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Documento hacia Río+20 mayo de 2012 por Gustavo Marin y Arnaud Blin

¿Qué pasará en Río+20? ¿Cuáles son los desafíos y problemáticas en juego? ¿Cómo prepararnos? Propuestas para un proyecto ciudadano

Por Gustavo Marin y Arnaud Blin

Fundación Charles Léopold Mayer y Foro por una Nueva Gobernanza Mundial -FNGM-

con la colaboración de François Soulard – Traversées

Octubre – Noviembre de 2010

“It always seems impossible until it is done” Nelson Mandela

Presentación

Este documento empieza con una reflexión sobre el contexto histórico en el cual se inserta Rio+20. Por cierto, cada persona, cada pueblo, puede concebir su propia cronología dando mas importancia a unos acontecimientos que a otros. Sin buscar prolongar excesivamente la perspectiva histórica del periodo actual con miras a Rio+20, empezamos el documento evocando la revolución francesa y las guerras napoleónicas de las primeras décadas del siglo 19. Algunos se preguntarán por que ir 200 años atrás, pero este enfoque es necesario para apreciar el contexto histórico y concebir Rio+20 en mayo del 2012 no sólo como un evento efímero, sino como una etapa clave en los caminos que estamos construyendo. En todo caso, la evocación a la Toma de la Bastilla es sólo un punto de referencia y saltamos enseguida al contexto actual. Repetimos que cada uno puede encontrar otros puntos de referencia histórica.

La segunda parte presenta los actores que estarán en Rio+20, los desafíos en juego, los temas que serán debatidos, los pilares éticos que estarán en el trasfondo del proceso.

La tercera y última parte enumera algunas tareas específicas por realizar y propone un marco flexible y evolutivo de iniciativas con el fin de poner en marcha una dinámica colectiva y participativa.

Este documento es sólo un texto de trabajo que puede ser utilizado, modificado, enriquecido con los aportes de todas y todos.

Atentamente, por el equipo del FnGM, Gustavo Marin

Preludio

14 de julio de 1789. Los muros de la Bastilla, símbolo supremo de la arbitrariedad del poder absoluto, caen bajo los fuertes y reiterados ataques de un pueblo alborozado. Uno de los mayores acontecimientos de la historia ya se está perfilando.

14 de julio de 1809. Exactamente veinte años después de la toma de la Bastilla, un pequeño hombre vestido de gris entra triunfalmente al palacio de Schoenbrünn, en Viena. Algunos días antes, su ejército abatió al imperio austríaco en las llanuras de Wagram y él acaba de firmar el armisticio con su adversario. De ahora en adelante, Napoleon es el amo de Europa. Habría que remontarse hasta Carlomagno para encontrar a un solo individuo que haya poseído tanta influencia sobre los acontecimientos y un poder tan formidable sobre los pueblos de Europa continental.

Entre esos dos acontecimientos, la formidable energía popular que había gestado una de las más grandes revoluciones populares de la historia se transformó rápidamente en una ilusoria búsqueda de dominación total por parte de hombres que buscaban, en un principio, desconstruir y luego reconstruir la sociedad en su pureza más absoluta, y más tarde conquistar vastos territorios.

4 de junio y 9 de noviembre de 1989. Doscientos años después de la caída de la Bastilla, en los dos extremos del continente euroasiático, hombres y mujeres rechazan una vez más la arbitrariedad del poder absoluto. En la plaza Tian’anmen es brutalmente reprimida una revuelta popular. En Berlín, por el contrario, otro muro de la vergüenza se desmorona bajo los golpes de los manifestantes, ávidos por terminar con el carácter absurdo del yugo totalitario.

Diciembre de 2009. Veinte años después de esos acontecimientos, que han marcado cada uno a su manera el curso de la historia, se realiza en Copenhague una gran conferencia sobre el cambio climático. Lejos de desembocar en un acuerdo a la altura de lo que estaba en juego, la conferencia pone de manifiesto, sobre todo, la aspereza de las luchas de poder que oponen a las antiguas potencias y al mundo emergente. En medio de ese contexto, las Naciones Unidas se muestran incapaces de manejar los conflictos latentes entre los dirigentes de algunas potencias en competencia, mientras que el resto de los participantes del mundo entero asisten impotentes a lo que representa, ante los ojos de todos, una constatación de fracaso.

