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En defensa de la globalización

China, ganar sin mover un dedo

Las medidas arancelarias anunciadas por Trump no tomaron por sorpresa a China, que lleva la delantera en la guerra comercial con Estados Unidos. Frente al giro proteccionista, Pekín apuesta por un refuerzo del librecomercio y un aceleramiento de su producción en un contexto en que cae su consumo externo y cuya sobreproducción podría profundizar reacciones proteccionistas en otras latitudes.

En medio de la “tormenta Trump” que se abate sobre el mundo desde la entrada en funciones del 47º presidente estadounidense, los dirigentes del Viejo Continente se parecen, en algunas situaciones, a timoneles de un crucero que estuvieran mareados por el oleaje, pero con las manos bien aferradas a la borda. El Partido Comunista Chino (PCCh), en cambio, pretende interpretar a un personaje diferente: el de un capitán que surca una larga travesía con los ojos posados en el horizonte.

El 2 de abril de 2025, el presidente estadounidense Donald Trump invocó una “amenaza a la seguridad nacional” para hacer entrar en cortocircuito al Congreso estadounidense e imponer aranceles aduaneros estadounidenses a la casi totalidad de los países del globo. En una situación inédita, la magnitud de estas medidas tomó al mundo por sorpresa. Pero no al PCCh, dice un editorial del Diario del Pueblo (6 de abril de 2025). “Aunque los mercados internacionales consideran que la agresión arancelaria de Estados Unidos sobrepasó lo esperable, el Comité Central del Partido ya había anticipado este nuevo ciclo de medidas”. La tasa que se le aplicó en ese momento a China, un 34%, se sumaba a varios impuestos preexistentes para alcanzar un nivel promedio superior al 70%. La decisión estadounidense “afectará a la economía china, –concede el editorial–. Pero no se nos va a caer el cielo”.

China respondió aumentando sus propias barreras aduaneras, limitando las exportaciones de distintas tierras raras esenciales para ciertas industrias, en particular la aeroespacial, y prohibiendo a más de quince “entidades estadounidenses” importar productos susceptibles de tener usos militares. Esto desencadenó una serie de medidas recíprocas entre Washington y Pekín que no tardaron en hundir a los mercados financieros en el espanto. A principios de abril, el índice S&P 500, que varía según las cotizaciones de las 500 mayores empresas estadounidenses, cayó más de un 10% en tres días. “Un desplome casi tan abrupto como las caídas observadas durante la crisis financiera de 2008 y en el comienzo de la pandemia de 2020”, según la British Broadcasting Corporation (BBC).

Mientras sus amigos millonarios lo instan a revisar su estrategia y las tasas de interés se disparan sobre una deuda estadounidense que en general se considera como la inversión segura por excelencia, Trump proclama que su estrategia dio sus frutos: la mayor parte de los países del mundo lo están llamando, según presume, para “lamerle las botas” y negociar. El 9 de abril, entonces, decretó una tregua de 90 días durante la cual Estados Unidos aplicará un arancel aduanero del 10% a todo el planeta... con excepción de China. Al contraatacar, Pekín habría “faltado el respeto a los mercados financieros”, explicó el inquilino de la Casa Blanca, por lo que aumentó el arancel aplicado a los productos chinos al nivel absurdo del 145%.

China hizo saber que lamenta esta escalada, pero que no le teme: “No provocamos los conflictos, pero no nos intimidan”, proclama el comunicado oficial del gobierno chino publicado el 5 de abril de 2025. “Hace ocho años que estamos involucrados en una guerra comercial con Estados Unidos y ya acumulamos una rica experiencia”, justifica el órgano del PCCh. China no sólo redujo la proporción de las exportaciones dentro de su economía desde un porcentaje del 33% del Producto Bruto Interno (PBI), en 2005, hasta alrededor del 20% en 2022 –según las últimas cifras del Banco Mundial–, sino que su orientación hacia las ventas dirigidas a Estados Unidos también se diluyó: representaban el 19,2% del total de las exportaciones al inicio del primer mandato de Trump, frente a un 14,7% al día de hoy. Al mismo tiempo, las ventas destinadas a los países de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) y a los socios de Pekín dentro de las nuevas Rutas de la Seda pasaron del 12,8% al 16,4% y del 38,7% al 47,8%, respectivamente. “Una reducción de las importaciones estadounidenses no tendrá un impacto devastador en nuestra economía”, concluía el Diario del Pueblo.

