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“Chile se ubica, Chile está, Chile es…”

- Voto de los chilenos desde el extranjero: las lecciones de otros países conosureños.

El sentimiento del amor al terruño es tan antiguo como el hombre mismo. Los documentos históricos y literarios así lo testimonian; los propios textos bíblicos están poblados de narraciones que atestiguan el dolor de quien abandona su lugar de origen. La huida, el ostracismo, el exilio, la deportación constituyen una de las mayores afrentas e ignominia que el hombre ha debido soportar a través de la historia.

En nuestro pasado colonial, son conocidos los sentimientos de los padres jesuitas que, debido a la real orden de expulsión, de 1767, debieron abandonar las tierras americanas rumbo a Europa. Aun cuando muchos de ellos no eran oriundos de América, habían desarrollado en estas tierras su vida y ministerio evangelizador, por lo que el destierro les impactó de tal manera, que sus testimonios expresan el sufrimiento y dolor experimentado.

En el siglo XIX, son abundantes los relatos de muchos chilenos que por diversas circunstancias, obligadas o voluntarias, debieron vivir fuera de Chile. Más cercano a nosotros, en el último tercio del siglo XX, la ola de golpes militares que conmovió al cono sur americano provocó la salida de cientos de miles de personas siguiendo las múltiples direcciones de la rosa de los vientos. Unos y otros llevaban entre lo más preciado, como bagaje inalienable, ese imaginario constituido por recuerdos, historias cercanas, lazos familiares, formas de sentir y de vivir que les permitió sobrellevar la lejanía del suelo que los vio nacer y crecer. Allí alojaron otros “Chiles” y, allí, quieren seguir siendo reconocidos como tales.

Se ha dicho que entre los derechos básicos de las personas está el derecho a vivir en su patria, el derecho a la libre movilidad; sin embargo, cuando las circunstancias devienen en una partida, en una migración o en un exilio, los derechos se amplían a otros no menos significativos para aquellos que sobrellevan la expatriación. En ese momento, los derechos que se reclaman son el derecho a ser acogidos y, por cierto, el derecho al retorno. A juicio de muchos -y nuestro-, debería incluirse, el derecho a no perder los lazos de unión con su país y el de estar ligado a sus ancestros, lo cual se debe traducir, expresamente, en no perder nacionalidad y el derecho de ejercerla, entre otras formas, a través del derecho a voto. (...)

Artículo completo: 1 238 palabras.

Texto completo en la edición impresa del mes de junio 2008
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Carmen Norambuena

Profesora Titular de la Universidad de Santiago de Chile. Doctora en Historia de América. Especialista en temas de población, migraciones y exilio. Actual Decana de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Santiago de Chile (Usach).

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