Bancos de saberes ancestrales

Actores principales en la protección de la biodiversidad, los pueblos autóctonos detentan recursos genéticos, pero también saberes tradicionales que son del interés de las industrias de la “economía verde”: farmacia, cosmética, agricultura o incluso fabricación de alicamentos o medicalimentos. Estos saberes, en la actualidad, están sujetos a una lógica de mercado apoyada por los organismos de pateamiento, que sostienen su almacenamiento en bancos.

Durante mucho tiempo marginalizados o integrados por la fuerza a la comunidad internacional, a los pueblos autóctonos les cuesta mucho hacer oír su voz en las discusiones que conciernen a la protección de la biodiversidad. Recién en 1992 la Organización de las Naciones Unidas (ONU) reconoció que tenían un “rol vital a jugar en la administración del medio ambiente y el desarrollo, habida cuenta de su conocimiento del medio y de sus prácticas tradicionales” (fragmento tomado del principio 22 de la Declaración de Río).

Paralelamente, sus saberes adquirieron una forma de reconocimiento oficial por parte de la comunidad científica. El informe de la Evaluación de los ecosistemas para el milenio, publicado en 2005, subraya su pertinencia, y la segunda parte del quinto informe del Grupo Intergubernamental de Peritos sobre la Evolución del Clima (GIEC, según las siglas en francés), que se publicará en marzo de 2014, requiere explícitamente su contribución…