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Todo estaba bien

Datos personales

En 2008, un joven candidato a las primarias demócratas y luego a las elecciones presidenciales estadounidenses provocaba el entusiasmo de los comentaristas por el innovador método puesto en práctica durante su campaña: recolectar los datos personales de los ciudadanos con tendencia a votar por él. La cosecha fue tan fructífera que, según el periodista Sasha Issenberg, el equipo de Barack Obama “sabía el nombre de cada uno de los 69.456.897 estadounidenses cuyas boletas lo habían propulsado a la Casa Blanca”. Cuatro años más tarde, esta extracción tomaba un giro aun más emocionante, con “protocolos de ‘compartición direccionada’ capaces de hurgar la red Facebook en busca de amigos que al equipo de campaña le gustaría enrolar, movilizar o convencer”. Todo estaba bien. Sin un respeto excesivo por la vida privada, estadísticos y expertos demócratas rebuscaban los rastros de comportamientos individuales online, rastrillaban las redes sociales y recolectaban los hábitos de consumo para armar una base de datos gigante. ¿El objetivo? “Marcar a los electores más dispuestos a dejarse persuadir” y después bombardearlos “con mensajes hechos a medida”...

Artículo completo: 194 palabras.

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Pierre Rimbert

De la redacción de Le Monde diplomatique, París.

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