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Alza de los alimentos y seguridad alimentaria por Katia Molina

Frente al alza del precio de los alimentos de un 10%, según los últimos datos publicados por el INE, es necesario dar una mirada al modelo agrícola chileno, que se sustenta en la perspectiva de una economía primaria exportadora, abierta al mundo.

El modelo agroexportador, durante los últimos cuarenta años, transforma la estructura productiva interna del país, disminuyendo la producción de algunos productos agrícolas y aumentando las importaciones. Este modelo se enfrenta al deterioro de los términos de intercambio, recibiendo cada vez menores ingresos por las exportaciones frutícolas. A esto se debe sumar la especulación de los precios de los alimentos en los mercados financieros, a través de commodities transformados en atractivos activos financiero. De lo anterior se obtiene entonces un beneficio parcial que no garantiza la competitividad de la agricultura chilena en el tiempo, toda vez que el Estado no subsidia cultivos claves, como sí se hace en el resto de los países en el mundo.

El modelo de desarrollo neoliberal estructurado en la agricultura no asegura enfrentar adecuadamente las crisis alimentarias y el alza en los precios de los alimentos, que se presentan producto del vínculo entre especulación financiera, la crisis y el modelo agrícola.

Es necesario identificar los factores a nivel global que han influido en el alza de los precios de los alimentos. El primero está relacionado con el desvío de cultivos tales como el maíz o el azúcar para la fabricación de etanol en detrimento de la alimentación de seres humanos. El segundo tiene que ver con el desplazamiento y reducción de otros cultivos para permitir la expansión de cultivos destinados a la producción de agro-combustibles. Pero, el principal factor es la desregulación y especulación financiera.

Es por esto importante observar en Chile lo que ha sucedido con la variación porcentual de la superficie cultivada, la que indica un aumento de la superficie plantada con fruticultura y silvicultura. Los frutales, principal cultivo permanente, triplican la superficie y pasa de 89 mil hectáreas en 1976 a 230 mil hectáreas en 2007, llegando a 250.000 hectáreas de cultivo al 2009.

Los datos del INE, referidos al cambio en el uso del suelo, nos muestra claramente el proceso de la incorporación agrícola a la exportación, siendo los cultivos frutales y los forestales los que mayormente se han incrementado, en desmedro de cereales, leguminosas y hortalizas. Es así que las leguminosas pasan de 211.505 en los años setenta a 70.899 en la década del 2000.

Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la alimentación y la agricultura, FAO, el precio de los alimentos van al alza desde el 2000 hasta nuestros días. El Índice de Precios de Alimentos de la FAO es una medida del cambio mensual de los precios internacionales de una canasta de alimentos, representa el promedio de 5 grupos de índices de precios de alimentos (un total de 55 series de precios), ponderado por la participación promedio en las exportaciones de cada uno de los grupos para el periodo 2002-2004. Los 5 grupos de índices son Carnes, Cereales, Lácteos, Aceites y Grasas, y Azúcar.

El comportamiento del Índice de Precios de los alimentos durante toda la década del 2000 observa claramente la tendencia al alza, siendo el año 2008 un punto de inflexión de esta disposición que se mantiene.

Índice FAO para los precios de los alimentos

El incremento de los precios de los alimentos no ha beneficiado a los pequeños y medianos agricultores, pues el control de un pequeño grupo de conglomerados internacionales encargados de la venta de insumos, tales como semillas y fertilizantes, así como de los procesos de procesamiento y distribución de los alimentos, ha limitado severamente el poder de mercado de pequeños y medianos agricultores.

El agro-negocio nos aleja del concepto de Soberanía Alimentaria, acuñado por la Organización Vía Campesina en Latinoamérica, entendida como “el derecho de los pueblos a alimentos nutritivos y culturalmente adecuados, accesibles, producidos en forma sostenible y ecológica, y su derecho a poder decidir su propio sistema alimentario y productivo”.

En este sentido, parece significativo mostrar lo que sucede con un producto agrícola de consumo masivo en el país como es el trigo, cereal relevante en la dieta de los habitantes del país en la fabricación del pan. Chile, que se abastece de trigo con producción nacional e importada, según la Oficina de Estudios y Políticas Agrarias, ODEPA, entre el quinquenio 2001 al 2005 el aporte de trigo producido en el país fue en promedio de 86,4%. En el siguiente periodo, entre 2006 a 2010, disminuye la producción nacional de trigo, aportando sólo el 60% del requerimiento nacional. La principal razón es la pérdida de rentabilidad del cultivo que hace abandonar el rubro a muchos productores nacionales . Cabe señalar que nuestros principales abastecedores son Estados Unidos (69%), Canadá (23%) y Argentina (7%)

Se genera así una dependencia hacia los alimentos importados y por ende sucede un aumento en la exposición a cambios en los precios internacionales de los alimentos. El resultado es la pérdida de la soberanía alimentaria que puede observarse en la reciente crisis alimentaria, la que implicó un alza sostenida de alimentos esenciales en la canasta interna de consumo.

Todo lo anterior hace exigible avanzar en las transformaciones profundas al modelo económico imperante. Y los trabajadores tienen mucho que decir frente al mundo que es necesario construir, como plantearse respecto a la soberanía alimentaria, lo que a decir del economista argentino Julio Gambina, “supone discutir la tierra, el agua, los bienes comunes o naturales y el orden social, para privilegiar la calidad de vida de toda la población y no solo el beneficio capitalista, el de los inversores, locales o globales” .

NOTAS:

1) ODEPA, 2010.

2) Gambina, Julio. Economista. CLACSO. 2011

Katia Molina. Socióloga de ICAL

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