1. Rio+20 en el contexto de una historia larga

La historia de nuestras sociedades se ve confinada, con demasiada frecuencia, a una lucha de poderes. La lucha de clases que Marx y Engels habían percibido como el motor subyacente de la evolución de todas nuestras sociedades, nosotros la sustituiremos más bien por un combate perpetuo y siempre renovado entre minorías que apuntan a preservar un statu quo favorable para ellas, o bien a revocarlo o fortalecerlo más a su favor. ¿No decía ya, por ejemplo, el Manifiesto del Partido Comunista precisamente, que “Todos los movimientos históricos han sido, hasta ahora, llevados adelante por minorías o en beneficio de minorías”?

Hoy, veinte años después de terminada la áspera lucha de poderes que constituyó la Guerra Fría, y después de todas las esperanzas que suscitó el fin de ese conflicto, nos vemos obligados a constatar que los antiguos reflejos siguen guiando a nuestros dirigentes y que el poder, por su parte, también se mantiene duraderamente en manos de estos últimos. Cierto es que hay otros elementos, incluidos algunos elementos perturbadores, que pesan sobre nuestro destino. Pero frente a esas influencias difusas, y a veces también confusas, las vías clásicas del poder siguen siendo, para bien y para mal, las claves de nuestro presente, quizás de nuestro futuro.

Cierto es también que la llegada de nuevos actores que se postulan para protagonistas a veces nos da la sensación de un renacimiento saludable. Pero el surgimiento de Brasil, de India, de Sudáfrica, el resurgimiento de China o de Rusia, ¿están insuflando un espíritu que podría renovar la arquitectura de la gobernanza mundial, o se trata sencillamente de un relooking de fachada que estaría ocultando groseramente las fisuras cada vez más profundas de un viejo edificio en decadencia?

Con demasiada frecuencia, esta irrupción de nuevos actores se traduce en los hechos por una bella arrogancia, la arrogancia que muestran aquél o aquélla que, tras una larga espera, acceden por fin al club cerrado de los grandes de este mundo. En estos últimos tiempos, ni China ni Brasil, o por lo menos sus más altos representantes, han sabido resistir a ese obstáculo con el que chocaron todos los que, antes que ellos, accedieron al rango de gran potencia. “Los perjuicios contra los que se previenen los hombres, advertía Maquiavelo, son lo que infligen a sus adversarios, como si siempre fuera necesario ser opresor u oprimido.”

A los idealistas que ven en el poder un medio, aunque imperfecto, para hacer avanzar la civilización, podemos oponer los realistas que sólo piensan en el poder, aunque algunos lo lamenten, como un fin en sí mismo, objeto último de todo proceso político. Una furtiva mirada sobre la historia de la humanidad nos muestra que si bien el realismo de los Kautilya, Hobbes y otros como Maquiavelo nos permite mantener un equilibrio razonable entre las expectativas y las prácticas, también podemos constatar que una buena dosis de idealismo es indispensable para que las cosas se muevan, avancen, progresen.

El siglo XX ha producido una buena cantidad de grandes desilusiones. Éstas insuflaron en un principio un viento de realismo, antes de que la gran apertura de 1989 nos hiciera cambiar radicalmente de dirección. Después de 1991, y en particular en la cumbre de Río de 1992, todo parecía posible. Y era cierto que el retroceso repentino del espectro de la guerra global nos permitía, por primera vez, reflexionar seriamente sobre la salud del planeta, mientras que hasta ese momento sólo la de la humanidad había acaparado nuestra atención.

Lógicamente, ese nuevo impulso estaba acompañado por cierto cinismo en relación a nosotros mismos, con esa idea incipiente de que, a fin de cuentas, el hombre sería el responsable de todos los males del planeta, esos males que descubríamos de repente, a medida que se iba alejando la amenaza de la guerra nuclear, amenaza central de la Guerra Fría. De hecho, cierto ecologismo radical se desarrollaría entonces, olvidándose casi del hombre para preocuparse en primer lugar, y casi exclusivamente, de la tierra, aun cuando el principio número uno de la Declaración de Río estipulaba que “Los seres humanos están en el centro de las preocupaciones relativas al desarrollo sustentable”. Sin embargo, muy rápidamente los Objetivos del Milenio para el Desarrollo reestablecerían cierto equilibrio en la materia, siempre con ese optimismo que desembocaría en expectativas demasiado elevadas en relación a los medios puestos a disposición, con las consecuencias lógicas que esto puede tener en términos de realización de los objetivos enunciados.

