Los cuidados son imprescindibles. En este nuevo 8M, unos de los temas más relevantes es el trabajo doméstico y de cuidado. Históricamente, han sido las mujeres las que realizan el cuidado de niños, personas en situación de dependencia y personas mayores. Cuidado que se realiza —en la mayoría de los casos— a expensas de su desarrollo personal, oportunidades laborales y protección social. En Chile, el 95% de niños y niñas y el 80% de las personas mayores son cuidados por mujeres. Según la Encuesta Nacional del Uso de Tiempo (ENUT), las mujeres dedican 5,9 horas diarias al trabajo doméstico y de cuidado no remunerado, versus 2,7 horas de los hombres. Es importante destacar que los cuidados son también una cuestión de raza y clase. Las prácticas de cuidado son realizadas generalmente por mujeres inmigrantes y en situación de pobreza. Cuando el trabajo doméstico y de cuidado no remunerado no es reconocido ni apoyado por el Estado, los derechos de las mujeres y, especialmente las mujeres de hogares de bajos ingresos, están siendo pasados a llevar.
El cuidado es la capacidad de atender y satisfacer las necesidades particulares de quienes somos responsables. De acuerdo con Joan Tronto, es la atención, la responsabilidad, la competencia y la capacidad de respuesta, los conceptos que constituyen el cuidar. Podemos proteger a un hijo de un daño, por ejemplo, pero solo si nos preocupamos realmente por él, es decir, si somos sensibles y conscientes de sus intereses y necesidades particulares, sabremos cuándo y cómo cuidar de él. Ahora bien, el concepto de cuidado puede correr también el riesgo de no significar nada. Con facilidad podemos darnos cuenta que el cuidado para la industria de consumo puede reducirse a algo que podríamos comprar (por ejemplo, relacionar “autocuidado” con la compra de velas). Del mismo modo, algunas corporaciones, con el fin de generar utilidades para algunos pocos, recurren a una imagen que cuida (a otras personas, al medioambiente, entre otros). Este llamado “carewashing” es usado en muchas empresas que tratan de capitalizar la actual crisis de los cuidados.
Últimamente han surgido distintas políticas públicas que tienen en el centro los cuidados. En la pasada cuenta pública, el Presidente Boric anunció que su gobierno impulsará la creación de un Sistema Nacional de Cuidados (SNC) que tiene como antecedente el ejemplo uruguayo. En una primera etapa, el año pasado se inició el Registro Nacional de Personas Cuidadoras. Es importante que el gobierno comunique las próximas etapas y cómo será su implementación. Por otro lado, distintos municipios han subrayado también el valor del cuidado (como la Municipalidad de Santiago o Viña del Mar).
Respecto a la fallida propuesta de nueva Constitución, esta incluía los artículos 49 y 50 respecto al derecho al cuidado. El artículo 49 establecía que el Estado reconocería que “los trabajos domésticos y de cuidados son trabajos socialmente necesarios e indispensables para la sostenibilidad de la vida y el desarrollo de la sociedad”, así como la promoción de la corresponsabilidad de estos trabajos. Sabemos que no hay nada esencial en la biología del sexo femenino que haga que las mujeres sean más aptas para el cuidado que los hombres. Por este motivo, el cuidado debe estar vinculado a una responsabilidad social, en el que exista un reparto equitativo de las responsabilidades. De esta forma, el cuidado se comprende como un valor que trasciende el ámbito familiar para ser comprendido como un atributo de la democracia. Este reconocimiento constitucional hubiese significado un paso fundamental para avanzar en igualdad de género. No obstante, distintas políticas públicas para acortar las brechas deben ir en esta dirección. En la academia, por ejemplo, es importante equiparar el acceso a la formación y la debida consideración de una menor cantidad de publicaciones por parte de las personas cuidadoras.
Debemos tener consciencia de que el envejecimiento de la población hará que la necesidad de cuidados vaya en alza. Muchos tienen la confianza de que la tecnología pueda construir “carebots” o robots cuidadores con ayuda de inteligencia artificial. Con cada vez más frecuencia se han ido creando aplicaciones que cumplen distintas funciones como relojes que avisan si alguien se levantó, cómo durmió o si ha ido al baño. Urge prestar atención a los cuidados porque a medida que pase el tiempo cada vez más estaremos enfrentados a nuevos debates éticos. Si gracias a cámaras y a relojes inteligentes, por ejemplo, una persona cuidadora puede no estar presente, entonces podemos imaginar que una persona mayor y en situación de dependencia se puede ver obligada a aislarse y transformar su casa en una residencia. Esto socavará, claramente, su integridad física y emocional. Podría ocurrir, por tanto, que el “cuidado” realizado por las aplicaciones esté destinado a personas de bajos ingresos mientras que el cuidado proporcionado por personas esté reservado a las clases más altas. La crisis global de cuidado puede empeñarse a crear carebots, no obstante, el cuidado implica un proceso de atención, preocupación, empatía, entre otros, que no puede traducirse sin más en data. Un ejemplo de esto han sido los múltiples errores que han desarrollado las aplicaciones reforzando prejuicios.
En este 8M se conmemora a la mujer trabajadora que gracias a su trabajo doméstico y de cuidado sostiene al sistema. Vivimos en un momento clave. Apremia una discusión pública en torno a los debates éticos y políticos que suscitan los cuidados. Estos nos pueden permitir articular nuevas maneras de estar y transformar el mundo en uno más justo y equitativo.
Daniela Alegría:
Investigadora postdoctoral en el Centro de Estudios de Ética Aplicada de la Universidad de Chile. Integrante de la directiva de la Asociación Chilena de Filosofía.