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Delincuencia Infanto Juvenil: entre el perfeccionamiento del castigo como respuesta del Estado o la comprensión del vértigo lúdico asociado al delito en el marco de una sociedad y una cultura que nos obliga a ganar a toda costa por Marco Antonio Silva Cornejo

La infracción de ley infanto-juvenil es una temática que ha experimentado un crecimiento significativo durante las últimas dos décadas, creciendo cerca de un 18% en el nivel nacional y expresando un desarrollo particular en el nivel territorial – regional de la Araucanía (INE, 2009). El aumento en la prevalecía e incidencia del fenómeno ha favorecido que la temática se instale en el centro de la discusión política y publica de nuestro país. De manera complementaria los medios de comunicación de masas han aportado a la construcción de una subjetividad e íntersubjetividad en donde los niños y adolescentes preferentemente y de manera más marginal niñas (caso arañitas) en edad infanto-juvenil de determinadas características de pertenencia psicosocial e identitarias son percibidos como una amenaza, generando una respuesta de la comunidad de distancia y desconfianza. La infracción de ley en población infanto – juvenil se configura de esta manera como un problema emergente y de alta relevancia en la agenda publica nacional.

Los datos aportados por diferentes fuentes de de gobierno y centros de estudio, señalan que un 39%% de los delitos cometidos en Chile entre el año 2007 y el 2010 son realizados por niños y jovenes entre 14 y 17 años (Paz ciudadna,2009; M, Interior, 2010), de esta manera la población infanto juvenil emerge como el nuevo enemigo interno, amenazando la paz social, la sana convivencia y la promesa de orden y justicia con la que la derecha llegara al gobierno después de 50 años bajo el discurso de “ganar la guerra a la delincuencia”.

La narrativa del ejecutivo nos instala en una lógica de orden bélico, en donde el Estado asume una posición ofensiva contra un “otro” que es representado como un enemigo al que hay que destruir para que la sociedad se desarrolle en paz y armonía, para volver garantizar el sueño bien de nuestros sectores altos amenazados por el lumpen juvenil. Mientras el Ministerio del interior asume una ofensiva bélica y comunicacional contra la delincuencia, todos los datos nos señalan que ese “otro” que el discurso institucional levanta como un enemigo y sobre el que hay que ganar la guerra, es un grupo de ciudadanos que se puede identificar cada día con mayor certeza en el tramo de lo que definimos como población en edad infanto-juvenil. Vale decir el gobierno desde su discurso nos invita a ganar una guerra contra la delincuencia, sabiendo desde todos los reportes estadísticos y de investigaciones académicas, que quienes están cometiendo los delitos son niños, niñas y adolescentes, por tanto ellos son el enemigo en esta guerra que hay que ganar.

Desde una perspectiva de sentido común, pareciera ser necesario antes de iniciar la “guerra” preguntarnos desde las diferentes perspectivas de trabajo académico e institucional: ¿en que están estos niños, niñas y adolescentes?, ¿cuales son los sentidos que ellos atribuyen a su vinculación con el mundo del delito?, ¿qué necesidades están siendo satisfechas desde el espacio del inadaptado?. En medio de la histeria y las frases sensacionalistas con que el ejecutivo y los medios de comunicación (todos en manos de la derecha) se enfrentan a una realidad emergente y preocupante, pareciera ser necesario desplegar una línea de trabajo más comprensiva y fenomenológica. Una conexión de sentido que nos permita conocer y comprender al otro en su complejidad, desajuste y proyección.

En este contexto resulta pertinente y necesario conocer el discurso y las narrativas que sustentan las practicas de los niños, niños y adolescentes que cometen delitos y desde ahí avanzar en el despliegue de acciones reparadoras, socioedcativas y psicoeducativas que posibiliten la interrupción de trayectorias y oferten a estos niños y jóvenes nuevas posibilidades de adaptación. Sin duda la responsabilidad de que este fenómeno se exprese con la emergencia e incidencia descrita no es responsabilidad exclusiva de sus protagonistas, sino del conjunto de nuestra sociedad y tiene implicancias directas con las formas de organización economía, social y política que hemos venido construyendo los últimos 40 años.

