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Empleados, cuadros preocupados por el precio de su alimentación diaria; trabajadores pobres, jubilados hurgando en los tachos de basura de los supermercados: la cuestión del “poder adquisitivo” disuelve el crédito de los gobiernos actuales. En Francia, en Italia, en el Reino Unido, las formaciones políticas en el poder sufrieron humillantes derrotas en las elecciones municipales. En Estados Unidos, el partido republicano perdió desde marzo pasado tres de sus bastiones en las elecciones legislativas parciales. Una de las circunscripciones le fue fiel por treintaitrés años, otra por veintidós. En la tercera, el candidato saliente había sido reelegido en el escrutinio anterior con el 66% de los votos.

Para una mayoría de la población, la vida cotidiana se hace más dura. En Italia y en España, el mal se imputa al euro. Pero, la “canasta de consumo” británica también cuesta un 15% más que hace un año. Y, en el mismo lapso de tiempo, el precio de los huevos aumentó un 30% en Estados Unidos, el de la leche, los tomates, un 15%, el del arroz, de las pastas, del pan, un 12%. Ni el precio de los alquileres ni los de la energía logran aplacar la herida...

Un retorno –aleatorio– al crecimiento no resolverá el problema de fondo. Invirtiendo un famoso dicho de 1953 (“Lo que es bueno para General Motors es bueno para el país”), el ex secretario del Tesoro estadounidense Lawrence Summers acaba de admitir que “lo que es bueno para la economía mundial y los campeones del business, no es necesariamente bueno para los asalariados”. Motivo invocado para semejante vuelta de tuerca: “Un desacople tal vez inevitable entre el mundo de los negocios y el de las naciones” (1).

Inevitable, pero no imprevisto... Consecuencia de una guerra a los salarios llevada a cabo en nombre de la búsqueda de “competitividad” y de la caza al “costo del trabajo”, el estancamiento o el retroceso del poder de compra nacieron de elecciones políticas. El economista Alain Cotta recuerda que en Francia, (...)

Artículo completo: 835 palabras.

Texto completo en la edición impresa del mes de junio 2008
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Serge Halimi

Director de Le Monde diplomatique, París.

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