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Estados fantasma en Medio Oriente

Consecuencias del estallido iraquí

La ofensiva del Estado Islámico de Irak y el Levante (EIIL), que ahora se llama simplemente Estado Islámico (EI), solo sorprendió a los que, tras la retirada de las tropas estadounidenses, ya no se interesaban en lo que sucedía en Irak. La incompetencia del poder central y su política favorable a los chiítas crearon las condiciones de la insurrección sunita.

El reciente ascenso al poder de una fuerza yihadista sunita en el noroeste de Irak es espectacular, en el sentido literal del término. Recuerda al vodevil malo: en ese país, hay, por así decir, un terrorista en el armario. Cuando aparece en escena, el primer ministro chiíta Nuri al-Maliki finge sorpresa, clama contra el asesino y pide ayuda a sus amigos para expulsarlo de casa. Pero a ese yihadista, él mismo le abrió la puerta y le dio de comer. Sus amigos, y en especial los iraníes, lo saben, pero les conviene prestarse al juego. Porque el terrorista es la excusa perfecta para eclipsar los abusos de aquel que, al fin y al cabo, sigue siendo uno de los suyos.

Así pues, en junio de 2014, los yihadistas sunitas, que operan bajo el nombre Estado Islámico de Irak y el Levante (EIIL, ahora denominado solo “el Estado Islámico” (EI) también conocido por su acrónimo árabe, Daash), toman Mossul, la segunda o tercera ciudad del país -según las distintas fuentes-, prácticamente sin combatir. En esa zona predominantemente árabe sunita, otras localidades caen rápidamente, a medida que el aparato de seguridad se desintegra...

Artículo completo: 268 palabras.

Texto completo en la edición impresa del mes de agosto 2014
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Peter Harling

Periodista.

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