Pero volvamos a 1992. Aunque los temas debatidos en la Cumbre de Río no eran nuevos, ya que una primera Cumbre de la Tierra se había realizado veinte años antes en Estocolmo (y una segunda en Nairobi en 1982), se trataba, en ese momento, de la iniciativa más seria y por lejos la más ambiciosa en materia de protección del medioambiente, en particular con las 2.500 recomendaciones del programa Agenda 21. Aun habiendo sido organizada bajo los auspicios de las Naciones Unidas y por lo tanto, en cierta forma, directa o indirectamente a través de sus Estados miembros, la Cumbre de Río había generado un nuevo espacio para la sociedad civil. Sin embargo, diez años más tarde, en Johannesburgo, la máquina mostraría signos de debilidad, con un encuentro descarriado por el problema de Oriente Cercano y que anunciaba también, de algún modo, la lucha de poder que paralizaría el encuentro de Copenhague.

En cierta forma, estos reiterados fracasos que siguieron al éxito de Río son probablemente imputables, en parte, a las expectativas cada vez mayores que acompañan a cada una de estas cumbres. Tras el idealismo que provocó la ola liberadora de 1992, cierto cinismo – correspondiente a un idealismo decepcionado - se ha afirmado ahora, amenazando con ahogar cada una de estas grandes conferencias sobre el medioambiente. De ahora en más, es conveniente entonces abordar los problemas con una buena dosis de realismo, de forma tal de poder preservar y capitalizar las experiencias para una nueva ola creadora que nos proyecte de hacia adelante una vez mas.

2. Los desafíos y problemáticas en juego

Hasta hace poco tiempo, en un pasado reciente, los problemas de orden identitario dominaban ampliamente nuestras conciencias colectivas. ¿De dónde venimos?¿Quiénes somos? Dos preguntas que atormentan nuestras mentes. Tras varios siglos de conflictos, tras varios períodos de colonización de una brutalidad inusual, en un momento en que la noción de frontera va teniendo cada vez menos sentido, tanto desde el punto de vista político como económico o cultural, la respuesta a esas preguntas, si es que las respuestas existen, es importante para ayudarnos a entender quiénes somos. Pero en el mismo momento en que algunos países, en particular Francia y Alemania, llevan la cuestión de la identidad a nivel de debate nacional, ese debate aparece como algo singularmente superado.

Pues lo que se está desarrollando con fuerza y vigor es la conciencia de una comunidad mundial. Y esa conciencia naciente no busca sólo saber quiénes somos, ni de dónde venimos. Su búsqueda es otra. La pregunta que, de cierta forma, define ya la presencia y la naturaleza de esa conciencia colectiva es la siguiente: ¿quiénes queremos ser y en qué queremos convertirnos?

Ahora bien, la realización de una conciencia colectiva que acompaña el surgimiento de una comunidad mundial, por más que sea una evidencia de esta nueva historia que se está escribiendo ante nuestros ojos, va en contra de la dinámica política y económica que sigue guiando al mundo en el siglo XXI. El Estado-Nación, ese garante de la estabilidad y de la seguridad de nuestras sociedades, se vuelve por otro lado una fuerza refractaria a todo cambio susceptible de tornarlo obsoleto o de debilitar su influencia y su poder. En cuanto al mercado capitalista, esa fuerza sin rostro que no tiene otra razón de ser más que la de sacar ganancias y más ganancias, sus agentes y sus aduladores se manifiestan como adversarios tan naturales como feroces frente al surgimiento de una comunidad mundial decidida a reparar esas injusticias y desigualdades que van en dirección opuesta a su conciencia colectiva.

Frente a esta energía negativa, cuyas contradicciones se manifiestan en cierto modo a través de la Organización de las Naciones Unidas - que paradójicamente se afirma al mismo tiempo como su pendiente positiva -, la marcha de la historia amenaza con tropezar en cualquier momento.

En 1992 todo parecía posible. Pero las fuerzas externas, casi podríamos decir las fuerzas reaccionarias, obraron activamente para reestablecer de cierto modo el antiguo orden. Desde los neoconservadores norteamericanos convencidos de proseguir con su éxito en nuevos escenarios hasta los dirigentes chinos, deseosos de sustituir a la URSS como última muralla contra la hiperpotencia, los adeptos a las viejas reglas de juego se activaron con fuerza para redefinir el nuevo orden sobre las bases del antiguo orden. Y, en cierta medida, lo han logrado.

Pero la historia suele poseer una fuerza y una potencia que es muy difícil y hasta peligroso reprimir. Ya en el siglo XIX los diplomáticos habían intentado reestablecer el antiguo orden en el Congreso de Viena de 1815, pero nuevas fuerzas, cuyo alcance era difícil de imaginar en ese entonces, aniquilarían el nuevo/antiguo andamiaje, incapaz de contener la violencia desencadenada que devoraría a Europa y luego al resto del mundo. Aquéllos que, en la actualidad, desean ardientemente que volvamos a partir sobre las bases del pasado deberían aprender esa lección, para no correr el riesgo de perderlo todo una vez más.

