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Declaraciones constitucionales. Por Marcelo Saavedra

Hace ya un par de semanas que partió la segunda fase del proceso constitucional declarado por el Ejecutivo hace meses atrás, donde teóricamente la participación ciudadana adquiere cierta relevancia. Después de la creación de la Consejo Ciudadano de Observadores, los diálogos ciudadanos son la segunda y penúltima instancia, donde la ciudadanía tendrá oportunidad de discutir, plantear y argumentar, en la medida de lo posible, sus sueños y convicciones que esperan revestirlos de rango constitucional. Debo subrayar la condición “en la medida de lo posible”; atributo que mañosamente no ha sido declarado por el Ejecutivo, el que se suma a un itinerario de discusión ultracomprimido y voluntarista que delata más una intencionalidad de cumplir, aunque sea de la peor manera, uno de los aspectos vagos de un programa electoral aún más vago sobre un tema institucional clave de cualquier Nación, que a sincerar las severas limitaciones que les acarrea actualmente una propuesta irresponsablemente voluntarista que difícilmente alcanzará una percepción de cumplimiento positiva entre la misma ciudadanía que se pretende involucrar.

El esfuerzo hecho hasta el momento, aunque loable en tanto representa el primer paso trastabillante que se debió haber dado hace al menos dieciséis años atrás, está expuesto a perder vigor y credibilidad producto de los charchazos incesantes de una derecha troglodita e ignorante incapaz de entender los nuevos tiempos por los que atraviesan el inquilinaje que, según ellos, habita su fundo entre mar y cordillera. Pero más peligrosa que esa derecha básica y retrógrada que juega a ratos a ser democrática (sólo cuando las reglas del juego y la cancha le favorecen), es el torpedeo abierto o solapado sobre este proceso tembleque y aguado, de una casta política que sucumbió a los placeres que otorga el poder y que descubrió hace rato que no es tan malo ser administradores de un fundo que también les chorrea a veces pingües beneficios.

De acuerdo al cronograma del actual proceso constituyente, después de los diálogos ciudadanos y posteriores cabildos, se sistematizará y elaborará el primer borrador de una carta magna, la que será analizada, discutida, modificada a piacere y votada por la misma casta política, cuestionada por el inquilinaje del fundo, más allá (… mucho más allá) de 2017. Para entonces, el trastabilleo vacilante y carente de convicción por parte del actual Ejecutivo en materia de reforma constitucional, será parte del anecdotario amnésico al que de cuando en vez echamos mano, para comprobar que a través de la historia de este fundo, nunca hemos aprendido nada en materia de elaborar constituciones participativas y democráticas.

Curiosamente, a pesar de reconocer las falencias y enormes incertezas que depara este proceso y el puerto final al que arribará, somos un pueblo de creyentes. De huevones creyentes, para ser más precisos. Gente crédula que confía en poder agrandar un poquito más la letra chica de los pagarés en blanco que estamos acostumbrados a firmar en beneficio de los vendedores de ilusiones que finalmente nos dejan eso: nuestras ilusiones un poquito más ajadas y opacas.

Dudo que se alcancen a decir muchas cosas en los cabildos ciudadanos que están por iniciarse, menos cosas alcanzarán a consensuarse. Las fechas impuestas por el Ejecutivo lo impiden, así como los dueños del fundo y sus administradores promueven el desorden y confusión al respecto. Antes de que el desaliento inunde las almas de los creyentes, creo que cada uno de los que vivimos en este fundo deberíamos hacer nuestra lista de deseos y visiones que alguna vez nos gustaría ver revestidas de un aura constitucional (aun cuando este ejercicio no sea vinculante).

Mi lista particular e incompleta parte por reconocer que somos una Nación pluricultural, donde en un espacio geográfico peculiarmente angosto y elongado, convivimos a lo menos 9 culturas distintas. Por eso, el Estado debiera autoreconocerse como tal, resguardando y promoviendo la convivencia armónica de todas y cada una de estas culturas y cosmovisiones.

Con el objeto de que algún día dejemos de ser un fundo con vista al Océano Pacífico, es necesario que el Estado asegure y garantice que cada ser humano que habite en esta tierra tenga acceso a educación gratuita y de una calidad tal que tanto los dueños del fundo como sus inquilinos no perciban diferencias al ingresar a esas aulas de ensueño. En este sentido, el Estado de Chile será garante de que todos los residentes en este país tengan acceso fácil, libre y gratuito al conocimiento científico publicado por científicos chilenos.

