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La memoria colonial en la diplomacia irlandesa

Cuando Dublín se mira en el espejo de Gaza

En un contexto donde la mayoría de países europeos mantienen posiciones proisraelíes, Irlanda ha tomado un rumbo distinto. Con una historia marcada por la ocupación británica, el hambre y la resistencia, los irlandeses ven en la causa palestina ecos de su propio pasado. Sin embargo, la dependencia económica de multinacionales estadounidenses y las presiones diplomáticas limitan la capacidad de acción de sus autoridades frente al conflicto en Gaza.

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Felipe Achondo, Sigue (Óleo sobre madera, acrílico y espejo), 2025
(Exposición en Galería La Sala hasta el 17 de abril)

La tradición perdura. Desde los años 50, en marzo, la Casa Blanca se engalana con los colores de Irlanda. Washington incluso se acostumbró, bajo el mandato de William Clinton, a recibir al “taoiseach” (primer ministro irlandés) durante San Patricio (1). En el 2024, cuando Joseph Biden, con corbata verde y shamrocks (“tréboles”) en el ojal, recibió a Leo Varadkar, abordaron la guerra en el Oriente Próximo. “El pueblo irlandés está profundamente consternado por la catástrofe que se está desarrollando bajo nuestra mirada en Gaza declaró el primer ministro durante su conferencia de prensa conjunta–. Cuando viajo, a menudo los dirigentes me preguntan por qué los irlandeses sienten tanta empatía por el pueblo palestino. La respuesta es simple. Vemos nuestra historia en sus ojos. Una historia de desplazamiento, de desposeimiento, una identidad nacional cuyas cuestiones son negadas, de emigración forzada, de discriminación, y ahora... de hambruna”. Una referencia a la “Gran Hambruna”, un traumático episodio de la historia de la isla que, entre 1846 y 1849, provocó la muerte de 1,5 millones de personas debido a una contaminación de la cosecha de papas y dio inicio a la emigración masiva de irlandeses hacia América.

Lazos históricos de solidaridad

De parte de un dirigente europeo de centro derecha, ese discurso puede sorprender. Desde el comienzo de la guerra en Gaza, casi todos los Estados del Viejo Continente adoptaron posiciones proisraelíes. En los primeros días de la ofensiva militar israelí sobre Gaza en octubre de 2023, Dublín fue la primera capital en criticar su desproporción. Cuando Ursula von der Leyen visitó Israel en su cualidad de presidenta de la Comisión Europea y se explayó sobre el derecho de Israel a defenderse, el presidente irlandés Michael D. Higgins se desolidarizó, y Varadkar endureció su tono. Denunció “algo que se parece más bien a venganza”, y luego reprochó a la Unión Europea su “doble rasero” (2).

Mientras el número de muertos palestinos crecía, Irlanda reconoció al Estado Palestino el 22 de mayo de 2024, junto a Noruega y España, y luego se sumó el 6 de enero de 2025 al proceso que Sudáfrica presentó contra Israel ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) por genocidio (3). También se niega a cortar su financiamiento a la Oficina de Ayuda y de Obras de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA), cuya actividad fue sin embargo prohibida por el Parlamento israelí el 28 de octubre de 2024. Dublín incluso aportó una contribución adicional de 20 millones de euros a la Agencia en febrero de 2025, en el contexto de la entrada en vigor del acuerdo de cese el fuego celebrado entre Israel y Hamas (4).

Irlanda tiene una larga experiencia de colonialismo. La dominación británica marcó la historia de la República. Colonizada desde el siglo XII, y en olas sucesivas, comparte con Palestina una historia de ocupación –y de resistencia–. Desde hace siglos, la isla es objeto de estrategias imperiales bien conocidas por los palestinos: colonización de poblamiento, ocupación militar, partición del territorio, aplastamiento de las revueltas... Durante la “Gran Hambruna”, Londres intencionalmente dejó morir a la población de la isla. La historiadora Benay Blend, por su parte, establece un paralelo entre las detenciones administrativas llevadas a cabo masivamente por Israel sobre los palestinos y la situación de los prisioneros políticos irlandeses, particularmente durante la famosa huelga de hambre de 1981, que vio morir al republicano Robert “Bobby” Sands, así como a otros nueve militantes del IRA (Irish Republican Army) (5).

Lanzada en el 2005 en solidaridad con Palestina, la campaña internacional BDS (Boicot, Desinversiones y Sanciones) moviliza a amplios sectores de la sociedad irlandesa, desde hace mucho tiempo. Ahora bien, el arma por excelencia de los débiles toma su nombre de Charles Cunningham Boycott, capitán del Ejército Real Británico convertido en administrador de un gran terrateniente instalado en el condado de Mayo, en el oeste de Irlanda. En 1880, en un contexto de malas cosechas, y mientras los campesinos sufrían una extrema pobreza, el administrador no dudó en expulsar a los malos pagadores. Guiados por el dirigente independentista Charles Stewart Parnell, los granjeros reaccionaron. Nadie trabajaría más para el capitán. Ningún vendedor debería venderle nada más. Boycott tuvo que irse de Irlanda, pero el término persistió (6).

En 1887, a Arthur James Balfour le confiaron los asuntos irlandeses en el seno del gabinete británico. Si bien la historia recoge que él firmó, en 1917, la primera declaración oficial en apoyo de la creación de un hogar nacional para el pueblo judío en Palestina, su estadía en la “Verde Erin” le valió el sobrenombre de “Bloody Balfour”. Allí se mostró despiadado, en contra de cualquier forma de autonomía de la isla, siempre proclive a la represión de las revueltas. Podríamos seguir con ese juego de correspondencias: así, en 1920, el gobernador militar británico de Jerusalén, sir Ronald Storrs, describió a Israel como “un pequeño Úlster judío”, en referencia al condado lealista, considerado por el Imperio como un bastión contra el nacionalismo irlandés (7).

Sensibilidad popular

Hoy por hoy, tres de cada cuatro irlandeses estiman que los palestinos están sufriendo un apartheid israelí; dos de cada tres (…)

Artículo completo: 2 876 palabras.

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Clara Menais

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