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Qué dice el acuerdo Trump de paz

Y el ganador es: Benjamin Netanyahu

El plan de paz anunciado por Donald Trump el 29 de septiembre dispone que la Franja de Gaza quedará bajo tutela estadounidense. Todavía a la espera de que Hamas acepte los términos relativos al desarme, este acuerdo habría sido elaborado no por Estados Unidos, sino por Benjamin Netanyahu, al menos hace más de un año.

Incluso para un rey de la grandilocuencia como Donald Trump, la afirmación de que un “acuerdo de paz” para Gaza establecería una “paz eterna” en Medio Oriente resulta especialmente extravagante. El contraste entre esta pretensión de eternidad y el “plan de paz” más desprolijo de la historia del conflicto árabe-israelí es, en efecto, extremo. El documento de veinte puntos anunciado por Trump en la Casa Blanca el pasado 29 de septiembre, en presencia del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, deja cuestiones cruciales sin resolver. Su único aspecto concreto se refiere a la liberación de los veinte rehenes israelíes aún con vida detenidos por Hamas y sus aliados a cambio de la liberación por parte de Israel de 250 presos palestinos condenados a cadena perpetua y de 1.700 gazatíes detenidos después del 7 de octubre de 2023 y recluidos desde entonces sin cargos, es decir, también como rehenes.

Además de este intercambio, el plan repite elementos que se están debatiendo desde los primeros meses de la guerra en el enclave palestino: la eliminación militar y política de Hamas; la perspectiva de una retirada –parcial, gradual y condicional– de las tropas israelíes; el sometimiento de los gazatíes al control de una Autoridad Palestina “reformada” (“revitalizada”, según dijo Joseph Biden cuando aún era presidente), tras un control provisional ejercido por una fuerza internacional compuesta principalmente por tropas regionales (1). Las novedades del plan de Trump no son, como era de esperar, más que sus propios designios: poco después de su segundo mandato, el presidente estadounidense –guiado por el instinto de desarrollador inmobiliario que impregna fuertemente su política exterior– expresó su deseo de apropiarse de la Franja para convertirla en una riviera.

En virtud del nuevo plan, Gaza debería quedar bajo la tutela de un “Consejo de Paz” presidido por Trump (2). Él mismo supervisará la ejecución de un “Plan Trump de desarrollo económico” para “reconstruir y dinamizar” Gaza, con la creación, a tal fin, de una “zona económica especial” (es decir, una zona franca). Esta tutela del enclave se inspira en la misma idea que llevó, al término de la Guerra Fría, a plantear una renovación de los mandatos coloniales de entreguerras para los “Estados fallidos”. Tras la guerra librada por la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en 1999, Kosovo quedó bajo la administración de una Misión de Administración Provisional de las Naciones Unidas (UNMIK) respaldada por una Fuerza para Kosovo (KFOR). La experiencia adquirida en aquella época por Anthony Blair sin duda ha influido en su contribución a la elaboración del plan de Trump y ha justificado su nombramiento en el “Consejo de Paz”.

Sin embargo, hay una diferencia importante: no serán las Naciones Unidas, sino Estados Unidos quien administrará el territorio palestino tutelado. Probablemente también será el caso de la “Fuerza de Estabilización Internacional” prevista para Gaza, cuyo nombre se inspira en la que se creó para Bosnia y Herzegovina en diciembre de 1996 (la SFOR, que dependía de la OTAN). De hecho, Trump se ha negado hasta ahora a poner el contingente previsto para Gaza bajo tutela de la ONU, como parecen haberle sugerido los presidentes de Egipto y Turquía, reunidos en Sharm el-Sheij el 13 de octubre, para firmar con bombos y platillos junto a él y al emir de Qatar, y en presencia de otros jefes de Estado y de gobierno, la “Declaración Trump para una paz y una prosperidad duraderas”. La función principal de este último documento, redactado en términos muy vagos, al igual que la propia ceremonia de Sharm el-Sheij, no era otra que ratificar el “acuerdo Trump de paz”. La omnipresencia del nombre del presidente estadounidense es una clara muestra de su agudo narcisismo y de la obsequiosidad de sus socios internacionales.

La narrativa trumpista

Sin embargo, por el momento, es más la actitud de Hamas la que afectará la composición –aún hipotética– de la fuerza internacional para Gaza que la tutela bajo la que se colocará. Porque el movimiento islámico no ha aprobado hasta ahora los términos del plan de paz relativos a su desarme. El comunicado que publicó el 3 de octubre, y que Trump se apuró a (…)

Artículo completo: 2 359 palabras.

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Gilbert Achcar

Profesor en la Escuela de Estudios Orientales y Africanos (SOAS) de la Universidad de Londres. Autor del libro Les Arabes et la Shoah. La guerre israélo-arabe des récits, Sindbad - Actes Sud, 2009.

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