Entonces ¿que sabemos realmente del fenómeno, que conocemos de ese otro que se nos muestra en la pantalla como un niño armado, como un enemigo del contrato social, como un desalmado al que la moneda nos invita a combatir y a ganarle “la guerra”?. Sabemos que El compromiso infraccional temprano y la comisión de delito por parte de niños, niñas y adolescentes, es una realidad cotidiana, que presenta en su génesis y desarrollo un conjunto de elementos de alta complejidad. Esta complejidad dice relación con los factores de producción ecológica (contextual-familiar), la etapa evolutiva de los actores y el riesgo de constituir tempranamente trayectorias socio delictivas.

Para avanzar en la generación de aportes que avancen en la perspectiva de la comprensión, es que presentamos a continuación los principales resultados y hallazgos de una investigación realizada en la novena región, con niños y adolescentes infractores de ley, la investigación fundo su marco teórico en la teoría de las representaciones sociales y tenía como objetivo, conocer la representación social del delito que promovían los niños y adolescentes de la Provincia de cautín de la región de la Araucanía.

Desde las experiencias descritas y desde los procesos de representación social de delito, construido por los participantes, se advierte que si bien el “Consumo” está presente en la forma de conocimiento representado, éste elemento no es el que genera la articulación central de estos procesos (subjetivos e intersubjetivos de los participantes). En su lugar, emerge como mecanismo explicativo central la idea de la experiencia lúdica o de vértigo asociado al acto infraccional.

El juego y el vértigo asociado al delito, tiene implicancias evolutivas, grupales y socializadoras. Jugar es un acto característico de la infancia, una respuesta adaptativa, una forma de aprendizaje y socialización. En el contexto descrito, el juego emerge como un espacio de socialización esperable. Lo relevante desde la perspectiva de la investigación, es que esta forma de relación social (juego) se establece a partir de una actividad que es castigada y reprochada socialmente, sin visibilizar los participantes esta implicancia y reforzando sus prácticas desde la intensidad emocional de la “maldad” o la “ganada” que implica la actividad que para ellos tiene un sentido lúdico.

El juego aparece al igual que en el texto del sociólogo Chileno-Frances Dante Bravo “los comportamientos ordalicos” como un eje de sentido que explica la búsqueda de sentido en michas de las practicas que implican un riesgo para si mismos como para otros en los jóvenes y adolescentes. El vértigo, la necesidad de placer y la suspensión de la vida en un instante culmine y excitante, son elementos que también se advierten en los infractores de ley en edad infanto-juvenil, en la muestra caracterizada por la investigación.

De esta manera, el juego y las necesidades de consumo impuestas por las dinámicas globalizadoras, caracterizadas por un ordenamiento cultural y económico especifico, en donde la valoración de los sujetos esta mediada en gran medida por la capacidad de adquirir bienes y servicios los que son objetivados en estereotipos valorizados por: las zapatillas, los autos, la ropa. Explican desde la perspectiva de la investigación la emergencia y cristalización del sujeto periférico y de las prácticas infracciónales tempranas, como una estrategia de adaptación perturbada por la necesidad de pertenencia, valoración social, pasarlo bien y consumo. En dicho contexto, las historias de vida y los factores contextuales y grupales van reforzando una identidad específica y particular.

Como se ha señalado anteriormente, el delito es representado más bien como un juego, una experiencia de alto riesgo para ellos y sus víctimas, un juego que posibilita “ganar”, sin esfuerzo, de manera rápida. En esta dinámica, los actores van configurando un conjunto de prácticas, ritos y simbolismos que dibujan la arquitectura de una identidad que los ubica peligrosamente en el plano de “lo delictual”. A su vez, estas representaciones tienen un efecto de verdad, haciendo aparecer el mundo como algo que: “es así” desde los lentes utilizados. Se suma a lo descrito la alta relevancia que tienen estas experiencias, estos afectos y estos saberes en la construcción de identidad y en la generación de sistemas de reproducción permanente de estas representaciones.