Porque desde 1992 las mentalidades han cambiando, y han cambiado mucho, fenómeno que los gobiernos valoraron pocas veces en su justa medida. Y esos cambios profundos, ya que son cambios que afectan nuestros modos de pensamiento, no esperan sino materializarse a nivel de las instituciones y las prácticas. Y ese paso del pensamiento a la acción es lo que resulta difícil.

Entonces, veinte años después de la cumbre de Río, después de las vicisitudes de los años 1990 y 2000, a menudo enrarecidas por la amenaza del terrorismo -puesta de relieve por los gobiernos pero que, en los hechos, no amenaza demasiado en sí misma, a no ser una cierta despreocupación en algunos pocos países privilegiados-, es hora de pasar a la acción.

Río 92 supo plantear perfectamente los ejes esenciales del problema, pero esa no era sino una etapa, fundamental por cierto, dentro de un proceso de largo aliento que todavía hoy recién está en sus primeros pasos. Desde esta óptica, Río+20 es otra etapa, y es importante no ver en ella, como sucedió en Copenhague, un momento decisivo para la humanidad, una suerte de todo o nada donde el porvenir del planeta se juega en el espacio de algunos días.

Río+20 no será decisiva. Pero la cumbre constituirá un momento importante, aunque más no sea como un ejercicio de educación popular. Hay que seguir siendo ambiciosos entonces con respecto al proyecto global, pero modestos en cuanto a las expectativas específicas que nacerán de los debates. Tampoco debemos creer o intentar que todos los ciudadanos del mundo se pongan repentinamente de acuerdo. Al contrario, ya que a través de los desacuerdos irá surgiendo la implementación de los grandes temas.

Es fundamental en cambio que Río+20 marque un paso hacia adelante. En consecuencia, que la cumbre no sea nuevamente tomada como rehén por un acontecimiento externo, por una competencia entre grandes potencias, por problemas internos de un país o una región o por una efusión de emociones de todo tipo.

Lo ideal seria que de esta cumbre surgiese una visión pluricultural de las bases políticas y éticas capaces de transformar la arquitectura de la gobernanza mundial y de fortalecer el sentimiento de pertenencia a una comunidad mundial en formación. Cae de maduro que una visión de esa índole es necesaria también para avanzar sensiblemente en las distintas problemáticas puestas sobre la mesa en Río 2012. Por último, es imperativo que las partes involucradas aquí reflejen la diversidad de los participantes. En otros términos, que los participantes participen efectivamente. Que la mayoría no sea relegada una vez más al rango de espectadores impotentes.

Desde esta perspectiva, es necesario preparar con antelación Río+20. Primero tenemos que entender claramente la naturaleza de lo que está en juego, entender cómo se desarrollará la Cumbre y luego anticipar lo que ocurrirá luego. Evidentemente hay que garantizar que se respete un equilibrio entre las partes involucradas oficiales y las partes involucradas de una amplia sociedad civil que ya se está dando cita en Río para mayo de 2012: es importante alentar la dinámica de redes no oficiales que luchan por abrir un espacio para los ciudadanos del mundo sin esperar la decisión de los Estados. En otras palabras, los movimientos y redes de la sociedad civil actuarán con un discurso propio, sin por ello limitarse a organizar una contra-cumbre.

En la óptica de esta fase preparatoria de la Cumbre de Río+20 y de su implementación hay que tener en mente los tres actores en presencia, los tres modelos que serán sometidos a debate, los tres desafíos que estarán en juego y tres valores fundamentales que servirán de guía para esta preparación.

Tres actores:

1. Los gobiernos que asistirán a la Conferencia oficial organizada por la ONU (denominada “Cumbre de la Tierra”), 2. Las ONG del sistema de las Naciones Unidas agrupadas en el “Stakeholder Forum”, 3. La sociedad civil: movimientos sociales, redes, científicos independientes, sindicatos, organizaciones de jóvenes, ONG, etc. reunidos en la “Cumbre de los Pueblos”, que no será sólo un evento paralelo, sino que está llamado a ser un actor fundamental en Rio+20.

Tres modelos/ tres preguntas:

1. Un modelo económico: ¿qué tipo de “green economy” para erradicar o al menos reducir la pobreza? 2. Un modelo político: ¿qué tipo de organización para una nueva gobernanza mundial? 3. Un modelo ético: ¿qué tipo de humanidad?

