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A 40 años del espejo. Por Juan G. Ayala

En 2010 Alfaguara publicó una nueva edición del ensayo de Carlos Fuentes “El Espejo Enterrado” escrito en 1990, oportunidad para que el propio escritor expresara que las interrogantes de hace 20 años se habían respondido, y otras refutado, pero muy seguro estaba que una de ellas, la de la identidad iberoamericana se había alcanzado. Dijo que ahora estamos conscientes de nuestra identidad de ser americanos, sabemos lo que somos, sabemos a dónde queremos llegar.

Quizás podríamos encontrarlo en la diversidad de regímenes que gobiernan a América. Presidentes mestizos, izquierdas y derechas, curas retirados, exsindicalistas y activistas en la primera magistratura, tres mujeres presidentes hasta 2013. En las instituciones también algo va cambiando, el nacimiento del ALBA, lo ocurrido en la IV Cumbre de las Américas con el ALCA, el desgaste de la OEA. En cada país algo está ocurriendo, los movimientos sociales en Chile, la marcha del Tipnis en Bolivia, las capas medias y el “corralito” en Argentina, entre otras, son la representación de que el orden republicano admite cambios tanto cuanto cada nación los necesite. Aparentemente atrás quedaron las dictaduras militares y políticas, pero se ha instalado la tensión entre, la dictatura del mercado y la Asamblea constituyente. La identidad iberoamericana la padece.

En Chile la cuadragésima conmemoración del 11 de septiembre de 1973 nos encuentra en medio de esa tensión: estado ausente en un imperio del mercadeo y el consumo, y heridas no cerradas por crímenes de lesa humanidad cometidos sistematicamente por agentes del estado. ¿Cómo enfrentar este tiempo, cómo darle continuidad a un crecimiento económico en equidad y justicia?, ¿cómo cerrar las heridas del pasado?. Para lo primero la respuesta pasa por figuras jurídico administrativas, normativas pautadas desde arriba que hacen sentido desde abajo. Regulación por parte del Estado, control y fiscalización, generación de incentivos del buen actuar, serían la acogida de las demandas ciudadanas, que resumimos en protección y seguridad, sean en salud, educación, pensión, en síntesis calidad de vida. Lo segundo es todavía más difícil, ya no es institucional, es personal. La afrenta de los derechos humanos mancillados se transmite de padres a hijos y a nietos, el caso Cheyre-Lejderman es muy claro. El encarar el pasado es purificante, dentro del dolor admite un camino de solución, pero va de conciencia a conciencia, no es traspasable a cuerpos de ley, aunque se intentare, no existiendo voluntad entre las partes, nace como letra muerta. El concepto alcanzado aquí no es “calidad de vida”, es simplemente “sobrevivir”, empero tanto lo personal como lo institucional se ligan mediante la protección. El ciudadano necesita sentirse protegido, de todo abuso, sea del mercado o de la tortura.

Carlos Fuentes nos dice que después de 20 años alcanzamos la coincidencia entre el ser y la identidad, pero también afirma que ahora viene lo más difícil, alcanzar la convivencia pacífica en la diversidad, sea étnica, sexual, política o religiosa. Reconocimiento y participación de los pueblos originarios, matrimonio igualitario, asamblea constituyente o reforma a la carta magna, tolerancia en las creencias, son los desafios del Chile que viene. Aceptado y concensuado aquello es parte del camino que nos alejará del terror, tanto de los fantasmas del pasado, como de los monstruos del presente. Reconocer los errores de toda nuestra clase política, feble en la protección de sus propios conciudadanos del abuso del mercado, como débil en el esclarecimiento de la verdad de los actos terroristas, instalan a Chile frente a un espejo todavía trizado después de 40 años. El daño ya no lo provocan los torturadores de 1973, que tienen nombre y apellido, ahora es del mercado, que es anónimo y despiadado.

Un candidato a presidente de Chile para el próximo periodo, debería tener meridianamente claro que dar solución a esas dos violaciones son su única tarea. Reconstituir la convivencia fracturada para ir armando nuevamente el espejo quebrado. Tenemos que ser capacez de mirarnos frente a frente, cara a cara. Cheyre fue la cara de Lejderman, Lejderman la cara de Cheyre. Por su parte el próximo ejecutivo debe mirarse en su pueblo pero con honestidad, acogerlo y darle la protección que está clamando, eso también es un cara a cara, y aquí la clase política que es el poder, también es un agente del estado, dependerá de cómo lo use. Los próximos cuatro años pueden ser muy reparadores o muy destructivos, la responsabilidad de lo que ocurra pasará primero por quién tiene el poder, incluido el poder de recuperar, o también de quebrar todavía más el espejo.

Juan G. Ayala, Profesor Departamento de Estudios Humanísticos, Universidad Técnica Federico Santa María

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