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A 80 años de Hiroshima y Nagasaki

¿Hacia la barbarie nuclear?

Las políticas de defensa basadas en la disuasión vuelven a dominar la escena internacional, agudizadas por las guerras en Ucrania y Medio Oriente. Solo 9 países concentran 12.000 armas nucleares y otros 40 comparten esta estrategia defensiva por pertenecer a la OTAN. Al mismo tiempo, una mayoría de países en la ONU se opone a la idea de que la seguridad dependa de armas nucleares.

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Juan Pablo Neira, Peace en la tierra (Óleo sobre tela), 2021
(Gentileza Galería Bahía Utópica)

Cuando la bomba atómica estadounidense destruyó Hiroshima el 6 de agosto de 1945, la humanidad entró en “una nueva era de la historia del mundo”, según la expresión de Günther Anders (1). La preocupación del filósofo austríaco no tenía tanto que ver con la posibilidad de una carrera armamentística entre Estados Unidos y la Unión Soviética, sino con un giro radical en la historia universal: a partir de ese momento, el ser humano contaba con los recursos técnicos necesarios para su propia destrucción.

Ochenta años después, el riesgo de apocalipsis sigue existiendo, ya que más de 12.000 armas nucleares están en manos de solo nueve países (Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, Francia, China, India, Pakistán, Corea del Norte e Israel, aunque este último nunca lo admitió oficialmente) (2). Además de los Estados que poseen la bomba, otros cuarenta países comparten esta estrategia defensiva por pertenecer a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) o por acuerdo específico con alguno de los “poseedores” (por ejemplo, el caso de Bielorrusia con Rusia).

Paz a la fuerza

Aunque en 1968 se comprometieron a “facilitar la cesación de la fabricación de armas nucleares, la liquidación de todas las reservas existentes de tales armas y la eliminación de las armas nucleares y de sus vectores en los arsenales nacionales” en virtud del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), los Estados poseedores de “la” bomba nunca le dieron una verdadera oportunidad al desarme (3). Los programas actuales son producto de decisiones que se remontan a los años 2000 –pese a ser un período de relativa estabilidad entre las grandes potencias–, es decir que son muy anteriores a la guerra en Ucrania y a las amenazas rusas de utilizar el “botón rojo”. De hecho, el proceso de producción es muy largo: entre veinte y treinta años desde la decisión política inicial hasta la fabricación y la puesta en servicio.

La continuidad del componente nuclear aéreo del arsenal francés es un claro ejemplo de que Francia no tiene ninguna intención de desarmarse. Siguiendo un plan de acción elaborado en los años 90, reemplazaron los “misiles aire-superficie de alcance medio” (ASMP, por sus siglas en francés) por una versión más “avanzada” (ASMP-A) a finales de los 2000; después lanzaron en 2016 un programa de modernización –a desarrollarse entre 2024 y 2035– para brindar un vector “renovado” (ASMPA-R) a los dos escuadrones estratégicos existentes. Así, el misil ASN4G –cuyo desarrollo empezó en 2014– va a poder reemplazar al ASMP-A alrededor de 2035, y se estima que esté en servicio hasta la década del 2050.

Lo mismo ocurre con China, que durante la década del 2010 adoptó una estrategia de desarrollo intensivo de su potencial nuclear. El motivo principal parece radicar en la convicción (fomentada por Washington y Moscú, pero de ningún modo demostrada) de que un gran arsenal refuerza la influencia geopolítica. Esta “paz a la fuerza” (4) hace que hoy Pekín sea la tercera potencia mundial con 600 ojivas, según el Bulletin of the Atomic Scientists, frente a las 200 que tenía a principios de siglo.

El fin del TNP

La evolución reciente de las relaciones internacionales dio lugar a un terreno muy fértil para el gran regreso de la disuasión. Aunque este modo de defensa siempre existió, ahora se manifiesta sin pudor alguno: es el caso de Rusia y su estrategia de “santuarización agresiva”, basada en las amenazas de utilizar la bomba, tan constantes que en 2022 Francia puso en alerta a tres de sus cuatro submarinos nucleares lanzamisiles (SNLE, por sus siglas en francés) (5). Al mismo tiempo, en 2018 el presidente Donald Trump ostentaba su “gran botón” frente al norcoreano Kim Jong-un (que no dejaba de multiplicar los ensayos ostentosos y las amenazas contra Seúl), pero ahora, desde que comenzó su segundo mandato, parece poner en duda la solidez del “paraguas” estadounidense. En este contexto, el proyecto de europeización de la disuasión francesa (llevado adelante por el primer ministro Alain Juppé en 1995, el presidente Nicolas Sarkozy en 2008 y ampliamente impulsado por Emmanuel Macron desde 2017) despierta un interés sin precedentes, especialmente en el canciller alemán Friedrich Merz.

Poseer un arsenal nuclear aparece con frecuencia como algo natural, permanente y libre de consecuencias. Sin embargo, esta aspiración pone en riesgo la legitimidad del régimen del TNP: impedir la proliferación de este tipo de armas y, simultáneamente, mitigar las tensiones y promover la cooperación entre países para reducir los arsenales, con el apoyo (…)

Artículo completo: 2 502 palabras.

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Jean-Marie Collin

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