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Astucia piñerista no logró descifrar el alfabeto feminista. Por María Isabel Matamala Vivaldi

En las semanas anteriores a la irrupción de la pretendida agenda de género de Sebastián Piñera, personajes del gobierno de derecha echaron a volar ideas tales como, no podemos regalarle el feminismo a la izquierda, al igual que, es preciso recoger las lecciones de nuestro anterior gobierno y responder en forma inmediata las demandas de la calle. A todas luces, había urgencia por neutralizar la movilización feminista y evitar que la situación escalara rememorando las luchas estudiantiles y patagónicas del aludido primer período. El segundo piso, la Ministra Plá y Piñera, aplicando su habitual astucia oportunista, creyendo sin duda alguna que cooptarían al feminismo, produjeron la estrategia de cambios superficiales y efectistas que conocimos la semana pasada.

El discurso pretendió en forma impostora aparecer como el gobierno pionero en materia de género. Piñera no pudo ocultar su impudicia al intentar convencer a la ciudadanía que la derecha chilena, la más conservadora del Cono Sur, dejó de pensar y actuar como lo ha hecho

por décadas. Creyó posible borrar el pasado por arte de magia y vestirse con traje feminista. Imaginó que los posicionamientos extremos que sostuvieran en los debates sobre hij@s ilegítim@s, divorcio, derechos sexuales y reproductivos, píldora del día después, aborto, embarazo por violación de niñas desprotegidas, adopción por parejas del mismo sexo, así como su adhesión a la misoginia de la iglesia católica, quedarían bajo las alfombras. Los chistes presidenciales, revelaciones periódicas de subjetividad penetrada de violencia machista, se consideraron ausentes de nuestra memoria.

Tratando de sostener que el feminismo no es lo que es, sino lo que él en su fantasía discurre, evidenció no sólo afán impostor sino, también, analfabetismo acerca de la propuesta de sociedad y cambio cultural que el movimiento feminista fue construyendo por más de medio siglo en el mundo y, en particular, en América Latina. Transformar la sociedad patriarcal, capitalista neoliberal – en tanto forma de vida y gobernabilidad y en tanto modelo económico
 supone profundos cambios estructurales en lo socio cultural, en lo político, en la economía y en los procesos de subjetivación. Significa terminar con el modelo violento, desprotector, punitivo, que precariza la vida, depreda lo colectivo e induce al individualismo narcisista, realizando acciones que subviertan las causas últimas de la injusticia de géneros. Causas estructurales cuya mantención, por el contrario, forma parte del instinto de supervivencia y conservadurismo de la derecha.

No entendió las demandas claves del feminismo y fue así como desechó la central demanda de educación no sexista. Su implementación permitiría terminar con los mandatos desiguales que se imponen a los géneros a través de la socialización, cuyos procesos acontecen en el sistema educativo, pero también al interior de los hogares y a través de la cada vez más invasiva y colonizadora intervención tecno mediática. Educación que implica cambio de las conciencias, los pensamientos, los deseos, los sentimientos, las convicciones y las prácticas, a ser traducidas en redistribución de poder, en masculinidades no violentas, en el fin de la cosificación de lo femenino. Recuperando la dignidad y autonomía de quienes son discrimindas por género, en especial mujeres pobres, niñas o ancianas, mujeres de pueblos originarios, lesbianas, trans, migrantes.

Educación no sexista que, como resultado, instalaría en otro lugar el trabajo de cuidado de otros, otras y otres. En el dominio patriarcal capitalista el cuidado se impuso a las mujeres productoras de trabajo y nuevos cuerpos, el cuidado de estos cuerpos para el trabajo. El trabajo de cuidado como dispositivo de control y pilar de acumulación de capital, quedó por siglos invisible, naturalizado en su gratuidad, hasta que fue decodificado desde el feminismo. Se hizo evidente su significado económico, el regalo del tiempo de las mujeres - tiempo que es su propia vida -, así como las consecuencias en salud derivadas de la sobrecarga laboral en dobles o triples jornadas y manifestadas como enfermedades crónicas y discapacidades en la vejez. La redistribución de poder ineludible en el marco de justicia de género de una nueva época feminista, siguiendo el pensamiento de Fraser, supone la socialización de cuidador@s universales con base en la solidaridad y políticas de cuidado que involucren al Estado y a la empresa privada. Mirando un poco más allá de la Argentina de Macri, el Presidente hubiese descubierto en Uruguay esfuerzos en esa dirección. La educación no sexista tiene también como función potenciar la autonomía de las mujeres, la apropiación de su propio territorio, haciendo efectiva su capacidad para decidir soberanamente sobre sus cuerpos y sus vidas. Dejando atrás su calidad de interdictas, sin reconocimiento, sometidas a la voluntad de otros, siempre de otros, no sólo curas, jueces, militares, médicos, académicos, sino también maridos o parejas, incluidos hombres de pueblos originarios emulando el dominio del blanco conquistador, o trabajadores rurales emulando el dominio del patrón, como bien señala Segato cuando alude a las pedagogías de la crueldad.

La autonomía marca un antes y un después en las biografías de las mujeres y es principio fundante de los derechos sexuales y reproductivos, justamente aquellos que olvidó el Presidente, o que intencionalmente omitió con el propósito de invisibilizarlos. Correa y Petchesky definieron este principio como la capacidad moral y legal de las personas para autodeterminarse en la toma de decisiones sexuales y reproductivas como son elección de pareja sexual, uso de anticonceptivos, maternidad voluntaria, interrupción del embarazo, terapias hormonales, investigaciones.

En momentos en que el Ministro de Salud levantó más barreras de acceso a los servicios de aborto permitidos por ley, el Presidente habló de equidad de género sin pronunciarse respecto de la igualdad – no discriminación - en materia de derechos sexuales y reproductivos, pese a que el Estado debe garantizar servicios de calidad para brindar las prestaciones establecidas.

Piñera no se refirió a derechos sexuales y reproductivos, a aborto por tres causales, a objeción de conciencia, ni a acoso laboral en los hospitales hacia médicos y médicas no objetor@s con disposición para otorgar los servicios que la ley dispone. Si bien planteó la tramitación de la nueva ley sobre violencia de género, evidentemente no sabía que negar servicios de salud en sexualidad y reproducción – como son las prestaciones de aborto legal – constituye un control inaceptable, una violencia estatal según el Mecanismo de Seguimiento, MESECVI, de la Convención de Belem do Pará. En su Segundo informe (2015) éste señala: “El control de los derechos reproductivos de las mujeres es un medio por el cual se mantiene la dominación masculina y la subordinación de las mujeres y constituye una forma de discriminación y violencia institucional contra ellas”. Habrá que concluir que Piñera no sólo se desentiende de la demanda feminista en sus alcances estructurales; del mismo modo, no está dispuesto a seguir las indicaciones del Sistema Interamericano de Derechos Humanos.

La astucia oportunista de la que ha hecho gala la derecha y el Presidente, no da lugar a la capacidad de escucha ni a colocarse en el lugar de las mujeres que habitan nuestro territorio. Y esto es así porque los cambios estructurales que propone el feminismo atentan contra los más caros intereses políticos y económicos de la coalición en el gobierno.

María Isabel Matamala Vivaldi, médica especialista en Salud Pública y Género. Publicado en Primera Piedra

http://www.revistaprimerapiedra.cl

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