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El servilismo de Franz von Papen

¿Quiénes llevaron a Hitler al poder?

Franz von Papen es un genio. Eso es, por lo menos, lo que pensaban los interesados y el bloque burgués que lo apoyaban en su búsqueda de la “estabilidad” por medio de la unión de las derechas, que finalmente se concretó con el juramento del gobierno Hitler-Papen el 30 de enero de 1933 a las 11:15. Tras dos elecciones parlamentarias –que fueron consecutivas a las dos disoluciones de 1932– y una elección presidencial, la permanencia del Poder Ejecutivo parecía estar asegurada por una “concentración nacional” que no ocultaba su deseo de abolir la democracia.

De hecho, la creación de dicho gobierno se presentaba como una jugada maestra. Desde hacía casi tres años, el “campo nacional” deseaba integrar a los nazis al gobierno, pero estos se negaban a menos que Adolf Hitler fuera nombrado canciller. Entonces, Papen, que fue designado jefe de Gobierno el 4 de junio de 1932, multiplicó los gestos de buena voluntad hacia él: le pidió a Paul von Hindenburg que disolviera el Reichstag y volvió a autorizar a las SA y a las SS. Estas dos decisiones resultaron catastróficas, ya que los nazis ganaron las elecciones parlamentarias del 31 de julio de 1932 con 18 puntos (37 % de los votos) y los camisas pardas [miembros de las SA] perpetraron una masacre durante la campaña electoral que dejó cien muertos sólo en el mes de julio. Según su propia confesión –puesto que lo admitió en un discurso el 4 de noviembre de 1932–, Papen cedió y concedió todo sin conseguir la participación de los nazis en su gobierno, a pesar de las promesas de Hitler y Hermann Goering. Fue entonces cuando la derecha tradicional comenzó a entender que los nazis no eran socios confiables y que su relación con la violencia era problemática.

Alianza con nazis

Tras una segunda disolución y unos resultados lamentables que, el 6 de noviembre de 1932, redujeron el “centro burgués” al 10 % del electorado, Papen se encontraba debilitado; además, había sido abandonado por un ejército que se negaba a seguirlo en su proyecto de golpe de Estado. El 3 de diciembre, Papen tuvo que dejar la Cancillería en manos de Kurt von Schleicher. Auténtico titiritero de la derecha alemana desde 1930, en un primer momento el general estuvo tentado de forjar una alianza con los nazis, pero abandonó dicha idea tras la violenta campaña del verano; aunque estaba deseoso de integrar las SA al Ejército, Schleicher tomó dimensión del peligro que representaba la extrema derecha para la paz civil. Oficial de escritorio y particularmente inteligente, Schleicher se dedicó entonces a un proyecto de reconfiguración política cuyo objetivo era dividir el partido nazi: muchos de sus jerarcas (el número dos, Gregor Strasser y el jefe del grupo parlamentario, Wilhelm Frick) se sentían atraídos por la idea de una participación gubernamental en torno a un programa social de derecha. A finales de 1932, impulsado por un feroz resentimiento personal hacia Schleicher y apoyado por poderosos intereses bancarios, industriales y agrarios, Papen se entregó a una alianza con los nazis. Su instinto especulador le permitió detectar una debilidad: el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP, todas las siglas están en alemán) estaba en declive tras haber perdido una gran cantidad de votos en noviembre y diciembre de 1932. Por lo tanto, podía ser adquirido a la baja para formar un gobierno de coalición entre la derecha y la extrema derecha.

Había tres Länder que, desde 1930, tenían gobiernos formados por ese tipo de coalición, para gran satisfacción de los partidos involucrados. Los nazis habían resultado ser buenos socios y sólo reclamaban sistemáticamente el Ministerio del Interior, es decir, el control de todos los órganos de inteligencia y represión, así como también la dirección de todo el sistema educativo, incluso el universitario. Por lo tanto, había que trasladar esa misma alianza a nivel del Reich y ceder en el punto central del conflicto: Hitler sería canciller, ya que no desistiría de su exigencia, pero estaría acompañado por un vicecanciller formidable (Papen) y dominado por la derecha liberal autoritaria y nacional-conservadora. Un verdadero golpe maestro: el 30 de enero de 1933 asumió un gobierno de doce miembros, ¡que sólo contaba con tres nazis, entre ellos el Canciller y un Ministro sin cartera! (1).

La toma del poder por los nazis

Con Papen como vicecanciller, eran cuatro los ministros que quedaban del gobierno anterior del 4 de junio, el famoso “gabinete de los barones”, que continuaban la aventura. Papen triunfaba en los salones berlineses: los nazis estaban, según las expresiones de moda en aquel entonces, “domesticados” (gezähmt) y “encuadrados” (eingerahmt), y Hitler “tan acorralado en un rincón de la sala que va a chillar”.

