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Cultura con esteroides. Por Tatiana Mayerovich

Perfectamente redonda, de unos ocho centímetros, dorada aunque su brillo ha disminuido con el tiempo, el sobrerrelieve mantiene intacto los laureles que la rodean, es pesada, mucho más de lo que recordaba, pesa en la mano y pesa al rodear mi cuello, el listón tricolor que la sostiene luce ese tono amarillento que suelen tener las cosas viejas. Mi medalla de los juegos escolares del ’88. El mismo año en que Ben Jonhson vencía a Carl Lewis en los 100 metros planos en Seúl. Benfastic derrotaba al hijo del viento en 9.79 segundos, quebrando su propio récord.

Los nudillos se crispan en la marca, la vista al frente. Se alzan los cuerpos hacía atrás en preparación. Los dedos sostienen el peso del cuerpo en un vaivén rítmico, ahora sí, ahora no. Ahora el disparo y el primer impulso explosivo. La primera zancada que saca el cuerpo de la inercia, el segundo paso y acelerar, el tercero y el cuarto bombean al corazón sangre y adrenalina, en la quinta zancada la aceleración y la potencia lo definen todo, los muslos en armonía prodigiosa, aceleran y aceleran palpitando junto al universo. Los demás se quedan atrás, sólo es Ben, Ben y el aire, Ben y el vacío por delante. Ben levantando el brazo al llegar a la meta una eternidad antes que nadie. El suelo rojo coreano refulge de una forma que hace nublar los lentes de las cámaras, o sólo es mi recuerdo. Tres días después de la más gloriosa carrera de la que se tenga memoria, Ben Johnson fue descalificado por utilizar sustancias prohibidas, su corazón bombeaba sangre, adrenalina y estanozolol. Así comenzó el Caso Johnson, que terminó por arrebatarle sus récords, sus medallas de plusmarquista, y lo alejó para siempre de las pistas.

Hace unos días vi a Ben en una entrevista, estaba viejo, claro, y enojado como si recién lo hubiera perdido todo. Hice trampa decía, usé sustancias prohibidas, pero lo reconozco, digo la verdad y desafío a quien me diga en la cara que todo lo que tiene es natural. Me impresionaron sus palabras. La paradoja de su situación, después de todo Carl Lewis también dio positivo por doping alguna vez y en una búsqueda más amplia y exhaustiva en todos los deportes de alta competencia encontramos el uso de sustancias que mejoran el rendimiento. Pero qué pensaba Ben, que si él lo reconocía, todos los demás lo harían, y acaso más tarde lo darían por válido, nos enfrentaríamos a una nueva realidad más parecida al manga, poblado de superhombres y cyborgs. No niego que la idea es tentadora.

Vuelvo a la 1988, en poco tiempo la dictadura terminaría, pero en ese entonces yo no tenía cómo saberlo, ni tampoco me había enterado de que ésa era la situación del país. A mí me gustaba correr, pero no era veloz. Lo mío, como decía mi entrenador era la resistencia, los 1200 metros planos era mi prueba, para eso entrenaba tres veces a la semana, pero todos admirábamos a los velocistas, a Ben Johnson, a Carl Lewis. Tampoco gané una medalla por haber derrotado a nadie. A fin de año nuestro entrenador resolvió entregarnos una a todos los que habíamos competido, hayamos ganado o perdido, lo importante era competir con uno mismo, ser constante en el entrenamiento, no darse por vencido y haber representado al colegio, dando nuestro energía y nuestro tiempo, al menos ése era parte de su discurso.

¿Qué fue lo que cambió?, a miles de kilómetros de Seúl o Canadá, el caso Johnson fue decantando con los años, otras carreras, otros dopings, votaciones, democracia, yo dejé las carreras para concentrarme en otra, llegar a la universidad, encontrar trabajo, criar hijos, y en no pocos años, partidos que engañan a sus asociados haciéndolos firmar por las ballenas, carreras políticas pagadas por empresas con boletas falsas, crisis valórica dice la prensa, que no atina a decir qué valores. Es una tentación pensar que sólo es una crisis de los poderosos, no es así, en las poblaciones aquellos que detentan el poder actúan con el mismo patrón, la presidenta de un comité se queda con la mejor casa, porque el que reparte se lleva la mejor parte. Y en medio de las catástrofes tan típicas de un país que vive al borde del abismo, la repartija después de cada debacle corren con la misma suerte. Para qué estudiar si puedes copiar, y mejor si sólo compras el diploma. Ganar se volvió una meta en sí misma, ya no importa cómo, hacer trampa es parte del juego, es ser astuto, ser winner es parte del vocablo cotidiano. Que tus hijos sean loser una pesadilla de bullying. La paradoja de mi medalla es que los valores de la sana competencia los aprendí en dictadura, casi como un resabio de un tiempo anterior o paralelo. La democracia no ha hecho más que ahondar en el modelo que tanto odiaba, o es cómo dicen lo cambiaron todo para no cambiar nada. Nos engañaron, nos engañamos, tenemos que vivir con eso diariamente.

(N. del A. La prueba atlética oficial es de 1500 metros planos, los 1200 metros es una prueba para niños)

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