Pinochetismo sin Pinochet

Cada tanto, la incómoda sombra del dictador se posa sobre esa derecha que trata de mantener distancia de los crímenes y herencias de sello autoritario que ha legado el general Augusto Pinochet. Pese al tiempo pasado, la “obra” del régimen civil-militar es reivindicada, como forma además de eludir sus contornos más repudiables. Por lo pronto hay que reconocer que la arquitectura constitucional pinochetista, pese a las decenas de reformas parciales, sigue en pie; y que dos procesos constitucionales terminaron por estabilizar la Constitución de la dupla Jaime Guzmán y Pinochet hacia un futuro impreciso.

Una situación parecida ha conseguido a lo largo de los años transicionales el modelo económico, su formato y resultados sociales. Cuestionado por la revuelta social de 2019, el modelo neoliberal en esencia permanece incólume, con su incapacidad de generar más crecimiento y evidente agotamiento. El neoliberalismo chileno es un gran productor de desigualdades y concentrador de la riqueza. Algunos estudios repiten como mantra aquel gráfico que muestra cómo el 1 por ciento de la población -los ultrarricos- es dueña del 49,6 por ciento de la riqueza de país (1).

Los 17 años de Pinochet son claves para explicar los altos grados de concentración de la riqueza en una decena de grupos económicos, que generaron o aumentaron sus patrimonios con las privatizaciones a bajo costo de las empresas públicas (2). Desmontar el modelo desarrollista, cambiar las leyes laborales, eliminar derechos sociales y ciudadanos, y una larga lista de “modernizaciones”, como les llamaron los publicistas de la dictadura, solo podía imponerse con la represión directa hacia la sociedad.

El historiador Gabriel Salazar explica que, a diferencia de los golpes de Estado tradicionales en América Latina durante el siglo pasado, que apuntaban a sacar del poder al núcleo gobernante, en Chile el 11 de septiembre de 1973 las fuerzas armadas (apoyadas por civiles, sobre todo en los campos donde hubo reforma (…)