Tres desafíos:

1. Controlar el cambio climático. 2. Concebir una nueva arquitectura de la gobernanza mundial. 3. Cambiar de modelo de civilización.

Tres valores:

1. Sustentabilidad 2. Solidaridad 3. Responsabilidad

3. Implementación de la fase preparatoria

Objetivos:

• Dar un paso suplementario hacia la conciencia y el sentimiento de una comunidad mundial de actores que se pone en marcha hacia Río+20 (y más allá para la transición hacia un mundo sustentable) a través del intercambio continuo y estructurado de informaciones.

• Invitar a todos los actores que deseen nutrir el proceso Río+20 a presentar sus acciones e iniciativas, a compartir lo esencial de sus propuestas y conectarse de manera autónoma con otros actores de la comunidad mundial.

• Facilitar la navegación en la complejidad de las iniciativas, obtener una legibilidad estructurando la diversidad de las contribuciones y de los actores (incluyendo los eventos preparatorios de tipo seminarios, talleres, mesas de diálogo, etc.) en torno a la estructura de la Cumbre, los temas de actualidad, las grandes temáticas de acción, las áreas geoculturales (georreferenciamiento), las estrategias de cambio y las propuestas.

• Implementar una dinámica de coordinación de la comunidad que podríamos llamar On The Road to Rio+20, a partir de la difusión de un soporte de conexión multilingüe, la movilización de relevos continentales y la realización de video clips.

Cuadernos de propuestas:

• Elaborar Cuadernos de Propuestas sobre tres temas prioritarios, partiendo del marco temático adelantado por la Comisión “Sustainable Development” de la ONU, integrándolo dentro de una visión más consistente:

• 1. ¿Qué tipo de “economía verde” proponemos para resolver la pobreza en el mundo? - Propuestas para la implementación de sociedades sustentables a principios del siglo XXI.

• 2. ¿Qué mecanismos y qué estructuras de organización necesitamos, de lo local a lo global, para hacer posible una “economía verde” capaz de contribuir a erradicar la pobreza y refundar los modos de regulación entre los Estados y las sociedades?

 Propuestas para una nueva arquitectura de la gobernanza mundial.

• 3. ¿Sobre qué valores, sobre qué bases éticas fundar el desarrollo de nuevos modelos de vida y sentar las bases de una nueva civilización para enfrentar los peligros del mundo actual y abrir nuevas perspectivas para la aventura humana en este comienzo del siglo XXI? - Propuestas para una Carta de los Pueblos.

Modalidades:

* Apoyar encuentros en los cinco continentes coordinados por redes y movimientos de la sociedad civil relacionados con responsables políticos y organismos de la ONU, científicos y/o empresarios.

* Organizar un seminario internacional en noviembre de 2011 en Río • Reunir en noviembre de 2011 en Río, entorno a un núcleo sino-brasilero, a unos 30 actores e investigadores de diversas regiones del mundo para discutir y completar los documentos que serán difundidos en forma de Cuadernos de Propuestas en Río +20 en mayo de 2012.

* Lanzar una plataforma interactiva

• Garantizar la gestión de los contenidos al menos en 4 idiomas: portugués, inglés, español y francés. Velar por la circulación de documentos escritos en chino y otros idiomas ampliamente difundidos.

• Concebir articulaciones entre herramientas de red social, de gestión de base de datos, de coordinación de redes y de georreferenciamiento.

• Buscar asociaciones con las herramientas utilizadas comúnmente y pensar en ahorros de escala: Base de fichas, Elgg, Lorea, Jappix, Ming, Sympa, OpenStreetMap (+ links con Facebook, Twitter).

• Contar con una organización metodológica y una gráfica atractivas que integren la imagen. Privilegiar la simplicidad de uso (limitar las necesidades de asistencia on line).

• Armar un equipo editorial de buen nivel técnico y conceptual que maneje las traducciones, la coordinación, la armonización y la organización de los contenidos.

* Organizar una cobertura mediática a través de la prensa, la televisión e Internet, con la participación de personalidades dispuestas a hacer hincapié en las propuestas elaboradas en forma colectiva.

Calendario

• Elaboración colectiva de un documento de base que sirva de hilo conductor para los trabajos: octubre-noviembre de 2010.

• Concepción y testeo de la plataforma interactiva: fin de 2010 y comienzos de 2011.

• Lanzamiento a fines del 1er trimestre de 2011.

• Coordinación intensiva desde el 1er trimestre de 2010 hasta mediados de 2012.

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