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Desnaturalizando la realidad. El desafío de los movimientos sociales por Anibal Pérez Contreras

Después de más de veinte años nuestras noches vuelven a estar acompañadas de un agudo sonar de cacerolas, las que irrumpen en la “quietud” nocturna del refugio del estrés de esta sociedad neurótica y neoliberal hija de la dictadura y la supuesta “transición”. Sin embargo, ahora ya no es el dictador que mediante sus aparatos represivos secuestra y asesina a los ciudadanos militantes que se oponen a su política.

Hoy en cambio es el fantasma de uno de los proyectos neoliberales más radicales de Latinoamérica y el mundo, el cual mediante sus mecanismos de “autorregulación” como: la competencia, el individualismo, la frustración, el crédito y el lucro, detona una respuesta de la ciudadanía subalterna –en su amplio sentido-, que ha acogido las demandas estudiantiles. Esto ha logrado convertir la demanda de social en política, pues se ha puesto en el tapete la renacionalización del cobre y una posible reforma tributaria, como mecanismo de financiamiento del sistema universitario. Al mismo tiempo, se cuestiona la legitimidad del sistema político, planteando desde una reforma al sistema binominal (primeramente desde la propia clase política), hasta una asamblea constituyente, las cuales podrían abrir un lento camino en la construcción de una sociedad más democrática. La vuelta de estos temas en la discusión nacional, representan uno de los principales triunfos momentáneos que nos han dejado las movilizaciones estudiantiles.

Ahora bien, tanto para quienes sufrieron y vivieron en carne propia la dictadura militar y los que han crecido bajo el alero del arcoíris de la alegría raptada en los pactos de dominación, la memoria echa a andar un motor significativo que en el marco del recuerdo construye su sentido en el presente, posibilitando con ello un cuestionamiento del “sentido común”[1] y por ende tensionando, -en el campo simbólico y aún no de manera articulada- la hegemonía[2] neoliberal del presente. Este problema es crucial, puesto que el campo simbólico es estructural en la medida que posibilita repensar la realidad y dejar de aceptar el sistema económico y social como algo naturalizado, ayudando con ello a poner en evidencia un horizonte de posibilidades democráticas nubladas por la lógica subalterna neoliberal.

Sin embargo, el problema no se agota en el repensar la realidad. Este indispensable paso debe ir necesariamente acompañado de una maduración del cúmulo experiencias y al mismo tiempo desafíos de los movimientos sociales, donde la cultura política[3] propia, -“en tanto mediación de las prácticas políticas y las experiencias sociales[4]- que han configurado el conjunto de organizaciones que articulan una importante red social en todas las regiones del país, decante en una proyecto político transformador y alternativo a la sociedad neoliberal impuesta y administrada por los regímenes anteriores.

En este sentido, la maduración política y articulación de un proyecto político nuevo de desarrollo, debe representar el salto de “lo social” a “lo político”, incorporando el rico trabajo de acumulación en todos estos años de lucha y sacrificio en y por la rearticulación de las organizaciones sociales. Tanto las esperanzas como las prácticas democráticas de estas décadas, servirán para evidenciar la posibilidad de construir un espacio y plataforma política que dispute a los sectores dominantes esta fachada de democracia, la cual presenta una cesura de sentido, clausurándose en la liberad de expresión, de asociación y de mercado entre otras. Estas últimas incluso en podrían ser cuestionadas en su propia lógica, pero aquí no nos detendremos en ello.

La riqueza del movimiento social es clave a la hora de plantear un proyecto alternativo, el cual debe cuestionar tanto en forma como en fondo la cultura política vertical y autoritaria implantada y enriquecida en años anteriores. Esto último representa un desafío de una envergadura tal, que puede llevar a canalizar las demandas y proyectos de transformación democrática, o bien, terminar siendo cooptadas por una profesional clase política, especializada en contener institucionalmente los conflictos sociales. De ahí que se haga indispensable recoger las experiencias históricas de nuestro pueblo, para saber cómo dar el indispensable paso.

Por otra parte, si los movimientos sociales no son capaces de articular una propuesta política que dispute los espacios de poder y logre dejar cesante a la vieja clase política, comenzaremos nuevamente un proceso lento de acumulación de fuerzas, que no sabemos cuando se le vuela a presentar el desafió político, recordando que como lo sostuvo Gramsci que: “La historia de los grupos subalternos es necesariamente disgregada y episódica”[5].

Ahora más que nunca se hace indispensable la construcción democrática de una conducción que apunte a horizontes políticos y se presente como un salto cualitativo proyectual de los sectores subalternos, por la construcción amplia de una sociedad que supere la enajenación sistémica del modelo actual, el cual aunque con particularidades propias del neoliberalismo, creemos que sigue creciendo en base a la devaluación del mundo humano “en razón directa con el incremento del valor del mundo de las cosas”[6], tal cual lo señaló Marx en sus Manuscritos económicos y filosóficos de 1844.

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Notas:

[1] Usamos el concepto en un sentido Gramsciano, es decir como la apropiación o subordinación intelectual de un sujeto social bajo una concepción de mundo no propia, asimilándola y subordinándose. Para analizar esto ver: Gramsci, Antonio, “relaciones entre ciencia-religión-sentido común”, en: Antología, Siglo veintiuno editores, decimoquinta edición 2005, Buenos Aires Argentina, p. 367.

[2] Por hegemonía entendemos la capacidad de dirección intelectual y moral de una clase dominante hacia los sujetos subalternos. Para profundizar esto ver: Gramsci, Antonio, Notas sobre Maquiavelo, p. 107

[3] Por cultura política entenderemos el modo en que sujetos sociales entienden la actuación política y simbólica de sus miembros, dentro de la construcción de un orden social determinado. Para profundizar esto ver: Moyano, Cristina, MAPU o la seducción del poder y la juventud, Ediciones Universidad Alberto Hurtado, Santiago 2009.

[4] Lechner, Norbert, Obras Escogidas tomo II, Editorial LOM, Santiago 2007, p.243.

[5] Ibídem, Gramsci, Antonio, p. 493.

[6] Marx, Karl, Manuscritos económicos y filosóficos, Editorial Centro Gráfico, Santiago, p.63.

Anibal Pérez Contreras
Profesor de Historia y Ciencias Sociales
Miembro del Taller de Historia Política y de la Mancomunal de Pensamiento Crítico

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