Finalmente, cabe instalar la reflexión de que más allá de los actos, más allá de los riesgos, más allá de los delitos, del consumo, de la teoría y las hipótesis de trabajo; los participantes de esta investigación son niños, niñas y adolescentes que enfrentan desafíos que muchas veces los superan, siendo nuestra responsabilidad como cientistas sociales el articular respuestas pertinentes para intentar mitigar y reparar las dificultades a las que han sido expuestos.

De manera complementaria, nuestro desafío es generar distinciones e intervenciones que posibiliten a la política pública hacerse cargo, desde la respuesta institucional, de estas temáticas emergentes de manera pertinente y en contextos que presentan variados factores que aportan complejidad (pobreza, VIF, consumo abusivo de sustancias, negligencia parental).

Los resultados y hallazgos de la investigación nos hablan de niños y niñas que requieren de intervenciones que promuevan problematizaciones desde su mundo interno, que logren visibilizar el daño causado a terceros (empatía social), que generen sentidos de pertenencia pro social y que logren observar el riesgo y el impacto que sus conductas pueden generar en sus propias trayectorias de vida.

Desde la perspectiva descrita se requiere de una política pública que logre dar contención y sentido a una nueva forma de entender el desarrollo personal y social en estos actores. De manera conjunta se debe trabajar en el fortalecimiento de competencias protectoras y bien tratantes, tanto en los sistemas familiares como institucionales ( especialmente la Escuela), favoreciendo de manera continua la consolidación de una estructura social que garantice mayor igualdad y minimice los espacios de riesgo, exclusión y desigualdad.

Una alternativa para asumir la complejidad del fenómeno infraccional temprano, es realizar intervenciones integrales que habiliten a los padres y adultos responsables, que dinamicen y nutran los tejidos comunitarios y organizaciones territoriales y que logren atender de manera diferenciada y especializada a los jóvenes en dificultad.

Finamente existe la convicción luego de revisar los resultados y las narrativas aportadas, que el fenómeno de la delincuencia juvenil o el compromiso infraccional temprano, dista mucho de ser una guerra, quien así lo defina, habla más de su forma de entender las dinámicas y fenómenos sociales que de los actores y los procesos en sí mismos (Hinzpeter está en guerra contra la delincuencia, el mapuche, Estudiantes). Las Ciencias Sociales deben aportar a la comprensión del fenómeno, entendiendo que el perfeccionamiento de los castigos no es la respuesta para un fenómeno de orden multicausal y que implica respuestas intersectoriales en su abordaje. No debemos caer en el juego de desinstalar un problema sistémico, con implicancias políticas, económicas u¿ y de integración social y volcarnos en la responsabilidad individual de sus protagonistas.

referencias

• Alarcón P. ;Pérez -luco, R. y. L. (1992). "perfil emocional de los niños que delinquen como estrategia de adaptación: una comprensión clínico-social como propuesta de trabajo." Temuco: Revista Frontera Nº 11

• Bourdieu , P. (1988). Cosas dichas. Gedisa. Buenos Aires.

• Catell, R.(2008) Empleo, exclusión y nuevas cuestiones sociales. Manantial .Argentina

• David, A. J. y. S. (2002). "influencia de factores de riesgo social en el origen de conductas delictuales." serie estudios. División de seguridad ciudadana. Gobierno de chile.

• Valverde, J. (2002). Marginación, inadaptación y delincuencia. proceso de inadaptación social. Madrid: Popular.

• Zambrano, P. l. R. (2004.). "Construcción de identidad en jóvenes infractores de ley: una mirada desde la psicología cultural." revista de Psicología Universidad de Chile. Nº XIII: 115-132.

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