Inspirado en una concepción hidráulica de la política, el análisis parecía irrefutable. Para reforzar un “centro burgués” (bürgerliche Mitte) “liberal autoritario” –concepto acuñado por el jurista socialdemócrata Hermann Heller (2)– e incluso para evitar que la “derecha burguesa” (bürgerliche Rechte) siguiera perdiendo su electorado, era necesario captar en su favor los votos que se dirigían hacia la extrema derecha. La iniciativa se presentaba tanto más sencilla cuanto que el partido nazi había prosperado esencialmente gracias al desencanto con los partidos de la derecha liberal y nacional-conservadora (el Partido Popular Nacional Alemán –DNVP–, el Partido Popular Alemán –DVP– y, en menor medida, el Partido de Centro Católico –Zentrum– y el Partido Popular Bávaro –BVP–) y a que, en el fondo, las derechas compartían los pilares de un corpus ideológico común: nacionalismo, conservadurismo, darwinismo social, apoyo a las élites tradicionales y a las políticas de oferta –que, desde el verano de 1932, habían reemplazado a la política de austeridad–. Los Principios de la política económica alemana, publicados en el verano de 1932 por Hjalmar Schacht –ídolo de los círculos económicos y aliado de los nazis desde 1930–, tranquilizaron a todos: el futuro sería liberal y favorable a los empresarios.

Papen y los liberales autoritarios hablaban el idioma de la extrema derecha: fustigar a los comunistas, pero también a los socialdemócratas, y censurar el “bolchevismo cultural” –ese espantajo quimérico que condensaba los pánicos morales de la derecha alemana y que les permitía vilipendiar el feminismo, la urbanización, la igualdad de derechos, la homosexualidad, la modernidad artística y literaria, así como la justicia social, sin olvidar el “cosmopolitismo” de los “apátridas”–; y, aunque naturalmente pensaran lo mismo, había una diferencia: cuando alguien llevaba un nombre como el de Franz Joseph Maria von Papen, Erbsälzer zu Werl und Neuwerk [título nobiliario que significa heredero de Werl y Neuwerk] estaba obligado a saber comportarse y no vociferar su antisemitismo, no como hacían esos maleducados de la SA o del periódico Stürmer.

Al doctor en letras Joseph Goebbels, siempre muy atento a las palabras, le preocupaba esta cercanía. En su diario escribió: “Papen habló en la radio. Un discurso que proviene de nuestras propias ideas, de la A a la Z” (3). Esto era molesto, incluso alarmante, porque el gobierno liberal autoritario hacía prácticamente todo lo que los nazis le exigían: aplicaron una política de oferta favorable al empresariado (subvenciones, exenciones fiscales y desregulación normativa), desmantelaron el Estado de Bienestar con la excusa del ahorro y las “reformas”, y se enfrentaron de forma directa con la izquierda en los lugares en donde aún conservaba el poder. Si bien ya no tenía presencia a nivel del Reich desde la dimisión del canciller socialdemócrata Hermann Müller en la primavera de 1930, la izquierda seguía gobernando en Prusia. Ahora bien, en un Estado federal como el Reich alemán, Prusia tenía una importancia singular: era el Länder más grande (dos tercios del territorio y de la población de Alemania), contaba con una fuerza policial considerable (90.000 hombres) y su función pública era un bastión del “bolchevismo cultural”, de la izquierda e incluso simplemente de la cultura republicana. No debemos olvidar que, en 1920, el golpe militar de Wolfgang Kapp y del general Walther von Lüttwitz fracasó debido a una huelga general en Berlín. El 20 de julio de 1932, excediendo con claridad las prerrogativas del gobierno central, el canciller Papen hizo que el presidente del Reich, Paul von Hindenburg, firmara un decreto de emergencia para destituir al gobierno prusiano, que había sido socialdemócrata casi sin interrupción desde 1919. De este modo, Papen se convirtió en Reichskommissar für Preussen (comisario imperial de Prusia). Por la fuerza de las armas se removió a los ministros de sus cargos y se sacaron los elementos “antinacionales” de la alta administración, se proclamó el “estado de emergencia” y el Ejército fue desplegado en la capital.

Extrema derecha favorecida

Este acto brutal impresionó a los nazis, que incluso se alarmaron: en su diario, el doctor Goebbels anotó que, en la cúpula del NSDAP, “somos muchos los que tenemos miedo de que este gobierno haga tanto que no nos quede nada por hacer”.

De hecho, los liberales autoritarios y otros conservadores nacionales que formaban parte de la derecha (…)

Artículo completo: 4 812 palabras.

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Johann Chapoutot

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