasiado significativas para el país que queremos construir. Por otro lado, la experiencia escolar ha sido enriquecida por el ingreso de nuevos profesionales. El año 2006, por ejemplo, tener equipos multidisciplinarios en los colegios -con psicólogos, educadores diferenciales, entre otros- era solo posible en contextos muy privilegiados. Hoy es una realidad en establecimientos de ingresos bajos, aunque estas nuevas realidades imponen desafíos que no siempre hemos sabido interpretar correctamente.
Tres pilares
En estos años hemos tenido una intensa discusión sobre algunos (…)
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