1.- Buscando a Bolaño en Cataluña.
Recuerdo el día que tomaba el autobús de Barcelona a Blanes, un pequeño municipio ubicado en la Costa Brava de Cataluña ubicada a 70 kilómetros de Barcelona. Corría la primavera de 2010 cuando, luego de la muerte de mi madre acaecida en octubre del año anterior, buscaba un lugar donde guarecerme de mis propios fantasmas, escapar de un Santiago que me parecía tan desconocido, tan distante y frío a pesar del Sol del Verano. Salí pues temprano en la mañana hacia el “proletariado costero”, como Bolaños llamaba a Blanes donde, junto a su familia, se habían establecido definitivamente hacia 1986, un balneario de obreros como le había escuchado en aquella célebre entrevista en la Feria Chilena del Libro realizada por Cristián Warnken, donde “Detectives Salvajes”, su libro estrella, despuntaba sobre cualquier otro lanzamiento al menos en mi opinión, la que confirmé luego de su lectura y relectura en aquel autobús hacia el océano Catalán y que hoy adorna autografiado en los anaqueles de mi biblioteca casi como una reliquia o descubrimiento arrojado por las olas, una obra gigantesca que incluso fue comparada con la novela “Rayuela” de Cortázar, pero que , como se acostumbra en Chile, hasta ese momento era un escritor poco conocido salvo en algunos círculos.
2.- “In Memoriam”.
Traje el recuerdo de Roberto Bolaño a colación, pues, en el segundo encuentro de poetas realizado en el humedal de Con Con, conozco frente nuevamente al océano, aunque esta vez bañado por las costas del Pacífico, al poeta de aquel balneario Álvaro Inostroza, quien en unos de sus poemas que me muestra posteriormente “In Memoriam”, precisamente comienza en su primer párrafo de la siguiente manera:
“No tuve la suerte
de conocer a Bolaño
pero sí conocí a Armando Rubio
a Rodrigo Lira
a Juan Luis Martínez
a Enrique Lihn
a Jorge Tellier
a Rolando Cárdenas
no es malo llorar a veces
hay que ser bien hombrecito
en la década del setenta
• la década prodigiosa-
Crecimos bajo el cielo de la utopía
la historia nos llevaba de la mano”.
La mención a Bolaño, en mi caso inversa, pues no conocí personalmente a Lihn o Tellier, aunque sí por la lectura de su obra, me remonta, no obstante a una generación anterior a la nuestra, a la de los ochenta, donde Álvaro sentencia con asertividad:
“En la década del ochenta
Lo mejor fue la poesía
La amistad, la acción
Compartimos las calles
Los bares, conversamos
Del regreso de la vida.”
Por su parte Bolaño, consultado sobre su posición política y la relación con su obra retruca: “toda literatura, de alguna manera, es política. Quiero decir: es reflexión política y es planificación política”. Ambos en ese sentido, siendo de izquierdas, entienden y comparten la cotidianeidad como elemento esencial, desde el que construyen su obra. “Escribir desde el lenguaje de la Tribu como decía Parra”, consigna Inostroza mientras la charla animada luego de la lectura de poesía, continúa en un restaurant cercano. Y en donde ambos, coincidimos, introducen en su narrativa y en su poética respectivamente, la ironía, el sarcasmo, así como comprender que la trascendencia se obtiene sin buscarla, a través del ejercicio de la memoria, donde la propia biografía de los autores se entremezcla con el verso o la construcción de la ficción. El epílogo del poema de Inostroza en ese sentido es decidor:
“No tuve la suerte de conocer a Bolaño
Pero seguimos aquí alejándonos
de las luces del gentío
negociando la rendición de cuentas
los límites de las tierras
el salvoconducto la visa
pero nunca la palabra
La memoria”.
3.- “No somos la Generación NN”
Sobre su generación, la de los 80, Álvaro Inostroza, al referirse a ella, sus primeras palabras son una verdadera sentencia firme y ejecutoriada: “No somos la Generación NN”, mi generación poética y vital que posee una identidad, por lo que refuto el apelativo de NN”. En este sentido su poema “Generación de los Ochenta” lo expresa y contextualiza con claridad:
“La generación del 80
que después del
GOLPE
se quedó en Chile
o salió del país
que nos buscábamos
en la noches
de Santiago
de Concepción
de París
o de Estocolmo.
Que escuchábamos
a Sumo
a Silvio Rodríguez
a Los Jaivas
a Inti Illimani
a las radios Moscú
y Cooperativa.”
De su sola lectura, evidencia la construcción de una generación que desde la poesía y creación literaria, a pesar de vivir bajo la amenaza constante de una dictadura represiva y la sospecha como forma de vida, no impide que bajo el alero del toque de queda, de todos modos sus voces no fuesen acalladas o como, el propio Inostroza lo describe:
“que publicamos
a escondidas
que sospechábamos
hasta de nosotros mismos
que perdimos
a nuestros mejores amigos
sobrevivientes del exilio
del estallido
de las bombas
y los fusilamientos”.
Pero que, sin embargo, al finalizar, el horror se sobrevive sumergido bajo las sombras aparentes e inaparentes, pero anhelando el fin de una pesadilla:
“que estudiamos
lo que pudimos
lo que nos dejaron
que transformamos
la sospecha
en un arma”
Pero que al final ahora que el poeta se acerca a sus sesenta años, es capaz de volver atrás y realizar un balance al que añade un suspiro de esperanza, pues esta generación que se enfrentó a lo peor absolutamente desarmada, mantiene en su interior la llama de que futuras generaciones no cometan ni vivan marcadas por sus propias vivencia y temores.
“Ahora
nos acercamos peligrosamente
a los sesenta años
y nos seguimos
escondiendo
pero tenemos nombres
hijos
libros
amores
nos publican en antologías
ahora
nos falta juntarnos
contarnos nuestras historias
emborracharnos
llorar
a nuestros muertos
y creer
que todavía
tenemos
algo de vida.”
Tenemos algo de vida, es la última frase con la que, ya anocheciendo, me despido de los y las poetas con las que he compartido un día fabuloso de poesía, recuerdos, declaraciones de amor etílico, donde distintas generaciones se mezclan en una remembranza de amigos que ya nada temen, pues sus palabras hablan por ellos mismos con la certeza de haber contribuido a el rescate de una memoria colectiva que tan falta hace en nuestros suspiros. Miro hacia atrás hacia el horizonte, hacia el ocaso para volver al encuentro de mi hija amada Amanda y mi esposa Paula que son mis ojos, que me esperan esta vez en el proletariado costero de Quintero.
Rony Núñez Mesquida
Analista, escritor y observador internacional.