Ganar sin mover un dedo

Visto desde Pekín, se perfila otro cuadro para la economía estadounidense, que depende de las exportaciones chinas de bienes de consumo e intermediarios, así como de tierras raras. Esto hace que cualquier intento de desacoplamiento sea peligroso. “Tomemos como ejemplo la industria farmacéutica, –observa el analista geopolítico Arnaud Bertrand–. ¿Cómo repatriar la fabricación de estos productos cuando China domina el suministro mundial de principios activos y de muchos precursores esenciales? (...) Por supuesto, se podría intentar repatriar su fabricación misma, pero para ello se necesitarían equipos especializados que también, en gran parte, se fabrican en China. También se podría decidir repatriar la fabricación de estos equipos especializados, pero para hacerlo se necesitarían materiales críticos, cuyo procesamiento China domina actualmente a escala mundial” (red X, 5 de abril de 2025). Para Wang Huiyao, presidente del Center for China and Globalization, un think tank con base en Pekín cercano al poder, Estados Unidos “se disparó un tiro en el pie”. The Wall Street Journal no lo plantea distinto. Después de los “aranceles aduaneros a troche y moche” de Trump, su editorial del 4 de abril explica que “ya hay un vencedor: Xi Jinping”, el presidente chino.

En las redes sociales, a las corrientes nacionalistas chinas les divierte que Pekín se esté quedando con la batalla simplemente aplicando el proverbio “yi jing zhi dong”, que puede traducirse como “reaccionar mediante la inacción”, pero del cual habría un equivalente más en sintonía con el humor del momento: “ganar sin mover un dedo”. Es cierto que Pekín señala su determinación de “luchar hasta el final” pero, según un análisis muy extendido en China, la crisis geopolítica actual es, antes que nada, una crisis estadounidense a través de la cual el país se “autoinfligiría el caos” (China Daily, 19 de marzo de 2025).

“Estados Unidos está afectado por una guerra civil silenciosa”, analizaba un documento publicado por el ministerio de Relaciones Exteriores chino en 2023. “Los republicanos y los demócratas dirigen dos comunidades diametralmente opuestas que, en realidad, funcionan como confederaciones bajo un mismo gobierno”. Este análisis coincide con el de L’Amérique contre l’Amérique, un libro chino no traducido al francés que fue publicado en 1991 por un investigador, entonces poco conocido, que después se convirtió en uno de los siete miembros del Comité Permanente del Politburó, el órgano supremo de toma de decisiones del PCCh. En él, Wang Huning se dedicaba a hacer una dura crítica de la democracia liberal estadounidense, minada por el individualismo, las desigualdades sociales y el racismo... Fue una obra fundante para la corriente llamada “neoautoritaria”, según la cual la elección de Trump sería un síntoma del malestar estadounidense y rubricaría la superioridad de los regímenes centralizados sobre las democracias liberales.

Esto explica sin duda el título de un artículo publicado el 7 de noviembre en el sitio web China Academy, cercano a esta línea política: “Cómo los académicos chinos se instalan cómodamente para mirar las elecciones estadounidenses mientras comen cabritas”. Intelectual mediático cuyos libros se insta a leer a los miembros del PCCh, Zhang Weiwei explica en el artículo que los intelectuales chinos observan ahora el retorno de Trump “con serenidad, incluso con cierta dosis de diversión”. Una “cierta dosis de diversión” compartida en las redes sociales chinas, que bullen con una pregunta burlona: ¿está viviendo hoy Estados Unidos su propia “revolución cultural”?

Un nuevo viejo multilateralismo

Entonces, la “tormenta Trump” se inscribiría en el contexto más (…)

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Renaud Lambert

Jefe de redacción adjunto de Le Monde diplomatique, París.

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