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Modelo para Occidente, amenaza para sus vecinos

Los dos rostros de Ruanda

A pesar de las protestas en Kinshasa y Bujumbura, la Unión Africana evitó condenar las incursiones de Ruanda en la RDC. Con apoyo militar y estratégico, el presidente Paul Kagamé mantiene su doble juego: aliado de Occidente, pero desestabilizador regional. ¿Por qué la comunidad internacional sigue sin sancionarlo?

A mediados de enero pasado, el Movimiento 23 de marzo (M23), grupo rebelde apoyado por Ruanda, tomó nuevamente el control de Goma, en el este de la República Democrática del Congo (RDC). Menos de un mes más tarde, continuando con su avance, se apoderó de Bukavu, en Kivu sur. No era la primera vez que Goma caía entre sus manos: por entonces, en noviembre de 2012, había aceptado retirarse de la gran ciudad del lago Kivu al cabo de dos semanas. En noviembre de 2013, después de un año de combates ininterrumpidos, de negociaciones y de presiones internacionales sobre Kigali, el grupo rebelde había depuesto las armas (1).

Esta vez, la situación es diferente: el M23 sostiene su posición en Goma pero continúa su avance, apoyado por más de cuatro mil soldados de las fuerzas ruandesas de defensa y de un arsenal militar pesado que incluye carros blindados, drones y misiles antiaéreos (2). Mientras que el presidente Paul Kagamé dice “no saber” (CNN, 3 de febrero de 2025) si sus tropas operan en el territorio de su vecino, el Grupo de Expertos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en la RDC dejó asentada esta participación en seis informes publicados entre 2022 y 2024 (3). Sin embargo, hasta nueva orden, las intrigas de Kigali no le valieron sino reprobaciones verbales en la escena internacional. El 25 de enero, la Unión Europea exhortó al M23 a batirse en retirada mencionando el apoyo de Ruanda. Reunido de manera urgente al día siguiente, el Consejo de Seguridad de la ONU se conformó con reclamar el retiro “de las fuerzas exteriores” sin nombrarlas explícitamente, al mismo tiempo que conminaba a Kigali y Kinshasa a negociar. Sólo Bélgica y el Reino Unido condenaron la toma de Bukavu y señalaron públicamente a Kigali. Ruanda pudo continuar de este modo violando las normas internacionales que garantizan la integridad y la soberanía de la RDC.

La pusilanimidad occidental no hizo sino agravar la crisis humanitaria que arrasa al Kivu –cuatro millones de personas desplazadas desde marzo de 2022, y cerca de tres mil asesinadas en algunas semanas (4)– y favorece que se cuestionen las fronteras heredadas de la colonización, con el riesgo peligroso de una escalada conflictiva en la región de los Grandes Lagos, pero también en el conjunto del continente africano. ¿Cómo ocurre que Ruanda consigue evitar, pese a la acumulación de pruebas en su contra, una firme reacción internacional y, particularmente, las sanciones, que por esos días se limitaron al M23 y a sus dirigentes?

Aliado útil de los occidentales

Desde su ascenso a la presidencia de su país en el año 2000 –tras haberlo dirigido de facto desde fines del genocidio de 1994–, Kagamé transformó la imagen de Ruanda. El pequeño Estado ahora pasa por ser un modelo de desarrollo socioeconómico, un país cuyas instituciones practican la paridad hombre-mujer. Dotado de un ejército bien formado y equipado, Ruanda se cuenta entre los principales aportantes de tropas en las operaciones de sostén de la paz de la ONU –el tercero a nivel mundial y el segundo en la escala del continente, con 5.874 cascos azules al 31 de agosto de 2024 (5). Con el acuerdo anulado en julio de 2024 por el primer ministro británico Keir Starmer que apuntaba a relocalizar en Ruanda a los inmigrantes que entraban ilegalmente al Reino Unido, Kagamé se jugaba la carta de ser aliado útil de los occidentales (6).

Poco importan las dudas sobre la realidad del “milagro” de un desarrollo ampliamente subvencionado (7), la lealtad política y la etnia que siempre se imponen sobre la igualdad de los sexos (8), o incluso los graves ataques a las libertades fundamentales: la imagen de Ruanda frente a los actores internacionales sigue siendo muy buena. Desde hace diez años, Kigali se posiciona incluso como “gendarme africano”. Tropas ruandesas desalojaron a yihadistas que amenazaban la provincia de Cabo Delgado, en Mozambique, para gran satisfacción de TotalEnergies, que explota gas natural frente a las costas mozambiqueñas. A fin de realizar esa operación, Ruanda obtuvo apoyos financieros muy controvertidos del Fondo Europeo de Apoyo a la Paz (FEAP) que ascienden a un total de 40 millones de euros desde 2022 (9).

El otorgamiento de esta ayuda, incluso en el momento en que la participación del país en el resurgimiento del M23 en la RDC salía a la luz, deja la impresión de que la Unión Europea practica un doble discurso. La (…)

Artículo completo: 2 378 palabras.

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Erik Kennes & Nina Wilén

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