En un intento de garantizar el cese el fuego en Ucrania, Estados Unidos podría reconocer Crimea como territorio ruso. Un paso que ni siquiera China, próxima a Moscú, ha dado. Una decisión así reforzaría el singular optimismo que reina en la península. Tentada a unirse a Rusia ya en la década de 1990, su población sigue aplaudiendo el “regreso a la patria” a pesar de la guerra.

Al norte, los combates continúan, pero en este aniversario, Antonina (1) rememora, con voz temblorosa, el referéndum del 16 de marzo del 2014. “Íbamos como a una fiesta, había banderas tricolor en todas las ventanas, la gente estaba bien vestida. Después de votar, tomamos un café en la ciudad. La gente se juntaba espontáneamente en la calle para cambiar sus impresiones y celebrar.” Organizado a toda prisa, en presencia de soldados sin insignias, el resultado del escrutinio traducía una aspiración mayoritaria. Con una participación superior al 80%, más del 96% de los crimeos votaron a favor de la integración con Rusia. Si para Kiev, esta “reunificación” abre una herida mal cicatrizada, para la mayoría de los habitantes la está cerrando.
Desde el 2014, se estima en más de cien mil la cantidad de ciudadanos de la Federación Rusa que se instalaron aquí, principalmente provenientes de Moscú, de San Petersburgo o de la región vecina de Krasnodar. Además, esta afluencia no sólo eleva a aproximadamente 2,5 millones a la población total –contra 2,3 millones en el 2014 (2)–, sino que aumenta la proporción de rusófonos del 65% en el 2013 al 73%. Al mismo tiempo, la proporción de crimeos que se declaran étnicamente ucranianos cayó del 16% al 8%. Una parte ha dejado la península, la otra optó por la obtención de la ciudadanía rusa (necesaria para acceder a la atención u obtener una jubilación). Tras la adopción de un procedimiento “simplificado” de naturalización en el 2022, a partir de entonces, las personas que no han efectuado esta gestión son considerados extranjeros, pudiendo ser expulsados. Pese a que el ucraniano continúa siendo una de las tres lenguas oficiales de la república (con el ruso y el tártaro), la enseñanza en esa lengua prácticamente desapareció.
La vida se organiza alrededor de una nueva realidad a medida que la economía local se desarrolla. “Crimea renace de sus cenizas. Durante veinticinco años, ella fue la última rueda del carro ucraniano; hoy, está en el centro de las prioridades de Rusia”, considera Alexei, un moscovita que pasa una semana de vacaciones aquí cada año. La prioridad sigue siendo el turismo. Desde el tiempo de los zares, vienen de lejos –incluso a veces desde el extranjero– para disfrutar de este lugar de tratamiento para curar la tuberculosis y las afecciones respiratorias. Las grandes familias del imperio ruso han construido aquí sus palacios y residencias de invierno. La “Riviera socialista” recibía a los jefes de los partidos comunistas del mundo entero en (…)
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