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Las enseñanzas de la “Contracumbre de Seattle”

Otro proteccionismo es posible

Hace un cuarto de siglo trabajadores, ecologistas y militantes de izquierda denunciaban en Seattle la globalización y exigían un comercio justo y sustentable. Hoy Trump arremete contra el libre comercio, pero con objetivos muy lejanos a los de aquel altermundialismo combativo.

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Tan Vargas, Gambling (Acrílico, serigrafía y collage sobre papel), 2016

Seattle había sido elegida por su modernidad, su dinamismo, su apertura al mundo. La cuna de Microsoft, Boeing y Starbucks, con su enorme puerto que mira hacia Asia. La ciudad, de arraigada tradición sindical, fue también escenario de una de las mayores huelgas generales de la historia de Estados Unidos, en 1919. Pero la Organización Mundial del Comercio (OMC) lo había olvidado todo cuando decidió celebrar allí su Tercera Conferencia Ministerial a fines de noviembre de 1999. Es cierto que algunos grupos militantes habían llamado a manifestarse, pero “se esperaba que la marcha durara no más de tres o cuatro horas”, como dijo el alcalde de la ciudad. Finalmente, durante cuatro días, una multitud variopinta de cincuenta mil almas tomó la Ciudad Esmeralda, bloqueando cruces y estaciones de subte.

Por un sistema justo

“Un Arca de Noé de terraplanistas, sindicatos proteccionistas y jóvenes ejecutivos en busca de su dosis de los 60”, se lamentaba el columnista de The New York Times Thomas Friedman el 1° de diciembre de 1999, mientras que el Seattle Times del día siguiente entraba en pánico: “Las protestas contra la OMC se extienden como la peste. Ahora los taxistas también se han contagiado”. Las autoridades lucharon por recuperar el control de las calles, el gobernador llamó a la Guardia Nacional y se declaró el toque de queda.

Mientras tanto, en el Palacio de Congresos, los debates se tornaron ásperos. Decenas de países del Sur rechazaron las nuevas normas sociales y medioambientales preconizadas por Occidente. Sudáfrica, Brasil, Egipto, India, Indonesia y Nigeria, entre otros, las consideraban un proteccionismo disfrazado, destinado a frenar su desarrollo. Esos mismos pueblos denunciaban la hipocresía de los países ricos, que ensalzaban el libre comercio mientras subvencionaban masivamente su agricultura, y reclamaban un comercio internacional más justo. “Nuestra idea –declaró modestamente la presidenta de la Conferencia en su discurso de clausura– era que sería mejor hacer una pausa”. La globalización neoliberal se detiene. Es histórico (1).

El principal recuerdo mediático de esta movilización son los “bloques negros” [por las ropas negras que llevaban los manifestantes para no ser identificados] que se enfrentaron a la policía entre las nubes de los gases lacrimógenos. Pero el grueso del contingente, pacífico y festivo, estaba formado por trabajadores sindicalizados y activistas medioambientales, movimientos indígenas y grupos de defensa de los derechos humanos. Junto a Greenpeace y Amigos de la Tierra marcharon los trabajadores siderúrgicos de United Steelworkers (USW), el mayor sindicato industrial de Estados Unidos; los estibadores de International Longshore and Warehouse Union (ILWU), que bloquearon esos días todos los puertos de la Costa Oeste, y los camioneros de International Brotherhood of Teamsters (IBT), en pie de guerra contra la anunciada apertura del mercado estadounidense a los transportistas mexicanos. En esta coalición sin precedentes de “Teamsters y tortugas” (2), unos luchaban por defender sus puestos de trabajo; otros, por proteger el planeta. Pero todos coincidían en su denuncia del libre comercio, para exigir un sistema comercial más justo, basado no en el afán de lucro y la ley del más fuerte, sino en el respeto del medioambiente y la preocupación por mejorar la vida de los trabajadores. Todo ello en una celebración de la diversidad y el internacionalismo. “Esta manifestación no es una manifestación específica de Estados Unidos; es una manifestación de todos los países: países ricos, países pobres, países blancos, países negros, todos los países”, proclamó Roy Trotman, del Sindicato de Trabajadores de Barbados, en un encuentro celebrado en el Memorial Stadium, ante los vítores de 25.000 personas (3).

Un tal Trump

Junto a la alianza de trabajadores y ecologistas, se sumó en Seattle una tercera fuerza, igualmente opuesta a la globalización, pero por razones diferentes. Patrick Buchanan, figura de la derecha nacionalista, conservadora y proteccionista, invitó a sus partidarios a asistir. Este feroz crítico de la OMC, a la que calificaba de “monstruo embrionario”, acababa de abandonar el Partido Republicano para afiliarse al Partido Reformista, por el que aspiraba a la nominación para las elecciones presidenciales de 2000, carrera que ganó eliminando a un tal Donald Trump. Crítico implacable del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que entró en vigor el 1° de enero de 1994, se erigió en defensor del empleo en Estados Unidos, sin preocuparse por la condición de los trabajadores, para los que preconizaba cada vez menos derechos sociales y sindicales. “Hay algo más importante que el comercio. Se llama patria, y nos unimos a la batalla de Seattle para que alguien defienda la nuestra”, anunció poco antes de la Conferencia (4). Sin mucho éxito: “Pensó que tendría muchos aliados entre los manifestantes. Acabó quedándose en su habitación de hotel, al darse cuenta de que quienes protestaban no se parecían en nada a sus partidarios”, se burló el historiador Paul Adler (5). Pero algunas victorias se construyen con la paciencia de años...

Veinticinco años después

Un cuarto de siglo después, Buchanan y sus herederos han salido de su hotel. Ocupando las más altas instituciones de Estados Unidos, empezando por la Casa Blanca, han hecho suya la lucha contra el libre comercio. Ahora son ellos quienes le infligen sus más amargos reveses, con el apoyo de los sindicatos.

Cuando, el 2 de (…)

Artículo completo: 2 897 palabras.

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Benoît Bréville

Director de Le Monde diplomatique

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