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51 años. Por Miguel Ángel San Martín

Hace cincuenta y un años que muchas vidas se perdieron en la oscuridad de lo desconocido, otras sufrieron torturas y cambios inesperados. A pesar de todo lo ocurrido desde hace cincuenta y un años, nada ha cambiado en nuestra manera de pensar. Más bien, se han fortalecido nuestras creencias y se han enriquecido al aprender de las caídas y del volver a levantarse. Hemos conseguido nuevas experiencias, duras, graves, pero de las cuáles se puede sacar enseñanzas más certeras de futuro.

Hace cincuenta y un años, vivíamos la vorágine del desarrollo de una nueva vía hacia el progreso, hacia la conquista de mayores libertades, de igualdades que equilibraran la balanza vital, de justicias ciertas y equitativas. Vivíamos un sueño que anhelábamos convertir en realidad. Y lo hacíamos con verdades absolutas, nuestras verdades. Un pueblo contagiado de ilusión se echaba a andar por caminos nuevos, con horizontes mayores y luminosos. Todos a una, empujando el carro del desarrollo, del nuevo despertar de Chile que era posible. Por lo menos, creíamos que era posible.

Porque hace cincuenta y un años esa marcha se truncó. La oscuridad se hizo total y la barbarie se desató. ¿Qué hicimos mal para que las bestias escaparan de sus galpones?. Más bien ¿cómo es que unos pocos ejercieron de patrones y otros pobres les obedecieran en la masacre? Comprendo que cometimos errores en nuestro despertar. Soñamos demasiado adelantados a la realidad, creyendo que amanecía más temprano y que la luz del sol iluminaba un camino diferente. No nos dimos cuenta que nuestro camino se cruzaba con el de los patrones y les quitaba espacios a sus granjerías, a sus privilegios. Por esas razones utilizaron todos sus recursos para recuperarlos.

Utilizaron todos los medios que ellos mismos controlaban. Recurrieron a mano ajena para elaborar satánicos planes de exterminio. Usaron la fuerza mandada por arribistas con mando, financiados por moneda verde y extranjera. Y, como habían impuesto un sistema de seguridad copiado de prusianos cerebros, fueron obedecidos ciegamente. Y el que no obedeciera, a criar malvas en tierras aún desconocidas, junto a las víctimas inocentes del verdadero holocausto y que permanecen desaparecidas.

Bastaron diecisiete años para comprender que eso no era justo, no era humano, que eso no queríamos para nuestro pueblo. Y ese mismo pueblo barrió a los asesinos sátrapas, utilizando lo que no debemos dejar atrás: la democracia. Ese sistema de convivencia, de tanta data, nos entrega armas para avanzar, para conseguir equilibrar esa balanza que nos oprime, para construir futuros de igualdad, justicia y humanidad verdadera.

Hoy recordamos a quienes se quedaron en el camino, que recorren el oscuro desconocido, y lo hacemos con agradecimiento por haberse inmolado por una causa noble y necesaria. Hoy acompañamos en su martirologio a sus deudos, y les brindamos apoyo para reemprender todos juntos, el camino que necesitamos para construir un mañana mejor.

Recuperamos la esperanza y nos cargamos de nuevas razones para reemprender la marcha de la ilusión. Ya nos conocen más allá de nuestras fronteras y se dan cuenta que antes teníamos razón, que la verdad de lo vivido es inamovible, que la mentira y la traición nos llevó al túnel. Y que de allí vamos saliendo, poco a poco.

Hace cincuenta y un años…y no olvidamos. Reforzamos nuestras ideas y demostramos que teníamos razón, antes y también ahora.

Miguel Ángel San Martín. Periodista

Madrid, 11 de septiembre de 2024

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