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Carta desde Madrid

Domingo 14 de abril,

aniversario de la proclamación de la Segunda República Española.

Hola, queridas. Me encanta poder participar en vuestra iniciativa Entre-Ciudades.

Os cuento una experiencia de las transformaciones que hacen los movimientos sociales y artísticos en nuestra ciudad, y cómo mi cuerpo ha encontrado en ella un espacio de placer junto a otra gente.

En julio de 2012, después de acudir a muchas movilizaciones callejeras, sentí que estaba cansado de caminar y lanzar gritos en las manifestaciones sociales que se suceden casi semanalmente desde 2011 contra el saqueo financiero y en defensa de los servicios públicos. Me parecía que mi presencia era inútil, que no aportaba nada, más allá de un número en la masa.

Ese mismo mes, en una de las tantas marchas por el Paseo del Prado, escuché cantos y música que venían desde una calle paralela. Fui a mirar y enfrente de la mismísima Bolsa de Madrid, protegida por furgonetas y policías, estaban los músicos y el coro de la Solfónica 15 de Mayo, interpretando El Canto a la Libertad, del poeta y cantor aragonés José Antonio Labordeta. Entres sus cantantes, estaba una amiga y vecina, que me animó a unirme a ellos, porque sabía de mi afición a cantar en coros de colectivos sociales.

Conocía la existencia de la Solfónica 15 M, que se formó durante mayo y junio de 2011, en la ocupación asamblearia de la Puerta del Sol y cantaba en calles y plazas cada vez que había alguna convocatoria social. Y ese día, frente a la Bolsa, pensé: “por fin encuentro un lugar para mi cuerpo en las manifestaciones”, y recordé una hermosa frase de la anarquista estadounidense Anna Goldman: “Si no se puede bailar no es mi revolución”.

Desde entonces voy a menudo a ensayar y cantar con ellas y ellos, mujeres y hombres de edades, barrios, trabajos y vidas muy diferentes. Desde el verano pasado, hemos cantado decenas de veces, en el corazón de la ciudad, en la Glorieta de Atocha, en el Paseo del Prado, en las Plazas de Neptuno y de Cibeles, en la Puerta del Sol y en la Calle de Alcalá, en escuelas y hospitales, siempre en convocatorias de los movimientos sociales (las llamadas “mareas” que defienden los servicios públicos) y de las asambleas ciudadanas de barrio, otra iniciativa que desde la ocupación de la Puerta del Sol ha convertido en ágoras políticas muchas plazas de la ciudad.

Hemos cantado con sol y con lluvia, en medio de la paz ciudadana y rodeados de furgonetas policiales y policías que cargaban con bombas de humo contra los manifestantes, como en la Plaza de Neptuno, en la Huelga General del 14 de noviembre de 2012.

Puente de emociones e ideas

Interpretamos canciones que han sido importantes en distintos movimientos sociales, desde el siglo XIX hasta ahora mismo, canciones de luchas de los pueblos de Italia, Francia, España, Portugal, Chile…; canciones en catalán, en vasco, castellano, portugués… Desde el Va pensiero, de Verdi, al Zorongo, de García Lorca, al Grandola Vila Morena, de José Afonso… Canciones graves y canciones cómicas, canciones para escuchar y canciones para bailar.

En cada ocasión, repartimos copias de las letras y mucha gente canta con nosotros. Antes de cada canción, nuestros directores y directoras cuentan el origen de cada canto y enlazan así las luchas de épocas y pueblos, refrescan la memoria, tienden un puente de ideas y emociones entre las generaciones.

Y casi siempre, al interpretar las canciones de García Lorca, quien dirige el concierto recuerda el discurso que hizo el poeta en 1931, en la inauguración de la biblioteca de su pueblo natal, Fuentevaqueros (Granada). Transcribo un párrafo:

“Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio de Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización social.”

Hay gente que canta con nosotros, hay gente que llora, ríe, baila, cuando cantamos; hay mayores que cantan puño en alto, jóvenes que se nos acercan a preguntar de dónde es una canción, si tenemos su letra, hay gente que nos sigue en el itinerario de ese día.

Y cada vez que elegimos un lugar para cantar, siento que inventamos un espacio de placer y de hermandad, un ágora de emociones que disfrutan los manifestantes y nosotros.

Un abrazo,

Pepe.

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