La política exterior del gobierno español se basa en un principio universalista inmutable: el derecho de los pueblos a no ser invadidos ni masacrados. En la Biblia, el libro de Abdías menciona un lugar de exilio para los judíos de Jerusalén: Sefarad, nombre con el que históricamente se ha identificado a la península ibérica.

Desde el inicio de la devastadora guerra lanzada por Israel en Gaza en respuesta a los ataques de Hamas del 7 de octubre de 2023, Madrid defendió a los palestinos y atrajo la ira del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu. España se ha convertido entonces en un actor diplomático singular en Europa. La coalición que gobierna el país se destaca en el panorama europeo e internacional. Dentro del Ejecutivo, el presidente Pedro Sánchez, del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), se apoya en Sumar, a su izquierda, una agrupación que incluye a Izquierda Unida (IU), el Partido Comunista de España (PCE) y varios partidos progresistas regionales. Su mayoría parlamentaria también cuenta con Podemos –que formó parte del gobierno entre 2020 y 2023 antes de romper con Sumar– y con partidos independentistas vascos y catalanes. Todas estas fuerzas, con distintos niveles de implicación, apoyan la resistencia del pueblo palestino en consonancia con su respaldo a las luchas de descolonización.
El compromiso de Madrid responde también a una tradición diplomática específica. La decisión de reconocer al Estado de Palestina el 28 de mayo de 2024, junto con Irlanda y Noruega, el apoyo a la denuncia presentada el 28 de octubre de 2024 por Sudáfrica ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) contra Israel por “genocidio”, y la suspensión parcial de exportaciones de armas a este último no obedecen a circunstancias políticas coyunturales.
España no reconoció a Israel hasta 1986, cuando ingresó en la Comunidad Económica Europea (CEE), bajo el gobierno del socialista Felipe González. Fue el último país de Europa occidental en hacerlo. Tras la Segunda Guerra Mundial y la derrota de las potencias del Eje –Alemania, Italia y Japón–, Madrid quedó aislado diplomáticamente, enfrentado a la hostilidad de Londres y París, excluido de la Organización de Naciones Unidas (ONU) y de la OTAN. El franquismo buscó alternativas reforzando lazos con América Latina y el mundo árabe, en particular con las monarquías de Jordania, Arabia Saudita y Egipto. Varios factores facilitaron este giro: las relaciones personales del general Franco con militares africanos y árabes desde la época del protectorado franco-español en Marruecos (…)
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