Nos hemos ido transformando en una sociedad de castas y se nos ha segregado de múltiples formas tanto espacial como espiritualmente. Por eso, el Estado debe garantizar la integración espacial de todos sus habitantes, independientemente de su género, condición socioeconómica, edad, credo religioso u opción sexual. Todos aspiramos a formar parte de la misma Nación y por lo tanto el Estado asegurará igualdad de oportunidades para los desarrollos individuales y colectivos de sus habitantes.

Actualmente somos la copia feliz de un único sistema económico, que promueve el individualismo a ultranza y mercantiliza incluso los valores éticos de sus habitantes. Por esto, el Estado tendrá por eje rector de todas sus iniciativas el bienestar de la mayoría de sus habitantes. Así, se garantizará que aquellos dominios de beneficio social neto, como lo son la Educación, la Salud y el sistema de pensiones, no sean sujetos de mercantilización de ningún tipo por ningún individuo ni grupo de interés.

Ante la convicción de que el militarismo es la causa directa de las mayores vergüenzas del género humano, el Estado chileno garantizará que sus fuerzas armadas existirán a una escala tal que permitan actuar defensivamente solamente ante agresiones de origen externo, promoviendo la confianza y colaboración con las Naciones vecinas. Por lo mismo, las inversiones en material bélico representarán la décima parte de las inversiones en educación, salud, investigación y desarrollo científico e infraestructura para uso civil. Asimismo, el Estado actuará como garante para que el acceso a las distintas escuelas matrices de formación de oficiales sea independiente del origen socioeconómico de sus aspirantes. Todo el personal militar estará integrado espacial y funcionalmente al resto de la sociedad civil, con el objeto de asegurar un reconocimiento y confianza recíproco entre los individuos pertenecientes a ambos mundos.

El nivel de desarrollo de una Nación debiera ser medido a partir de las condiciones de bienestar de los segmentos más desprotegidos de la sociedad. Así, el Estado de Chile garantizará el máximo bienestar de los niños y niñas que habitan esta tierra, independientemente del origen parental. Asimismo, garantizará el máximo bienestar de los jubilados y jubiladas que con su esfuerzo, apoyaron al desarrollo de la Nación.

El Estado será garante de la distribución equitativa, justa y eficiente de las riquezas que otorga esta tierra, las que son extraídas o generadas por el esfuerzo de generaciones de seres humanos que han habitado y pueblan esta nación. Así, la carga impositiva será acorde a las necesidades de desarrollo y bienestar de la mayoría de los chilenos. El Estado será garante para que nunca más se subordine el desarrollo y bienestar humano de todos los chilenos y chilenas al mero crecimiento económico promovido por intereses de codicia y acumulación de capital sinsentido.

Nuestro país forma parte de un conglomerado de naciones que en conjunto, se distribuyen en una esfera de límites finitos que flota y navega en el espacio. Los seres humanos autoconscientes que moramos en esta tierra, junto a los otros 7.000 millones que habitamos el planeta somos probablemente una excepción a la regla de vacío que impera en el universo. Asumiendo este hecho, sin que hasta la fecha se haya descubierto algún indicio que lo desmienta, el Estado de Chile se compromete ante el planeta del que formamos parte a preservar y aprovechar de manera racional y sostenible todos los ecosistemas naturales que encierran sus fronteras; promoviendo la colaboración activa con las naciones vecinas en los esfuerzos de protección y uso sostenible de sus ecosistemas comunes.

Ya sé que mi lista es corta e incompleta pero forma parte de millares de sueños y visiones de un mejor futuro. Confío que el listado de sueños que deriven de los diálogos ciudadanos no serán corrompidos por los dueños de este fundo y sus administradores. Lamento que este ejercicio de diálogos ciudadano constituya un remedo patético de un proceso participativo y vinculante. Creo que somos capaces de proponer sueños sensatos, aunque nuestros deseos estén desbocados producto de las carencias históricas. A ratos soy crédulo, igual que miles por estos días, de que el borrador de constitución tendrá algún peso específico. Pero considerando las reglas tramposas de este juego, creo que después del 2017 confirmaremos que seguimos sin aprender nada en materia de elaborar constituciones.

Marcelo Saavedra Pérez, Biólogo

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