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Donación y reciprocidad en la práctica de la amistad. Por Paquita Rivera y Alex Ibarra

Hemos cumplido un año de escritura a dos manos buscando el encuentro con lo humano a partir de experiencias cotidianas que resultan significativas. Registrando alegrías, tristezas, emociones propias de la vida que sigue pasando atrapada por el tiempo que todo lo consume y lo destruye. Resistiendo este hecho que nos coloca frente a tentaciones relativistas no aceptamos la derrota, optamos por la búsqueda del sentido impresionándonos por ese acontecimiento en que se “convierte en milagro el barro”.

Hace algunos días organizamos una fiesta congregados por la música. Vale la pena registrar y compartir las vivencias que han permanecido en nuestra memoria. La reunión repasaba momentos de una trayectoria artística, fue un lujo contar con la participación de tantos profesionales de la música. No es un secreto la vulnerabilidad laboral, en esta hermosa profesión, que atenta contra la seguridad económica para satisfacción de las condiciones básicas de vida exageradamente comercializadas. Aún así, la plenitud que se experimenta en esta especie de alquimia de re-significación del concepto “trabajo” por “fiesta”, viene a ser más trascendente que incluso una alta remuneración. Con esta experiencia, revivimos por un par de horas, la lógica de la minga, empujando todos juntos la casa de la creatividad, del amor por el arte más allá de la profesión digna de salario; o la fiesta de la trilla, en donde pudimos compartir los dones del oficio de manera alegre y generosa.

El encuentro fue un acto de donación en la lógica de prácticas ancestrales experimentada por nuestra generación. Tuvimos la suerte de que nuestros padres nos compartieran su experiencia colectiva de la vida, antes de que irrumpiera la ideología del individualismo que afectó nuestra organización de la vida con la instalación de un modelo apartado de la solidaridad y la cooperación. Las amigas y amigos músicos acudieron a este ejercicio de reafirmación del sano ejercicio de practicar la amistad orientada por el don y la reciprocidad.

Persistir en la política de la amistad es la oportunidad sagrada en que el ser se abre a las bendiciones. La práctica de la amistad es un encuentro en el amor, piedra sostenedora de la comunidad que comprende la vida como un “buen vivir”. Recuperar este carácter sagrado de la vida es responsabilidad de todos aquellos que vimos en nuestros antecesores este modo colectivo en el encuentro con el otro que permite la formación de lo que somos en realidad apartándonos de la engañosa y errada apariencia exitista del neuroliberalismo. La vida auténtica sigue siendo una práctica de resistencia que sólo se puede realizar cuando no se está solo.

Debemos agradecer a cada una de las personas que hicieron posible este encuentro que propició “sonidos/contenidos” no por el simple hecho de ayudarnos, ya que desde el testimonio de su disposición a participar con lo mejor de sus dones nos recuerdan el principio de la reciprocidad que recupera el sentido de lo humano.

Gracias: Pedro Melo, Raúl Céspedes, José Miguel Reyes, Juan Antonio “Chicoria” Sánchez, Freddy Torrealba, Marcela Rojas, Lorena Tiraferri, Waldo “Moro” González, Caruso Moraga, Luis Álvarez, Matías De Lara, Pato Rosales, Pedro Suau, Raúl Suau, Mauricio Ruiz, Thiare Ruiz, Checho Bravo, Ricardo Flores, Bernardo Lama, Jorge Campos, Álvaro Poblete, Mauricio Poblete, Guillermo Atria. También al ingeniero en sonido Tomás Casassus, a Macarena Merino, a Enrique Peña Moreno, a Pamela Benavides y al equipo técnico de Sala SCD Egaña.

Paquita Rivera.
Alex Ibarra Peña.
Colectivo de Música y Filosofía:
desde la reflexión al sonido que palpita.

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