El mundo según Donald Trump

Es difícil saber con precisión cómo será la política exterior de Donald Trump. El futuro presidente no detalló sus intenciones ni en documentos escritos ni en discursos. Muchos le atribuyen un enfoque poco informado o incoherente, que se alimenta de los grandes titulares de la prensa y de su experiencia de hombre de negocios. Algunas entrevistas o declaraciones de campaña y, más recientemente, la elección de los miembros de su administración permiten ver las cosas de un modo un poco más claro. Trump posee una visión, tal vez no reflexionada con madurez pero relativamente coherente, del mundo y del lugar que ocupa su país. Dicha visión contrasta con la de la mayoría de los expertos o responsables políticos estimados por Washington.

Estos últimos, como lo percibe rápidamente cualquiera que pase unos días en la capital, ven círculos concéntricos que se despliegan a partir de la Casa Blanca. Canadá, el Reino Unido y los demás aliados anglófonos se sitúan en un primer anillo, los otros miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), Japón, Corea del Sur e Israel en un segundo, los socios económicos y militares de larga data, tales como Taiwán, Filipinas y Arabia Saudita, en un tercero, y así sucesivamente. Fuera de ese sistema de relaciones de dependencia se encuentran los rivales y adversarios de Estados Unidos: Rusia, China, Irán y Corea del Norte. Durante décadas, la política exterior estadounidense apuntó a reforzar los vínculos con y entre los países amigos, y a debilitar o aislar a los excluidos. A veces, esto implicó entrar en guerra para proteger a aliados periféricos por el temor, real o supuesto, de que los aliados más cercanos se encontraran en peligro...