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Botín de postguerra. Por Ximena Valdés S.

Resulta difícil referirse a hechos de la historia reciente sin rememorar los anclajes que estos tienen con nuestro pasado cercano. Es una cuestión de memorias y olvidos lo que está en juego. Un viaje a los depósitos de la memoria podría, en los días actuales, ayudar a comprender las raíces de lo que ocurre en las FFAA y Carabineros con respecto a las apropiaciones indebidas con respaldo institucional, los robos al erario público y lo que es peor, el silencio y el consentimiento de la “nobleza de Estado” durante ya más de treinta años.

En este contexto, el cambio de estrategias de las instituciones armadas y policiales para el reparto del botín en “tiempos de paz”, amerita una reflexión que permita explicarnos porqué se sigue atropellando normas y convenciones establecidas. ¿Porque el populismo penal castiga a unos llenando cárceles y absuelve a otros?, ¿o es que es la norma institucional el atropello y el robo con fuerza de ley?

Crimen y castigo no se corresponden con lo que observamos.

En tiempos de guerra, como se calificara los primeros años de dictadura, el poder unilateral de las armas y la sujeción de las instituciones y poderes del Estado a las normas impuestas por la Junta Militar, permitió que se traspasara a las elites económicas los bienes públicos: es el caso entre otras de las empresas de electricidad, agua, telefonía, forestales y miles de hectáreas de tierra expropiadas tras reforma agraria y devueltas a sus antiguos propietarios o transferidas al Estado. Mas al menudeo y ancladas en los rumores, se dice que la suerte de las joyas donadas por las damas de derecha a la Junta Militar para la “reconstrucción de la patria” pasaron a las mujeres de los cuerpos armados, obras de arte que desaparecieron no se sabe en qué muros cuelgan hoy, casas de exiliados apropiadas por quienes controlaron el poder no se sabe cuántas son, ocupación de vastas superficies en la pre cordillera del valle del Mapocho podrían sumarse al control del territorio de estas instituciones, más el reparto individual e institucional del botín en tiempos de guerra.

La venta a bajo precio de bienes públicos y las privatizaciones corresponde a la “fase de acumulación primitiva” o del despojo para crear las bases del modelo actual. Las FFAA fueron entonces facilitadoras y garantes de la apropiación privada de bienes públicos.

No sabemos aún el quantum del despojo de los bienes públicos que le toco a las FFAA y las policías.

No cabe duda que después de la dictadura las instituciones armadas cambiaron de status y fueron adquiriendo importantes prebendas que sumadas a las que ya poseían, se ampliaron en el silencio de la post-dictadura. Ley del cobre por ejemplo.

Estrategias algunas solapadas y otras encubiertas, no sujetas a transparencia, otras bien conocidas, como los montos de los montepíos de cónyuges e hijas solteras, jubilaciones a edades tempranas (no se sabe bajo que fundamentos). Otras conocidas recientemente de sobresueldos o simplemente robo institucionalizado.

Más expuestos que las ramas de las FFAA, Carabineros ha caído en el desprestigio institucional no sólo por robar organizadamente, sino por una conducta vergonzosa con la invención de pruebas para imputar de terroristas a miembros de la comunidad mapuche tras la famosa operación “Huracán”. De hecho, se supo mientras el transantiago aumentaba 20 pesos por pasaje, el mes de febrero, que los generales de carabineros retirados tenían pase gratis además de tag gratis. Se supo también que el general Villalobos no pagaba contribuciones por un terrenito agrícola donde había posado su enorme vivienda pues estos terrenos estaban exentos -lo que es falso-; y en fin, se supo que muchos miembros de la institución se habían puesto a robar a mano desarmada lo que encontraban a su paso (la módica suma de 28 mil millones de pesos hasta ahora en Carabineros) para distribuirlo entre sí, sus pares, sus familias, sus amantes y así en adelante…

Si el General Mayor no sólo esgrimió el título de asesino y dictador sino que cayó en el campo de negociados oscuros y enriquecimiento ilícito ¿qué les quedaba a los subalternos?

Para coronar este solapado y consentido avance en el cambio del status de militares, aviadores, marinos, carabineros– históricamente desigual por cierto-, aparece el asunto de los sobre sueldos salidos de las Mutuales lo que no solo concierne a la policía sino al Ejército, Aviación y Armada. Todo unido, se podría hablar de un cambio de estrategia de estas instituciones digna de remecer al conformismo enraizado en nuestra sociedad.

Al parecer, hubo un reacomodo desde el uso y abuso del poder unilateral de las armas, hacia mecanismos para aprovechar la ancha manga estatal para sí como ha quedado demostrado en las apropiaciones indebidas –robos, sobre sueldos- denunciadas en estos días. Estrategia del camaleón que se infiltra en el tejido institucional para normalizar los mecanismos de apropiación

¿ Hechos como los conocidos son meros accidentes en medio de una pureza institucional indiscutida?

Para ir a conmemoraciones trágicas recientes: hace 33 años, en los extramuros de la ciudad de Santiago, miembros de Carabineros de Chile, degollaban fríamente a periodistas de oposición a la dictadura. Ello escalofrió a nuestra sociedad. Como es ampliamente sabido, las instituciones armadas y los aparatos represivos creados en esos años fueron responsables de violaciones, torturas y una variopinta gama de atropellos a los derechos humanos.

En tiempos de guerra, parece no haberles faltado imaginación a dichos soldados del miedo. Anidaron su ADN patrio, probablemente, en el pretérito uso y abuso del corvo que tan viriles y valientes hizo a “nuestra masculinidad armada” en territorios andinos el siglo ante pasado.

En este contexto, la impunidad parece ser la clave para comprender cómo estas instituciones transitaron del reparto del botín desde los tiempos de guerra a la continuidad del robo en “tiempos de paz”.

Es plausible pensar que la falta de fronteras morales e institucionales para establecer lo permitido y lo prohibido hizo que estas instituciones estuvieran y actuaran en una tierra de nadie lo que expone al conjunto de nuestra sociedad y sus normas al permanente desacato.

Cuesta limpiarse la cara y mostrar las manos. Quizás, esas formas de actuar justamente estén adheridas al ethos institucional pero en particular al goce de impunidad que abrió el ancho camino al reparto del botín en “tiempos de paz”.

A la hora de transitar de los “buenos tiempos de la dictadura” a los de la ufanada democracia, se habría requerido de estándares éticos que no los hubo. De otra forma se puede seguir de largo, profitando de una costumbre enraizada en el control del poder sobre la sociedad de parte de los cuerpos armados y policiales.

Esta normalización y naturalización de la apropiación indebida de bienes públicos de la cual son responsables las FFAA y policías –con la complicidad y consentimiento de “la nobleza de Estado”- puede ser comprendida en el campo de la civilidad como el cambio de estrategia de los cuerpos armados desde los tiempos de guerra a los tiempos de paz.

Qué nos queda. Sólo no perder la capacidad de asombro, sólo no concordar con el conformismo ambiental.

Ximena Valdés S. Escuela Geografía, Universidad Academia de Humanismo Cristiano

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