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Albert Camus y el zuavo del Puente del Alma

El ciclo de celebraciones oficiales, que marca el ritmo de homenajes que en el año la Nación agradecida rinde a hombres y acontecimientos memorables, pone en evidencia la pasión francesa casi cuadragenaria por las conmemoraciones de todo tipo y uso diverso del patrimonio. Coloquios, lecturas, espectáculos: esas celebraciones sólo parecen una curiosa pero inofensiva manía que permite inaugurar a gran escala los modernizados crisantemos del turismo cultural.

Sin embargo, ampliamente protegidas de las polémicas por su grato estatus de aniversario festivo –con la gloriosa excepción del bicentenario de la Revolución Francesa, que por otra parte había requerido la creación de una Misión específica–, las celebraciones representan un discreto y perseverante papel en el campo político, proponiendo cierta idea de Francia y una firme contribución a los debates en curso. Lo que por otro lado no escapó al ministro de Cultura y Comunicación Frédéric Mitterrand: esas conmemoraciones que “mantienen el espíritu de la Nación y por esa razón son una parte esencial de la identidad nacional a la vez fiel y reflexiva”, esos momentos de nuestra “memoria colectiva” que nos recuerdan nuestros “valores comunes”, porque “alimentan nuestro vivir juntos y refuerzan nuestra cohesión”, con seguridad se consideran como intervinientes en el debate sobre la “identidad nacional” que lanzó su homólogo de Inmigración, Integración, Identidad Nacional y Desarrollo Solidario Eric Besson. Pero ¿qué “vivir juntos”, qué idea de Nación, nos ofrecen estos ejercicios de admiración?...

Artículo completo: 260 palabras.

Texto completo en la edición impresa del mes de julio 2010
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Evelyne Pieller

Escritora, autora entre otras obras de Dick, le zappeur des mondes, La Qinzaine littéraire, París,2005; de L’Almanach des contrariés, Gallimard, colección “L’arpenteur”, París, 2002.

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