El costo de la carne barata

Cada vez que hay un escándalo alimentario, se repite el mismo guión. Los políticos gruñen, los industriales mugen, los grandes distribuidores balan, y todos dicen a coro: ¡transparencia, trazabilidad, etiquetado! Las medidas se anuncian a viva voz y se oyen una y otra vez… para que todo siga igual. Comprender por qué implica ampliar el foco y pasar de la etiqueta de las lasañas rellenas de “vacuno” al mapamundi, donde se entrecruzan los hilos de un sistema agrícola en plena recomposición. Un sistema dedicado a perseguir un objetivo único: la producción en gran escala para la exportación, creando polos de especialización. Los países de Europa Occidental importan carne bovina y porcina que consumen o exportan al resto del continente. El desarrollo económico de los países emergentes incrementó la demanda de carne, y con ella, la necesidad de tierras agrícolas para alimentar al ganado.

En China, por ejemplo, el consumo anual de carne por habitante aumentó un 55% en diez años (1). Para alimentar a los pollos de sus fábricas, el país importa toneladas de soja cultivada en América Latina -cuya principal misión es esa-, y desde hace poco, se propone comprar tierras en África para la producción de alimento humano y animal (land grabbing). Materias primas que se compran en un continente, se venden en otro, se vuelven a exportar hacia un tercero: la industria agrícola no se diferencia mucho de las cadenas de abastecimiento mundial de la industria manufacturera…