Este siglo ha sido especialmente rico en desastres naturales, como terremotos y tsunamis, eventos infecciosos, como pandemias y epidemias, y crisis humanitarias, ligadas a eventos climatológicos extremos producto del cambio climático y la política de genocidio del sionismo israelí en Palestina. Estos desastres naturales y humanos, han podido ser documentados y transmitidos en tiempo real producto de un desarrollo tecnológico cada vez más acelerado y un desarrollo científico tecnológico sin precedentes.
Es por lo anterior, que resulta incomprensible que una parte de la población ignore, tergiverse o niegue la realidad, pese a tener los hechos en vivo. Resulta incomprensible que parte de la población sea conspiranoica, manifestando la ignorancia como una virtud. Aldous Huxley nos dice que “en la mayoría de los casos, la ignorancia es algo superable y no sabemos simplemente porque no queremos saber”. Al parecer, resulta más fácil creer en la propaganda de Israel, un Javier Milei o un Donald Trump, que analizar los hechos y creer en la realidad.
Pese a que personajes y gobiernos como los anteriores bombardean con su política de desinformación, es innegable que el desarrollo científico tecnológico es un valor clave para el desarrollo de la humanidad. Qué hubiese sido de nosotros sin los experimentos de Pasteur, o científicos chinos y árabes, puntales para el desarrollo de las vacunas, como podría haberse generado automóviles eléctricos sin un Tesla. Por eso, el quedarse atrás del desarrollo científico tecnológico es un pasaje hacia el pasado. La Historia nos demuestra, que lo que ayer no tenía aplicación clara, puede tener aplicaciones reales tanto hoy como para el futuro.
Ciencia e Institucionalidad científica
Nuestro país jamás ha sido un negacionista científico, ya en los albores de la independencia, la aplicación de medidas de prevención de salud ha considerado a la ciencia. Ante la epidemia de viruela en el Viejo Continente, fue en el gobierno de don José Miguel Carrera, con vacunas que había enviado el Virreinato del Perú desde España, que se realiza la inmunización preventiva. Este inicio auspicioso solo se vino a refrendar en 1886, cuando en el gobierno de don José Manuel Balmaceda, se instaura como política pública la obligatoriedad de vacunación a los recién nacidos y en 1892 se funda el Instituto de Higiene precursor del Instituto Bacteriológico (1939) y nuestro actual Instituto de Salud Pública (1979). Este último fue puntal en el desarrollo de vacunas y producción de vacunas en Latinoamérica para el tratamiento de una serie de enfermedades, pero cuyas capacidades fueron cerradas en el año 2002 en el gobierno de Lagos.
El desarrollo de la innovación y aplicaciones tecnológicas ha sido más tortuoso, pese a que nuestro desarrollo económico ligado al extractivismo fue fuente de crisis sociales y económicas, como cuando se agotó Chañarcillo o se desarrolló la química para generar salitre artificial llevando a la crisis del Salitre, el entender la necesidad de industrializar Chile, tuvo una demora no menor. Pese a todo lo negativo del extractivismo, (…)
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